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Tema: El problema de precisar, o afinar, filosóficamente el factor subjetivo.

  1. #21
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    Predeterminado Re: Tabula rasa, pensar sin conciencia

    Queridos Koli y Alberto: quiero proponerles un comentario más este día. He aquí un ejemplo clásico de cómo Descartes, los cartesianos y Leibniz prosiguieron una discusión a partir de una relación de alto nivel substancializada:

    Para todos los que participaron en la discusión era claro que el alma es una substancia y que además de ella hay otras substancias, que son las corpóreas. Por una variedad de razones que no mencionaré aquí, era necesario que se preguntaran si el alma podía influir sobre el cuerpo y el cuerpo sobre el alma. No era evidente cuál podría ser la respuesta y eso se debía en parte a que eran muy cuidadosos en sus argumentaciones (aunque unos acusaban a otros de no haberlo sido. Pero debemos entender que hablaban entre ellos). Ahora bien: Descartes sostenía que el alma influía sobre el cuerpo y el cuerpo sobre el alma.

    Descartes avanzaba también por el lado de la física, sin hacer a un lado sus concepciones metafísicas. En esta disciplina estableció que en el mundo se conservaba la cantidad de movimiento, y eso lo deducía de su convicción de que Dios es perfecto, pues no le parecía compatible con la perfección divina el que Dios tuviera que estar restableciendo una y otra vez dicha cantidad en el mundo. Pero la conservación de la cantidad de movimiento, tal como Descartes la entendía, introducía un conflicto con su doctrina del alma, pues si ésta influía sobre el cuerpo, ¿cómo se podría conservar la cantidad de movimiento? Para arreglar esto pensó que era necesario distinguir entre el movimiento y su dirección y dijo que el alma solamente modificaba la segunda sin afectar el primero, de manera que no resultará afectada la cantidad de movimiento total. Sólo que al establecer su modelo matemático, los resultados no concordaban con lo que pasaba en los choques de los cuerpos.

    Malebranche creyó resolver el problema mediante su teoría del ocasionalismo: decía que el alma no interactuaba con el cuerpo, sino que cada vez que pensamos en hacer algo, Dios lo ejecuta por nosotros (estoy simplificando terriblemente, pues hago parecer tontos a estos pensadores tan penetrantes, cuando en realidad me parecen geniales. Es una falla mía, naturalmente). Como he dicho, a Descartes esto le había parecido indigno de la perfección divina, pero Descartes ya había fallecido.

    Leibniz refutó cumplidamente la doctrina cartesiana acerca de la cantidad de movimiento, mostrando que no coincidía con los resultados experimentales. Él también estaba de acuerdo en que esta cantidad se conservaba en el mundo, y por la misma razón que Descartes había propuesto: Porque Dios es perfecto. También coincidía en decir que una teoría como el ocasionalismo era indigna de Dios. Pero Leibniz se representaba matemáticamente la cantidad de movimiento de otro modo: En primer lugar, él la relacionaba con lo que hoy llamamos energía cinética y energía potencial y demostraba que en un sistema de cuerpos la suma de estas energías era la misma en cualquier momento. En segundo lugar, afinó el concepto cartesiano de velocidad (que era más bien lo que hoy llamamos rapidez), pues le incorporó la dirección y el sentido y la concibió así como lo que hoy llamamos "vector". Entonces pudo mostrar que con esta modificación lo que Descartes había llamado cantidad de movimiento verdaderamente se conservaba en cualquier interacción mecánica (es lo que en nuestros días llamamos Momentum).

    Pero ya que Leibniz hizo todo esto, quedaba todavía sin respuesta la pregunta "¿hay interacción entre el alma y el cuerpo?" Y él decidió que no; pero no por ello condescendió con el ocasionalismo. Inventó una teoría novedosa: el alma no interactúa con el cuerpo ni con ninguna otra substancia, pero Dios no necesita intervenir. En general, ninguna substancia interactúa con ninguna otra (son mónadas, decía él). Lo que ocurre es que desde la creación Dios hizo cada mónada con una ley que la define, y siendo Dios el Creador de todas las mónadas estableció sus leyes con absoluta armonía, de suerte que pareciera que hay interacción entre ellas. De esta manera Leibniz eliminaba el conflicto entre la conservación de la cantidad de movimiento, la aparente interacción entre el alma y el cuerpo y la dignidad de nuestra concepción de Dios.

    Es sólo un ejemplo clásico para ilustrar el cuidado que hay que tener en cómo usamos las relaciones que construimos o que tomamos prestadas de otros.

    Un abrazo
    Última edición por JuanFlorencio; 16/09/2013 a las 00:29

  2. #22
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    Predeterminado Re: Tabula rasa, pensar sin conciencia

    Estimado Juan, la cultura, lo cultural se da en ese campo mental compartido por todos, intangible tal vez, por ejemplo cunado alguien inaugura una forma o elabora mentalmente una forma mental, de ganarse económicamente la vida, esta forma y construcción mental, pasa a ser parte de todos, como problema y solución, concebidos por la mente. Al inaugurase estas formas mentales culturales, en el cometido de la explotación y reducción de la vida y el medio viviente a los fines de la satisfacción y objetivos, de una singularidad o de un grupo social, todos estamos expuestos, a ser victimas de estas estructuras, estos medios de sometimiento y explotación, inaugurados por estas construcciones mentales culturales, que pasa a ser patrimonio político militar social cultural de la lucha y la resistencia entre unos y otros, en la carrera competitiva por el poder.


    Ya vimos que una vez creadas, concebidas, por la acción mental, ya es casi imposible deshacerse de ellas, no verse afectado por ellas, liberase de sus usos y practicas, económicas y políticas, sociales y culturales, a las que mentalmente todos apelan.

    Del manejo o empelo, como la ideación y modelación mental del acero, la palabra, para los objetivos prácticos productivos de la organización de una economía funda en la violencia, la negación, en el desprecio y la desvalorización de la vida, ya nadie se libra, o aya libre, de tal practica, social cultural mental, como seres vivos que somos.

    Si tú observas yo distingo entre formas mentales, existenciales, y formas vivientes, entre un campo o medio, y otro campo y medio, en el que se da la acción y organización como evolución de la productividad de la vida orgánica y en el que se da la acción y evolución de las construcciones de la productividad de la mente humana.

    Como cuerpo soy producto de la acción y manifestación de la vida y como hombre producto de la acción y manifestación de la mente. Bajo ningún concepto puedo impedir que la acción y manifestación de la vida no actúe y se manifieste por mis brazo, riñones, latidos, etcétera, como tampoco puedo impedir que la acción de los objetivos sociales culturales de la mente, que me emplea y explota, por medio de haberme echo dependiente de sus productos y estructuras, no actúe por mi mente, explotando y utilizando mi cuerpo, mis capacidades cognitivas, como medio he instrumento biológico, de el propio desarrollo social cultural, de tales estructuras y productos.

    La diferenciación se da, se sostiene y alimenta, o retroalimenta por un lógico antagonismo entre la acción y organización cultural, de los productos empleados y convalidados por la mente, contra la acción de los productos de la organización, evolución y manifestación de la vida.

    Estoy atravesado en tato que siendo constantemente transitado por la acción de dos corrientes.

    Mi mente individual, se ve sometida y exigida a la generalización y extralimitación de la acción de la mente social cultural, si me le opongo o resisto lo más probable que me anule, elimine, en tanto esto tengo que hacerme el perro ****, obedeciéndola y sirviéndola enmascaradamente, especulando con sus puntos flacos, he intentando comprender como funciona, opera y evoluciona. Actuando a través y por medio de mis huesos, manos, ideas y pensamientos, valiéndose de mi mete y cerebro, que están siendo explotados y regidos, por los contenidos y cometidos de su accionar, por la naturaleza estructural mental de las construcciones mentales a las que sirvo, las que he interiorizado, incorporado, de las que me valgo, en tanto que me he hecho dependiente de ellas.

    Cuando uno toma, incorpora un conocimiento, el manejo operativo de una estructura, una construcción mental cualquiera, no puede impedir no ser tomado agarrado, capturado, empleado por tal estructura, técnica y conocimiento mental. El exterior estratificado, cristalizado, aparentemente neutro y muerto, como sin vida propia, se posesiona y anima, se hace de la vida a parir de mi sangre.

    Cuando uno piensa que se vale de la apropiación y el empleo del conocimiento exterior, no puede prever lo contrario, que es tomado, agarrado, absorbido como sujeto vivo, en tanto que sujetado, por las necesidades operativas evolutivas de ese conocimiento exterior.
    Que es el que opera, actúa, animándose al interior de mis procesos biológicos mentales fisiológicos, etc. Que de alguna forma, o manera estoy siendo parasitado por las estructuras gélidas de un exterior que se apodera de mi interior, que se proyecta, anda y camina a partir de mis huesos, respira y actúa entanto que observa y analiza a partir de mis pulmones y sentidos.

    En tanto que mi vida es sometida y explotada por un exterior sin vida, carente de cuerpo y vida propia, no falto de cierta inteligencia, que necesita de mi vida y cuerpo, para prosperar y desarrollarse, en contra de mi vida y cuerpo, o medio ambiente biológico.

    Así como fácilmente es demostrable que el conocimiento exterior acumulado y estratificado, capitalizados y atesorado por la cultura, y las estructuras económicas de todas nuestras formas políticas y sociales, no sirve al desarrollo de la vida, no se encuentra a los fines de la vida, si no que su cometido originario siempre fue, la utilización y manipulación de esta, como la explotación y el deterioro, que conllevan su consecuente y progresivo derrumbe.

    De ahí mi insistencia, en la búsqueda de otras formas, estructuras mentales, que si piense y respondan a la vida, a la complejidad y el respeto que esta se merece.

    Búsqueda que por el momento, no pasa más que por su teorización mental.
    En tal sentido voy hasta el final, con aciertos y errores de todas las dimisiones y colores, por denunciar y describir, a partir de vagos modelos, en algo, el papel crucial de la función, he incidencia, que he llamado de la acción mental, de la intangible acción metal, que opera por medio de, que se hace tangible en su acción por medio de sus manifestaciones y construcciones.

    De aquí que a Juan y Albero no me resta más que agradecer todas las criticas y objeciones, aclaraciones y errores, que puedan subsistir y prever en tanto que prevalecer en mi planteamientos especulativos.

    Un abrazo.

  3. #23
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    Predeterminado Re: Tabula rasa, pensar sin conciencia

    Oh, Koli, no sé por qué al leer tu respuesta experimento que estás dando por concluida la discusión. Si es así, lo lamento, pero al mismo tiempo te animo a que continúes reflexionando y a que, cuando hayas encontrado alguna de esas nuevas formas que con gran anhelo buscas, la compartas con nosotros.

    Nuevamente te invito a que leas el poema "Muerte sin fin", de José Gorostiza, que puedes encontrar en la red.

    ¡Ánimo una vez más!
    Juan Florencio

  4. #24
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    Predeterminado Ideas por pensar, categorías que no están inmediatamente a la vista

    En pocas palabras, la cuestión principal que tenía en mente con la reflexión sobre la distancia era perseguir la moral que hubiera en ella.

    La hipótesis moral de la distancia era el impulso moral distante; la moral no se da consigo misma toda de una vez, sin intermedios, sino que se distancia de sí misma. El sujeto experimenta la moral como cierta dialéctica consigo mismo, experimenta la moral en segundo plano (orden), no en primero.

    Por así decirlo, la distancia me llevó a cierta insensibilidad a sí; si se quiere ver de esta forma, la distancia sería una metafísica de la individualidad venida abajo y desposeída... de sí; la distancia, por sí, está falta de condición extensiva; no avanza por ella sola.

    La experiencia moral, la experiencia con el otro, es la experiencia de mayor importancia, con mucho. El resto es poco más que su modificación; el resto es, por supuesto, más que poco, pero la balanza, finalmente, cae del lado moral y el afecto que trae consigo. Tanto es así que ese supuesto “sujeto”, un término sacado de un error de cálculo que se enreda en su propia experiencia como si siguiese su propio centro y se-siguiese, no es nada más que una apariencia sometida a una tiranía dialéctica que anda a pasos de ciego; avanza poco a poco hasta que, finalmente, desaparece sin dejar nada. Que pensemos en subjetividades independientes y aíslas, como si una experiencia subjetiva subsistiese por sí sola, me parece una ingenuidad sobre los límites consustanciales del pensamiento; el pensamiento es una idea negativa, de algo, hecha pasar por una positiva, de, para, y por sí misma, una idea venida de la nada.

    Sobre la tabula rasa, la he mencionado por dos razones:

    1. La cuestión del debate entre Locke y Leibniz sobre las predisposiciones de la mente, ora intelectual y sensiblemente, ora moralmente. A este propósito, me permito recordar que mi anterior aportación venía a defender la sustancia y las predisposiciones con preferencia sobre su experiencia ante una propuesta de cambio a favor de los elementos constituyentes en lugar de las esencias de las que éstos dependen; tabula rasa, ideas sin deudas, venidas, pues, de ningún sitio. Toda idea tiene una genética a la que está íntimamente asociada.

    La fenomenología, en buena medida, consiste en minimizar su distancia consigo misma, al menos, la fenomenología como la idea problemática de lo pensado. Sin embargo, los sí mismos y cosas mismas de la fenomenología, con su detallado y sofisticado catálogo de suspensiones y evidencias, es una reflexión que deja de lado la cuestión de si su idea está asentada en el mismo sitio que la experiencia de su pensamiento; la fenomenología finge estar en dos sitios a la vez en un mismo instante; induce una actualidad sin desarrollar, sin las experiencias que agoten sus posibilidades.

    Apruebo que ciertas cuestiones se sitúen, pero lo verdaderamente importante de las mismas es lo que extiende la situación y la trasciende; aclaro, no obstante, que la trascendencia de la que hablo es una reordenación de los términos en juego, no una superación indeterminada; la filosofía consiste, básicamente, en este objeto de reflexión sin necesidad de otras definiciones; la filosofía no se recrea en otra cosa que en sí misma; es una pregunta "fundamental" que pregunta por ella, como cierto maestro dijera, "pensar con el mínimo de supuestos"; la filosofía no responde a otra pregunta que no sea otra pregunta; es un problema en absoluto.

    2. Como me parece que la reflexión de Nietzsche sobre estos temas es rica y está muy relacionada con lo que me inquieta de la distancia, esto es, qué hay debajo de la conciencia, me serví de un sentido, con cierta ironía, lo admito, que Nietzsche propusiera para que “con un poco de silencio, un poco de “tabula rasa” de la conciencia, de nuevo hubiera sitio para lo nuevo” (GM, Tratado segundo, 1, pg. 76); me remito a que hace unos pocos días se estuvo hablando de Nietzsche con uno de los foristas que participa en este tema. Nietzsche pretendía que olvidásemos algunas cosas; buscaba nuevos valores. La mayor fortaleza de Nietzsche no era la historia de la filosofía, pero, aún así, siempre tuvo “olfato” para poner a la “vista” cosas importantes. ¿No se estarán poniendo las cosas del revés como si inmediatamente estuviesen del derecho sin apercibirnos de que lo inmediato no es otra cosa que su cabal falta de idea? ¿la historia a la que nos añadimos es actual, ¡se experimenta en absoluto!; o, por el contrario, pasa de largo como historicidad sin auténtica experiencia? (*).

    En todo caso, es conveniente centrar los objetos de reflexión, los qué pensables. No estoy dispuesto a hacer filosofía de ideas que no tenga en mí mismo; sería perseguir un ídolo al que mi búsqueda, de repente, se adhiriese; de hecho, en mi intervención anterior, lo llamé "tragabolas"; no pienso nada que esté "alto" (nivel) sin un debajo (de dónde viene lo que trae consigo); la terminología sacada de la “ciencia moderna” es un paso adelante que, por su propio movimiento, exige la anterioridad de la filosofía, los qué pensables. Prefiero pensar lo pensable, no en sus condiciones de posibilidad sino en sus condiciones de inferioridad, ¡por dónde entra lo pensable!.

    Con ideas claras y distintas no me refiero a ideas “claras y distintas”, como si su idea problemática encontrase satisfacción en una retórica destinada a cierto alineamiento a valores "decadentes" (hechos a la medida de la mente, de bajo tono y sin que pase nada) en lugar de un alineamiento a valores "superiores" (como si se tratase de hacer oír a un sordo a gritos); ¡ja!. No leo a Descartes al pie de la letra; ideas claras y distintas son, sencillamente, las ideas verdaderas de la intuición, un auténtico problema en lugar de una respuesta satisfecha. (Por favor, si las discusiones van a girar en torno a la semántica, díganmelo para abandonar de inmediato el tema; pensar no consiste en usar expresiones de acuerdo a cierta regla sino, mejor visto, ahondar en sus posibilidades).

    Por último, "la precipitación" es una idea que elaboré para ***** el ritmo de la idea, una forma inversa de la misma a partir de la que se puede dar a sí. En principio, era una especulación sobre el esquema temporal en el que se limitaba la experiencia de la mente; que el espacio de la mente sea más amplio que lo pensado, como el ser que el ente, no es sino una idea por pensar, no una idea pensada. El problema de la temporalidad es más grave que si es una entidad; ¿una entidad que sea, sin otra garantía que la de que esté hecha a su medida y, por tanto, ¡cómo no!, se corresponda consigo misma?. Según mi parecer, en el fenómeno se producían vacíos de idea que se rellenaban con un salto sobre el que las ideas se precipitaban; el fondo de las ideas no estaba a la vista sino que corría por debajo de ellas.

    (*) Entiéndase que yo no pienso como Nietzsche sino, por lo general, al revés que él, no a su sombra sino enfrente. Hay muchos maestros que menciono por los que siento enorme admiración y gratitud; sin embargo, no pondría la mano en el fuego por nada de lo que hubieran pensado si no lo he pensado yo.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 18/09/2013 a las 06:43

  5. #25
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    Predeterminado Re: Ideas por pensar, categorías que no están inmediatamente a la vista

    Querido Alberto, como puedes ver, Koli tituló su tema así: "El problema de precisar..." (por favor, imagínate en cursivas la palabra "precisar", porque yo todavía no logro ponerla de ese modo aquí). Supongo que Koli eligió esa palabra cuidadosamente y ya sabes qué significa; pero que él lo diga, si lo desea. Ahora bien, por mi parte ya sé que hay una actividad que llamamos "pensar" y que algunos (yo todavía no lo tengo muy claro) dicen que es anterior al uso de la palabra. Pero si yo estuviera viendo a Koli en el momento en que escribe e hiciera el ejercicio de sujetarme a lo que veo tan estrictamente como me fuera posible, me diría a mí mismo: "entre todo el repertorio de palabras que posee, Koli está haciendo una selección y está determinando cómo habrá de ordenarlas para que cuando las leamos lleguemos a entender algo: lo que él nos quiere decir".

    Pero cuando leo su creación, puede ocurrir que descubra términos en su repertorio que no estén en el mío. Y yo por lo pronto (sé que muchos otros no), creyendo como creo que hay combinaciones de términos que pueden sustituir a otros, le preguntaría: "Querido Koli, ¿no tendrás otras palabras para decir lo que estás diciendo en el fragmento tal?" Y si él me respondiera que no, entonces yo le pediría que me mostrara algunas otras maneras en que acostumbra usar los términos que desconozco, para poder acostumbrarme yo también a su uso. O le diría, "Koli, si eres tan amable, señala con el dedo la cosa que designas con la palabra fulana".

    Podría ocurrir también que algunos de los términos que Koli utiliza estén también en mi repertorio, pero que él los haya acomodado junto a otros de una manera que no acostumbro usar y que, por lo tanto, me resulte incomprensible. En este caso le diría: "Koli, si no te es demasiado molesto ¿puedes revisar tal enunciado? ¿O es así como debías escribirlo?" Y si él me respondiera: "¡Juan Florencio, es así como debía escribirlo! "; entonces yo le diría: "Por favor, Koli, en ese caso ponme otros ejemplos en donde uses esa misma forma, a fin de que yo pueda entender la regla de construcción. Hazlo por mí, si quieres".

    Todo esto tendría que ver definitivamente con la gramática y con la semántica, que son básicas para un buen diálogo.

    ¡Pero tal vez hay más, Alberto! Recuerdo estas palabras de Don José Ortega y Gasset: "Dóciles al prejuicio inveterado de que hablando nos entendemos, decimos y escuchamos tan de buena fe que acabamos muchas veces por malentendernos mucho más que si, mudos, procurásemos adivinarnos". Estas palabras resuenan en mi mente como una advertencia magistral. Un texto puede estar gramaticalmente bien escrito y no estar introduciendo ningún campo semántico nuevo, pero aún así podría dar lugar a diversas interpretaciones, como sucede cuando en algunas obras cómicas dos personajes se encuentran e inician un aparente diálogo. Los espectadores nos reímos pues conocemos el contexto del discurso de cada personaje y sabemos que se "entienden" sin entenderse realmente, lo cual produce un efecto cómico. En la vida cotidiana también sucede esto, como cuando tú sientes la necesidad de aclarar una y otra vez "¡No soy Nietzscheano, me pongo frente a Nietzsche! ¡No leo a Descartes al pie de la letra; uso sus mismas palabras pero yo quiero decir otra cosa! ¡No soy Kierkegaardiano, hay algunas cosas que comparto con él, pero yo pienso diferente!" Y entiendo que tú necesites aclararlo, pues supongo que no quieres que te malentendamos. Pero, no obstante, te malentendemos. Y no vayas a pensar que solamente a ti se te malentiende. Esto es universal: También tú malentiendes a los demás; también tú malentiendes a Koli y me malentiendes a mí.

    Ahora que has puesto tu pelota en la cancha, el juego prometía y yo ya me había hecho las ilusiones de darle unas buenas patadas al balón. Las preguntas sobre corrección y contexto iban a estar ahí de mi parte, lo declaro abierta y contundentemente. Si después de esto, querido amigo, quieres ***** tu bola y llevártela de nuevo a tu casa pues..., puedes hacerlo, naturalmente, aunque me apenaría bastante. O si querías que admiráramos cómo practicas tú solo con tu balón metiéndolo una y otra vez en una portería sin portero, debo decirte que no soy la clase de gente que admira semejantes cosas.

    Sea cual sea tu decisión, tienes mi respeto Alberto. Ahí están mis condiciones.

    Mientras tanto, recibe un saludo cordial
    Juan Florencio
    Última edición por JuanFlorencio; 16/09/2013 a las 14:29

  6. #26
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    Predeterminado Lo pensado y sus interpretes

    Estimable JuanFlorencio, me alegra que esté actualmente en el foro para que pueda responder rápidamente. Voy a lo pensado, sea de usted, de Eduardo, mío, o de cualquier otro. No me importa nada el quién sino el qué, ya se lo dije. Las particularidades interpretativas, los excesos subjetivos con apariencia de lógica, me son indiferentes; serían una psicología, que no es el caso. Lo que piensen los otros, sea quien sea, tiene que entrar en esa categoría: lo pensado; el sujeto, también. De lo contrario, lo que sea el caso, no se piensa.

    Con respecto a que siga a Nietzsche, Descartes, Kierkegaard, o quien sea, pienso lo que pensaron: el qué; en el pensamiento hay muchos espacios por recorrer. Si usted no hace eso, si usted piensa sin deudas, sin espacios por los que extienda sus ideas, no veo cómo puede pensar nada.

    Cordialmente
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 16/09/2013 a las 15:25

  7. #27
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    Predeterminado Re: Lo pensado y sus interpretes

    Querido amigo, (con el permiso de Koli): me pides algo que no te puedo dar. Yo no soy un cultivador de la rapidez, sino de la lentitud. A ti mismo te exhorto a que la cultives: vuélvete sobre los comentarios que nos has obsequiado y sobre los de Koli, y sobre los míos también. Tómate tu tiempo para ello y luego, si viene al caso, procura responder con cuidado y cabalmente.

    Acerca de quién piensa algo y qué es lo que se piensa, estoy de acuerdo contigo en que lo importante es lo último, es decir, lo que se piensa, o lo que se pensó. Pero cuando tengo que hacer preguntas acerca de lo pensado tengo que saber a quién dirigirme, y es cuando adquiere importancia saber quién o quiénes elaboraron ese pensamiento.

    Buenas tardes Alberto.

  8. #28
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    Predeterminado Re: Lo pensado y sus interpretes

    Que cagada, te doy la razón Juan, después que releí el remate verdaderamente da esa sensación, pido disculpas, si hay algo que me gusta es polemizar, intercambiar ideas y planteamientos, aunque no seamos siempre cabalmente comprendidos.

    A veces manejos ideas que tiene una larga data evolutiva en mi, todo un proceso nuca terminado de evolución, y suelo erróneamente a creer, que son claros y entendibles a los otros, groso error de mi parte, en tanto esto no desestimo el intercambio, aprendo mucho de mi mismos por medio del intercambio, como de los otros, como de mis oscuridades, de mis puntos ciegos, de mis encierros y enredos, en mis propias trampas mentales e ideológicas, ya que solemos quedar presos y prendados de nuestro propio .

    Volviendo al intercambio, mi intento es a nivel mental alternar entre el ser y no ser, y para esto mentalmente no puedo quedarme, rotando, entorno a una idea , o una constelación determinada de ellas, en tanto pretendo operar mentalmente, axiomáticamente, con la discontinuidad, entre la existencia y la no existencia, me imagino que esto debe de sonar a locura, ya que intento poner en practica algo que no se practica, porque nuestra mente, como campo continuo tradicional, por lo tradicional opera con la continuidad, aferrada a la continuidad. no puede abandonar la idea sobre la que se posesiona , sobre la que gira, gravita, seria como abandonar las idea que de si maneja, o saltar a otras, como si pudiera abandonar el cuerpo, una idea, y encarnarse en otros cuerpos, otras ideas, totalmente distinta y antagónica, esto desde el punto de vista tradicional, de los otros, muñidos a la ida que los pose a ellos como campo de actividad y acción mental, no se puede aceptar, ni tolerar entre otras cosas, porque se vendría abajo, a pique, todo el orden social cultural existente que se sustenta y descanas en las ideas.

    Ya que digo poder frecuentar lo que existe y no existe, mientras me posesione por medio del pensamiento en una idea, me limito y restrinjo, auto limito mentalmente a ser y vivir como experimentar mi actividad mental, tenida como mi realidad, por medio de mi construcción, es decir la idea que uso y empleo para proyectarme hacia lo demás, en interrelación con el medio. Al carecer de una idea, o deshacerme de la que hablo, y me expido, no tengo como proyectar mi ser , mi acción mental hacia los demás, porque he dejado de ser y representarme por medio de una idea, o las ideas. Es por esto que digo que alterno entre el ser y el no ser, como una idea contradictoria paradójica pero idea al fin, que empelo, y que me permite operar con mucho más liberta, en tanto expresarme y expedirme hacia los demás, los demás “sujetos” a una idea propia de si, social , cultural, política, histórica, etc.

    La acción mental en si no es nada, hasta que no se proyecta manifiesta hacia la realidad, ya que se hace por tal medio, tangible su acción, por medio de un objeto, una idea, através de lo pensable, en este acto, por hacerse ver, visible y constatable en lo real, por la manifestación de su poder y fuerza, por la propia adquisición y ostentación de la realidad, se condena y confina, ya que la propia acción, se prenda, enamora, de lo conquistado por su pensamiento, alcanzado por su idea, que alcanza el reino de la luz, o lo conquista si se quiere.

    Negar la realidad conquistada, creada, difundida y sostenida, por la acción mental, quiere decir que la acción mental se invierte como trabajo en su realidad, en tal realidad, en la sustentación de su idea, negar la acción mental por la acción mental no es pavada, tirarla por la borda, es asunto serio, para proponer la nada como solución, la mente solo niega y sustituye una realidad con otra, una construcción con otra, y a esto le llama la evolución del pensamiento humano, o de la raza superior, o de la humanidad, o de Antonio, o de Pedro, da igual.

    Lo que me desespera y angustia, es que yo, o cualquiera, por medio del pensamiento, la ideación y construcción mental, puedo impedir y confiscar la acción mental de los otros, como el pensamiento, la construcción, la ideación de los otros, y no tan solo eso, si no que por medio de la acción y el pensamiento puedo róbales su vida, apropiarme de sus vidas, de su mundo, amen de encadenarlos a mis ideas, a la realización de mis ideas y proyectado mundo, que se da en ellos y por medio de su acción mental, amparados por mi idea, la que les inculqué, . “Mis” es un decir para el ejemplo.

    Agrego que expreso muy bien mi pensar por medio de un lenguaje poético.

    Un abrazo a ambos y sigo expuesto al combate reflexivo.
    Para Juan, mi nombre es Eduardo Coli

  9. #29
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    Predeterminado El espesor y la densidad del pensamiento

    JuanFlorencio, amigo, con el permiso de Eduardo, me pide algo parecido a la claridad y concisión, no para entendernos sino para que usted se entienda con "Eduardo". Entiéndase con quien más le guste; yo hablo de entenderse con cualquiera, en mi idea del pensamiento debiera entrar todo otro que pueda pensar lo mismo que pienso yo; nos remitiríamos a la misma cosa, ¡la cosa pensada!.

    No me ponga condiciones, no tengo tanto interés en hablar con usted como para andar amoldando mi discurso al suyo y terminar pensando lo que usted y Eduardo tengan en mente, a lo que, por otro lado, no le veo mucho más interés que el mismísimo enredo que señalé desde mi primera intervención.

    Todo discurso tiene un espacio que le es propio; es de lo que trata lo que yo digo, que vale, perfectamente, para lo que diga todo otro yo distinto del mío. Si tiene algo verdaderamente importante que pensar, una idea verdadera que pase desapercibida porque en ella no haya un espacio que el pensamiento recorra con facilidad, puede que haya de qué hablar. Yo sé qué busco al pensar, lo he dicho; no sé qué busca usted.

    El diálogo puede ser productivo, ahora bien, el qué del pensamiento y el contenido con que una idea se extiende son algo a lo que se llega, principalmente, a solas. Hay mucho que pensar, sin embargo, hay pocos pensamientos que aporten algo verdadero y una relación íntima que amplíe lo sustantivo, un qué extendido.

    Mi primer entrecomillado, "Eduardo", hacía referencia a que podría ser cualquiera, debe abrazar un género; “Eduardo” es una idea más entre otras muchas ideas. Mucho me temo que su manera de poner el dedo sobre algo, entrecomillar, o "poner en cursiva", es un salto a un plano en el que el pensamiento no tiene por dónde *****se porque no es una misma cosa; no es, dicho así "a priori", no se remite a lo mismo sino a una intimidad fundamentalmente distante no sólo consigo misma sino, asimismo, con todo otra intimidad distinta de sí. Ya no hablaríamos de nada verdadero, "preciso", sino todo lo contrario; se hablaría de una cosa incierta de cada cuál, una idea que no sería perfectamente pensable.

    En principio, toda cosa se puede entender perfectamente, el pensamiento no conoce sus imperfecciones por sí mismo; son las interpretaciones de cada cuál las que hacen posible la imperfección. Esta imperfección es tan relevante que es el contenido de los primeros pasos del pensamiento cuando se piensa algo, cuando el pensamiento está todavía por arreglar; está pendiente de que sea perfectamente pensable.

    No sé qué le preocupará de este tema; por lo que he visto, es algo a lo que no le veo verdadero interés independientemente de que usted y Eduardo se entiendan. Para que tuviese algún interés debiera pensar por encima de usted y Eduardo; usted y Eduardo debieran ser perfectamente pensables.

    No me fijo demasiado en los títulos de los temas ni reduzco mi pensamiento a lo que no le veo interés; tampoco imagino nada en “cursivas”; trato de ir al caso en que descansan las posibilidades de la cuestión. No me quiera enredar entre palabras que no vayan a lo que es, verdaderamente, pensable de algo; pensar es, precisamente, dar con una idea para el desenredo, sin tanta palabra que ponga en lugar de su idea; no alineo el pensamiento a lo dicho o escrito por otro sino a lo pensado.

    Una cosa es acercarse a las mentes de los demás mediante un enlace emocional que "exprese" sus estados internos; fíjese que no digo conocerlos, que requeriría la ralentización en la que se asienta la garantía cognoscitiva de la que se está hablando. Así es como uno se acerca a alguien próximo: su pareja, sus hijos, un buen amigo, o sus padres; en esta categoría entra muy poca gente; cognoscitivamente hablando es como si se los conociese. Permítame que no entre en la pretensión de "precisar", ahora mismo (*), si las categorías cognoscitivas conocen, o si se aproximan a su objeto de más formas que las cognoscitivas; no querría caer en trampas lingüísticas ante su más inmediata falta de idea.

    Otra cosa distinta es acercarse a la distancia; es una categoría mucho más amplia que la de la gente a la que llegamos, de alguna manera, a acercarnos. La distancia es, para empezar, un principio de desapropiación del pensamiento en el que la interioridad queda reducida a un concepto puro; ésto ya lo he dicho, lo puedo decir de mil maneras distintas mil veces más, que su cuestión no se ve afectada; no me pida que convierta la claridad en repetición. En la interacción con otras mentes no hay otros conceptos puros que los que son, de suyo, verdaderos. Vayamos a las ideas con más posibilidades, no con menos.

    La interioridad tiene mucho contenido, pero, como señalé refiriéndome expresamente a Kierkegaard, conduce a las distancias existenciales; el sujeto se intensifica de tal modo que satura sus propias categorías. Lo importante está en la categoría, ¡no en que mencione a Kierkegaard!.

    Una idea verdadera es algo fácil de intuir si empezamos con las suspensiones, si se aceptan las formas menores que entran en las mayores, como si uno piensa cosas que ya ha pensado y se las cuenta a otro (vg. un cogito ingenuo); es más complejo y productivo pensar lo que todavía no ha sido pensado y está, por tanto, a la espera (vg. un cogito problemático).

    Permítame decirle que pensar es algo que se hace sin necesidad de entrar en interioridades. Ya he señalado que la categoría del otro es moral, no inteligible; no trataría, como le he dicho anteriormente, de particularidades y subjetividades sino a partir de una distancia; de ahí se va a ellas, ¡desde lo mismo!.

    Si para usted pensar es meterse en la interioridad de Eduardo y ver si es similar a la suya, no tengo más problema que recomendarle que deje de lado los detalles sin importancia y, en su lugar, se fije en lo más constante y problemático de ellos.

    Las ideas verdaderas, las que condicionan las cosas primeramente, no son ideas inmediatas a la intuición que se puedan pensar de buenas a primeras, sin una lentísima preparación; serían, en el mejor de los casos, ideas que la razón haría positiva mediante una elaboración. La verdad, visto así, no es positiva, sino que es negativa, lo que piensa y tiene en mente. La experiencia de la conciencia y de lo que trata todo pensamiento está, final y enteramente, determinado; su única indeterminación está en las excepciones que queden sin experimentar. Esto, claro está, sucede bajo unas condiciones dadas, que se haya pensado más lo que se está pensando.

    (*) En una intervención anterior se me recomendó lentitud porque aproveché la ocasión de leer un mensaje recién publicado y, al momento, contestar. Mi respuesta rápida no buscaba entrar en detalles porque lo importante a lo que debía responder cabía en pocas palabras. Dicho de otra manera, pensar despacio no consiste en pensar sin prisa y dejar lugar a meditar lo que se piensa; mejor visto, pensar despacio es ampliar el espacio que había anteriormente en el pensamiento. La lentitud del pensamiento no es una cuestión de darse tiempo, que se destine más tiempo a pensar algo, pongamos, dos o dos mil tardes, sino que el pensamiento se extienda por dentro y se aporte algo valioso al mismo. Pensar “lento”, en el sentido de suspender las manillas del reloj, es una idea de la lentitud hecha a la medida del contrario de la lentitud, la rapidez, un objeto dialéctico en el que la verdadera sustancia de la que depende su idea es dejado de manos de un lenguaje sin otro pensamiento que el mismo que ya tenía; se ha alargado el pensamiento sin que se haya añadido nada. El pensamiento en el que lo pensado está a la altura de los términos disponibles en el lenguaje para él es una confusión entre lenguaje y pensamiento sin ninguna idea del pensamiento distinta de sí misma; ¡no se piensa nada!.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 19/09/2013 a las 08:41

  10. #30
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    Predeterminado Re: El espesor y la densidad del pensamiento

    De acuerdo Alberto. No tengo ningún inconveniente en que no aceptes mis condiciones. Me quedo en este tema dialogando con Eduardo.

    Te envío un saludo cordial
    Juan Florencio

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