Reflexión y posibilidad negada
“Una potencia activa se dice abierta a efectos opuestos –o contrarios o contradictorios– si, mientras su naturaleza permanece inalterada, tiene un primer objeto bajo el cual pueden caer igualmente ambos opuestos. En cambio, se dice abierta a acciones opuestas si, permaneciendo inalterada su naturaleza, basta para elicitar tales acciones opuestas. Por tanto, puesto que la acción de la potencia propiamente activa se llama ‘acto’, entonces toda potencia de acciones opuestas es también de actos opuestos pero no viceversa” (Duns Scoto, Quaestiones super libros Metaphysicorum Aristotelis)
Algunas de las ideas que han tenido más recorrido en mi desarrollo intelectual han brotado en la cocina. No han surgido mientras leía una de esas obras filosóficas que uno, rara vez, termina de leer (*), ni dando un paseo acompañado de una de las muchas reflexiones que empiezo y no sé, sino excepcionalmente, adónde me van a llevar. Esas ideas que me han llevado a algo han surgido del desorden, esto es, ante un problema especulativo, o mientras ejecutaba una acción repetitiva como poner la mesa o contar el tiempo que tarda el agua en hervir para hacer té, esto es, con un opuesto realizado.
Uno de los temas constantes de mis momentos filosóficos en la cocina es la contemplación del movimiento pasivo. Se trata de un movimiento que ya es y al que nos sumamos. No sería, por tanto, primero, sino que su actividad sería, para decirlo a la manera de la sutileza escolástica, pasiva.
Cuando la puerta del microondas queda abierta, no sólo me quita el espacio que la puerta ocupa, sino, en un movimiento mucho más complejo (**), asimismo el que espero de él. No cuento con él, no por una reflexión sobre un espacio que no es, sino que, un espacio que ya es, al volver sobre sí mismo, esta vez, no es; al desarrollarse, por decirlo de esta manera, y dado que la extensión es característica de ser en el espacio, se encuentra con que su expectativa no es satisfecha, no llega a ser lo que espera de él; el espacio que debiera poder ser ocupado no está disponible; para decirlo sin lugar a duda, su posibilidad es negada (***).
(*) La lectura de una obra es sólo el primer paso de su recorrido. Leerla es lo más mecánico e irreflexivo. Uno sólo está en condiciones de enfrentarla, como advirtiera Schopenhauer, cuando ya ha sido leída. La primera lectura, si se ha leído bien, debiera ser la más pobre de todas las lecturas.
(**) Una complejidad que sólo puede alcanzar la reflexión; requiere, aunque sea una única vez (****), volver sobre sí.
(***) La negación de la posibilidad es un momento de la especulación especialmente rico y profundo, al realizarse, topa consigo. La extensión deja de titubear y avanzar de la mano del lenguaje, esto es, hacia ninguna parte, sino que es recorrida, para decirlo de una vez y claramente, sin vuelta atrás.
(****) El número de veces que se repita es indiferente para la esencia de la repetición; no le afecta, permanece indiferente ante el movimiento numérico.
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