Tú,
Que te arrodillas frente a todos los santos;
que ante ellos tu miseria lucras
y ante nosotros superior te sientes.
Tú,
que a la luz del nuevo día
ensanchas tus quejas hasta el cielo,
que plantas en tu fetiche nueva flor
respirando de la vida su aire fresco.
Tú,
que dices ser fuerte porque rezas
dejando libre tu alma al destino,
tú que crees serás bienvenido
a tierras prometidas y paraísos presos.
Guárdate para ti los ángeles dadivosos,
los vanos milagros todos,
te los dejo.
Tú, al igual que yo,
pequeño y mortal
como el más mínimo insecto
solo serás ceniza libre en la pira del tiempo.
Despojado de todo júbilo
vivirás como yo en el eterno silencio.
Y tú,
que a orillas del camino no me miras
mientras tu espíritu especula en las iglesias.
¿Piensas por eso que mi corazón sufre
todas las desgracias de la tierra?
Pero yo soy el feliz y limpio
y solo tu necesitas lavar la conciencia.
Tú,
preso terrenal de temores celestes,
templado arlequín del dios sagrado,
obediente vacío, siervo fortuito.
Tú, creyente soberbio de injustas mentiras,
rasgador de ajenas vestimentas.
Tú, habrás de verme al final del camino.
Me verás sonriendo, sí;
feliz tras la última puerta.
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