“Lo que luego se hace, luego se deshace; mas lo que ha de durar una eternidad ha de tardar otra en hacerse. No se atiende sino a la perfección, y sólo el acierto permanece” (Baltasar Gracián, Oráculo manual y arte de prudencia)

Hay ocasiones para practicar la filosofía de todo tipo. La reflexión y lectura son recomendables, tienen garantía. La mayor parte de los que la practican han leído y reflexionado.

Hay otras ocasiones que no parecen filosóficamente apropiadas, no tienen aspecto filosófico, como pelar las patatas o limpiar los baños (*). En estas otras ocasiones pueden surgir brotes filosóficos sin esperarlo.

No se sabe por dónde va a venir lo que se espera. Llevaba unos días esperando casos que ejemplarizasen los negativos y los objetos que les corresponden (**). Y fue la cesta de los calcetines, especialmente los que no tienen pareja, la que me lo trajo. Me cambió la cara. Me dije, “¡ahí está!”.

Además de torturarse con lecturas, hay que pensar y saber qué es digno de ser pensado. A la hora de pensar no es tan importante cuánto se piensa como qué se piensa. Puedo acumular indefinidamente pensamientos y no avanzar nada.

(*) Un objeto habitual en el baño es el espejo. Refleja muchas cosas, entre ellas, la limitación de toda extensión (***); según se desarrolla, hace un contra-movimiento, se obstaculiza y limita sí misma.

(**) La correspondencia de los negativos y su resolución no es un mero momento dialéctico, un movimiento inactivo más, sin urgencia ni reflexión. Los negativos no están en la sombra y a oscuras. Si fuese así, serían términos, dicho irónicamente, interminables; no serían realizables, no ya mediante el pensamiento, sino que serían insensibles (****), no se amoldarían a referencia alguna.

(***) La capacidad metafórica de los espejos no tendría el interés que tiene de no haber unas reglas en ellos. El espejo, la visión, en definitiva, toda representación, puede reducir todo su discurso a unos pocos movimientos esenciales; el resto es, en su mayor parte, prescindible.

(****) Si los términos negativos no se pudiesen poner a la luz, toda reflexión sobre ellos sería incierta; tanto daría que se pensase en ellos como que no se pensase.