Hablando de la nación de Israel, Deuteronomio 7:7-9 nos dice, “No por ser vosotros más que todos los pueblos, os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto. Conoce, pues, que Jehová tu Dios, es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos hasta mil generaciones.”
Dios eligió a la nación de Israel para ser el pueblo a través del cual Jesucristo nacería – el Salvador del pecado y la muerte (Juan 3:16). Dios primeramente prometió el Mesías después de que Adán y Eva cayeron en pecado (Génesis capítulo 3). Más tarde Dios confirmó que el Mesías vendría del linaje de Abraham, Isaac y Jacob (Génesis 12:1-3). Jesucristo es la razón fundamental por la que Dios eligió a Israel para ser Su pueblo elegido. Dios no tenía por qué tener un “pueblo elegido”, pero Él decidió hacerlo de esa manera. Jesús habría de venir de alguna nación o pueblo, y Dios eligió a Israel.
Sin embargo, la razón por la que Dios eligió a la nación de Israel no fue solamente por el propósito de producir al Mesías. El deseo de Dios para Israel era que ellos irían y enseñarían a otros acerca de Él. Israel fue destinado para ser nación de sacerdotes, profetas y misioneros para el mundo. La intención de Dios fue que Israel fuera un pueblo diferente, una nación de gente que señalara a otros el camino hacia Dios y Su prometida provisión de un Redentor, Mesías y Salvador. En su mayor parte, Israel falló en esta tarea. Sin embargo, el fin principal para Israel, que era el de traer mediante su linaje al Mesías y Salvador, fue plenamente cumplido – en la persona de Jesucristo.
Se puede decir que la Biblia es una obra colectiva, es decir, obra de todo un pueblo que, a través del tiempo, ha plasmado en ella su tradición
La Biblia antes de ser escrita fue una enseñanza oral. Su redacción se debe a tradiciones y hechos históricos que pasaban de generación en generación desde tiempos muy antiguos. Nosotros estamos acostumbrados a leer y escribir y no comprendemos fácilmente el mundo oriental antiguo, en donde no se escribía sino que sólo se memorizaba. Esta transmisión oral se facilitaba porque se hacía en verso, con cierta cadencia musical que ayudaba a recordarla.
Más tarde, estos autores sagrados la escribieron en cueros de res: largas tiras de cuero llamadas “pergaminos”, que se enrollaban en dos cilindros de madera. Cada rollo era un libro. Se escribían con plumas de ave, untadas en tinta.
También se escribieron las antiguas Biblias en “papiros” que eran láminas sacadas de una planta egipcia llamada papiro.
Más tarde vinieron los códices, que son manuscritos muy antiguos que contienen textos de la Biblia. Hay en el mundo más de 1.140 manuscritos bíblicos. Varios de estos códices son del siglo cuarto. Los más famosos están en el Vaticano, en Jerusalén y en Londres. En 1859 el sabio alemán Tishendorf encontró en un antiquísimo monasterio del Monte Sinaí unos pergaminos magníficamente escritos donde está todo el Nuevo Testamento y gran parte del Antiguo. Son 346 páginas escritas con pluma, hace 16 siglos, en mayúsculas todo, sin puntos ni comas. Es el famoso “Códice Sinaítico."
El autor de la Biblia es Dios, pero Dios se sirvió de unos instrumentos que sólo escribían lo que Dios les inspiraba, pero respetándoles su modo de ser, su temperamento y su condición social.
¿Qué es una inspiración? Inspiración es un deseo que nace de la persona y que lo impulsa a realizar algo. Hay inspiraciones humanas, cuando proceden de las facultades humanas (p.e. un cuadro, una escultura, un libro, una poesía). Y hay inspiraciones divinas, cuando proceden de Dios por conducto del Espíritu Santo, y lleva al hombre a ejecutar algo que Dios le inspira y como Dios le inspira. De esta última hablamos aquí.
Dijimos que Dios respetó a los escritores sagrados, influidos por las costumbres y cultura de los países en los que vivían, dejando huella de su estilo, temperamento, personalidad e incluso de la clase social a la que pertenecían o el oficio que desempeñaban; así, por ejemplo, san Pablo muestra su temperamento impetuoso, san Juan, místico y sereno; san Marcos, detallista; Lucas, como buen médico, nos revela a un Jesús lleno de misericordia, etc.
La mayor parte de los autores del Antiguo Testamento son desconocidos para nosotros; cosa comprensible ya que la literatura antigua era anónima, pues las composiciones, tanto orales como escritas, pertenecían a la comunidad y no a los individuos. Muchos escritores además se basaron en la tradición oral, que ampliaban, por lo que algunas obras se atribuyen a aquel autor que más haya influido en ella. Así ocurre, por ejemplo, con el Pentateuco que se atribuye a Moisés siendo que él es sólo autor de su núcleo fundamental.
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