La realización del negativo y su término
“Nunca encontré todavía la mujer con quien quisiera tener hijos, a no ser esta a quien yo amo: ¡pues yo te amo, oh eternidad!" (Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra)
Cuando hablara del problema en el trato social del niño autista especulaba con unos valores afectivos que, según lo veía, no le faltaban directamente y a la primera; el problema podía ser indirecto y pasar totalmente desapercibido; de no preguntar por él, ninguna mente especulativa sabría de su existencia de otra manera que golpeándose con ella; hay problemas que ninguna mente especulativa podría solucionar por sí sola (*).
Rechacé, desde un principio, que al niño autista le faltase algo, que hubiese una falta neta, un negativo completo. Según pensaba, la coordinación pasa por alto su propia oposición, el único movimiento que siempre le acompaña. Todas las oposiciones se reducen, en esencia, a una, a sí misma (**).
(*) Una falta de solución de la dialéctica con el mayor interés reflexivo, un límite a partir del que no hay más y para el que su garantía pierde validez, la cuestión, en esencia, de seguir siendo. Basta con preguntarse si un hombre solo podría pensar otro hombre que no fuese él mismo; si tiene, dicho de una vez, una disposición para sí mismo, que se espere, de alguna manera, a sí mismo con prioridad sobre otro (***). Pongamos que nuestro hombre especulativo lo pensase, que pudiera pensar otro como él; y pensemos más lejos, que no fuese algo indiferente, sino que le afectase de una manera que ya conociese sin otro hombre, como la compañía del sonido o la de un animal (****). Sin embargo, su especulación sería artificial, esencialmente indiferente, no tendría por dónde ir, no se podría hacer una idea completa de él; el otro hombre no afecta al pensar, sino al sentir, lo que pasa al estar con él y no pasa cuando se está solo; por mucho que imaginase otro hombre, jamás podría provocar en sí mismo lo que otro podría provocar en él.
(**) Tiene implícita, primeramente, el momento del ser y el no-ser; segundamente, y de manera extensiva, otro que hace presión sobre la indiferencia abstracta poniéndola a prueba (*****), una oposición le acompaña resultándole natural y es, de alguna manera, sida, está echada hacia delante, surge sin alcanzarla.
(***) Una cuestión que pudiera parecer excederse en su sutileza; sucede al contrario, al no poderse responder directamente, con lo que la intuición cuenta, hay que hacer un esfuerzo reflexivo, pasar por encima de ella y elaborar aquello de lo que carece. Dicho de una manera breve y más intuitiva, según nuestra tesis, en la espera hay lugar a más de uno, se espera algo más, un término extendido (******).
(****) Uno no sabe de la compañía hasta que se siente acompañado. La compañía, como la mayor parte de los afectos, no es “a priori” en sentido estricto, sino que implica cierta realización y extensión; no sería, por tanto, un contraste, una diferencia, para decirlo con la ironía propia del lenguaje, “indiferenciada”, sino que le tocaría de lado, no a modo de choque frontal.
(*****) El otro no deja (*******), en momento alguno, de cargar con el problema primero, este era, el del ser y el no-ser; si el problema no está, de alguna manera, ya resuelto, la contradicción esencial es irresoluble en absoluto, no tiene solución para su dialéctica.
(******) El problema del tiempo, el no-ser continuo, que va y viene, no se puede resolver de una vez, a la manera de una espera simple, sino, en el mejor de los casos, compleja, retomándolo según se escapa.
(*******) El otro que no es uno en el orden de las cosas. El otro relativo a los seres vivos exige un salto y complejidad que no hay en el primero.
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