Términos de la reflexión y sus objetos, diferencia dialéctica
“Justamente el filósofo debe saber que detrás de lo “patente y notorio” se ocultan los problemas más difíciles; tanto, que, con giro paradójico, pero no sin sentido profundo, la filosofía podría denominarse la ciencia de las trivialidades” (Husserl, Investigaciones Lógicas)
La mayor parte de las distinciones que hacemos ya están hechas, no son distinciones genuinas, sino que todo sigue igual en ellas. Es algo contrario a la intuición y, más todavía, a la intuición de que “yo” está al mando.
Las suposiciones de la intuición atienden a mantener un equilibrio entre lo que sucede en el mundo sensible y exterior y el interno al que el externo se remonta (*). Estas suposiciones indican intenciones y caminos que la experiencia va a tomar y recorrer con seguridad. Rara vez pasa algo a lo que una mente especulativa no se hubiese adelantado. Si ninguna mente especulativa se adelantó, siempre debiera pensarse si no podría haberse adelantado (**).
La intuición está dispuesta a cosas que ya son, que están ahí, son objetos diversos con un término fijo para ellos. No hay muchas opciones que la intuición pueda elegir. Siendo claro, no hay más que tres. Está lo uno, lo no-uno, esto es, la primera reflexión de lo uno, y lo otro, esto es, una negación positiva que no sólo niega, sino que ejecuta la negación poniendo otro en lugar de lo uno. Estas son las categorías fundamentales que se aplican a todo lo que es. Si remontamos lo que llega a la intuición, todo con lo que se relaciona, podremos ubicarlo sin problema en una u otra categoría.
Empero, la especulación suele ser más problemática, no suele tener sus problemas resueltos. Allí donde no hay problemas, o conciencia de ellos, es inútil especular. La especulación, por más teorética que sea, es fundamentalmente activa, está inmersa en lo problemático por su propia naturaleza; hay algo que la inquieta y por lo que se pregunta.
Los objetos con los que se puede especular son, en principio, infinitos, pero los términos para especular con ellos son muchos menos. Si no fuese así, si los términos con los que se especulase pudiesen ser más, o, dicho problemáticamente, no-menos, el problema no sería sólo del pensador especulativo, sino de la imposibilidad de resolver problema alguno en la existencia.
De modo que se podría preguntar si, al oponer “vosotros” a “nosotros” como objetos directamente disponibles para la reflexión (***), no podríamos haber pensado antes en ti (****), en mí y si había legalidad para su generalidad, o, dicho de otra manera, si crecían del mismo sitio. “Tú”, en singular, no es generalizable sino imperfectamente, al igual que tampoco lo soy “yo” (*****).
(*) "Yo" tiene una doble interioridad. Por un lado, una oposición superficial a lo externo, una "sensibilidad interna", y, de otro, una que no depende directamente de la exterioridad, sino que es, a su manera, independiente de ella (******). La segunda no está en contacto directo con la primera; para estarlo exige un medio, un cauce distinto de lo inmediatamente disponible.
(**) Para especular no hay que hacer nada más que pensar. Si es posible, pensar bien. De nada vale sobrecargarse de información si no se piensa o, lo que puede ser peor, si se piensa mal.
(***) Se añade una diferencia cuantitativa al objeto, se pasa el objeto a objetos, se repite esquivando el problema. En su lugar, se remite a un nivel inferior, menos problemático pero con una solución disponible.
(****) "Tú" no es una noción pura. "Yo" no sabe nada de ti hasta que "tu" haya aparecido.
(*****) “Tú”, como otro, es un término incomparablemente más rico que “yo”, pero, “yo”, por su parte, es un peso con el que se carga directamente; “tú”, en su lugar, es, a su manera, mediado y exige llegar a ser.
(******) No es una in-dependencia verbal, una negación de la dependencia que no le aporte nada. Muy al contrario, es algo que lo exterior no es, algo propio e independiente.
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