Ver en la oscuridad
Como digo, me preguntaba si podría pensar sin movimiento; si, estando quieto, podría concebir moverme.
Aparte del problema diferencial, de cierta importancia para la comprensión de la intriga dialéctica, un compuesto de apariencias con forma lógica, pretendía adelantarme a lo que está por venir. El no-ser deja de ser un problema que surja, sino, en lo que me intriga, que está ya ahí (*); no es, por tanto, un accidente, sino una necesidad, un paso del ser sobre sí mismo.
La percepción, aunque es muy aclaradora, no es sino una especie de la sensibilidad. Si se la piensa en su extensión, la interioridad se desvanece; no sólo deja de ser y queda neutralizada por la realización de su opuesto, sino, lo que para mi reflexión era mucho más importante, se podía haber prescindido de ella, haberla quitado, para decirlo con una anticipación de la realización de su contrariedad.
Habitualmente se entiende la percepción a la manera de una “sensibilidad activa”, sin garantía para su recorrido y, lo que reflexivamente es más importante, conciencia y vuelta sobre sí. Es un enfoque inadecuado; es más, diría que es falso, se puede contradecir con la pasividad de la que se alimenta. Si no fuese así, la percepción tendría que ser un proceso de creación de la sensibilidad agotador, en resumen, imposible para las exigencias de conciencia, ser conciencia de algo, de alguna manera, determinado.
(*) Anteriormente ya he comentado que el no-ser y el ser no están a la misma altura. No se puede quitar nada que no sea quitable. El no-ser no es un artificio del lenguaje. Si fuese así, mi pregunta original, esta era, si podría concebir la movilidad estando quieto, se podría responder sólo con la especulación del lenguaje.
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