Oposiciones sin contrario, sin resolución
“Y, tras lo dicho, es preciso comprobar, por referencia del problema a las sensaciones y los sentimientos (pues así la garantía estará aseguradísima), que el alma es un cuerpo formado a base de partículas finísimas extendidas por el cuerpo entero, y sumamente parecido a un soplo de aire que lleva en sí cierta mezcla de calor y, en un sentido, parecido a uno de estos dos elementos, y, en otro, al otro” (Epicuro, Epístola a Heródoto)
Como me ha pasado otras veces, tuve una reflexión, estando desvelado, que resolvía algunas de las cuestiones que me inquietan. Cuando lo comenté al día siguiente, se me dijo, “¡pero hombre!, ten a mano una libretita para apuntarte esas cosas que piensas” (*).
He dejado de inquietarme por las ideas que se me escapan y no logro fijar. ¿O las tendría más conmigo al estar escritas en un papel, en lugar de que sean un objeto en cuestión?
Uno de los objetos de reflexión que más me inquieta sucede todos los días cuando meto o saco los cubiertos del cajón de la cocina. A veces, tengo que ir al cajón sólo para ver qué hay en él tan inquietante. Ver el cajón, sin embargo, no implica el drama que contiene (**).
Lo que despierta mi inquietud es algo muy sencillo. Hay cosas que están de un lado de la misma manera que del otro, y, sin embargo, no dejo de preguntarme si podría tener el lado segundo sólo con el primero.
Mi pregunta no se refiere, empero, y como pudiera primeramente pensarse, a la forma inversa implícita en todo lo que se ve (***). El problema pasa, en algún momento, por ahí, pero no queda, ni mucho menos, ahí.
Si estuviese privado de la vista, y dado que eso es parte de lo que me inquieta, el problema sería el mismo. No es necesario ver para experimentar el problema ni para comprenderlo. No me pregunto, por tanto, por nada que vea, si el cubierto está del derecho o del revés. El derecho y el revés, según pienso, son lo mismo, son posiciones fijas o categorías que ordenan los objetos a ver.
(*) Escribo cosas en mis cuadernos a diario (****). No es por ahí por donde se escapan las ideas. Se escapan, no al olvidar lo que he pensado, sino cuando no estaba preparado para ello.
(**) Los principales dramas del pensamiento son aquellos para los que éste carece de respuesta (*****).
(***) Un especialista de la vista se debiera extrañar no sólo de que hablase de términos visuales que no se ven (******), ya se sabe lo que se dice, que la filosofía sólo dice tonterías para las que sólo la ciencia tiene respuesta; debiera sorprenderle, todavía más, que ninguna de sus herramientas estuviera preparada para algunos términos de los que hablase.
(****) La escritura es a la práctica filosófica lo que la voz al oído, lo primero a lo que se remite.
(*****) Este problema tiene más interés cuando la falta de respuesta no se limita a lo primero e inmediato, dicho disposicionalmente, al momento sensible, sino cuando sigue siendo a pesar del esfuerzo mediato y abstracto (*******), dicho en puridad, al agotar su recorrido.
(******) No estaría hablando de cualquier término, sino de uno que se ve y le compete de lleno al que está interesado en la visión y lo visible.
Cuando me refiero a algo que no se ve no es en relación a una oposición extraña a la visión, un movimiento negativo metafísicamente desquiciado (********). Todo lo contrario, no salgo de la vista. Sería algo que habría en la visión sin exteriorizarse, lo que la vista no reconocería, una posición, de cierta importancia, que quedaría sin completar. No hablo, por tanto, de lo que se ve y no se ve, el movimiento dialéctico y superfical al que me opongo, sino de la trama que le es inherente y esencial, el que, en tanto la vista sea, no deja de ser.
(*******) Los términos reflexivos no se declinan igualmente más que en un principio. Lo inmediato y lo mediato no son lo mismo a lo que se le añade un defecto o se quita un añadido.
(********) O, lo que viene a ser peor, un término físico "ciego", sin una posibilidad positiva que lo retome, sin dejarlo caer.
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