Afectos complejos y síntesis afectiva a priori
“Y si no llego, por lo menos habré mostrado el camino a los que me seguirán” (Antón Chéjov, El jardín de los cerezos)
Mientras estaba escribiendo, he tenido que levantarme de la silla. Mi mujer me ha dicho, “no pongas esa cara, que es sólo un momento”, a lo que he respondido, “no estás sintiendo lo que siento yo, sino lo que sientes ante lo que tú estás haciendo (*)”.
Leemos los gestos de los demás no sólo desde ellos, al verlos (**), sino desde uno mismo, al sentirlos. Lo visto no se corresponde con un valor visual (***), sino con uno sentimental o emocional.
El rastro apriorístico del mundo emocional fue una de las principales razones por las que retomé mi interés en la reflexión moral y práctica de Kant. No obstante, el estimable filósofo no pretendía, en momento alguno, una reflexión emocional. La razón y la emoción, para él, eran términos contradictorios.
Al mirarte a los ojos espero verte; ahora bien, visto problemáticamente, esto es, mejor visto, lo que espero ver me manda señales afectivas (****), tiene más recorrido que el de la vista. Tus ojos no son fríos e indiferentes, apáticos, como Kant, sino que, al ver que los miran, reconocen que son vistos (*****); están a la espera de que los vean (******).
(*) Hay emociones puramente imitativas. Uno no siente ese tipo de emoción primeramente, sino una vez que el otro la siente. Si el otro no la sintiese, uno no la sentiría.
(**) Una extensión figurada. La vista implica un contra-recorrido, desanda lo andado. No da un paso sin saber, de alguna manera, que es un paso hacia un sitio.
(***) La emoción no está en el recorrido de la vista. Podríamos llevar la vista tan lejos como quisiéramos, que volveríamos sin emoción alguna. La vista reconoce el espacio, no va más lejos.
(****) No las mandan sin esperar, de alguna manera, respuesta.
(*****) Esto es, no saben que los miran porque vean otros ojos, sino porque reconocen que son mirados, tú eres un valor fijo, que no se alcanza, una composición incomparablemente más compleja.
(******) La expectativa social del hombre es, con mucho, y para bien o mal, la que se reconoce más fácilmente y la que más al fondo llega. Ser hombre, podríamos decir, es principalmente ser entre hombres.
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