Yo me fui.
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Escapé con el temblor de la tarde
que suspiraba reproches viejos.
Marché por los patíbulos del silencio
sin mirar atrás de nuevo.
Fueron las penumbras frágiles
las que sujetaron mi cuerpo,
las insomnes caricias cerradas
que floraban rentadas en mi huerto.
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Yo marché.
Me vestí con cirros quebradizos
que se marginaban en el cielo
y fui del cielo plomizo por un instante.
/
El viento trenzaba remolinos diferentes,
como si de una rara angustia se tratara.
Millones de pétalos trémulos
fenecían esperando un nuevo milagro.
El bálsamo fue un beso tuyo
escondido tras el pórtico descarnado.
/
Yo me fui; Tuve que escapar.
El quieto abismo de tu recuerdo
abría sus fauces de inquietante leona.
Un éxodo de estrellas profundas
lloviznaba sepulcral sobre la mesa.
Escapé porque era premisa.
porque el impalpable ambiente
gritaba en mi oído tu nombre,
porque cada letra caía en mi alma
como en otoños las hojas.
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Yo me marché.
Partí con la fatiga del sol
que me dejaba un saludo discreto.
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Yo fui el que marchó.
/
Tenía que escapar.
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