“En matemáticas, la negación de la cantidad es “cero”, pero en vez de oponerse a la cantidad como su eterno enemigo, se considera meramente como el límite de la cantidad, y en algún sentido, como un grado especial de cantidad en sí mismo. Esto no constituye ninguna violación del principio de contradicción: meramente considera lo negativo desde otro punto de vista. Hay algunas lenguas en las que dos negaciones hacen una afirmación. Las personas que las hablan deberían, por consistencia, ser de naturaleza severa y recta. Son las lenguas lógicas. En otras lenguas, probablemente la mayoría, una doble negación sigue siendo una negación, así como 0 x 0 = 0, nada de nada es nada. Éstas son lenguas cuantitativas. Deberíamos esperar que la gente que las habla fuese más humana y más altamente filosófica” (Charles Sanders Peirce, La base del pragmaticismo en las ciencias normativas)

En una ocasión, me quedé totalmente a oscuras en el pasillo de una casa que no era la mía. Además del desconcierto visual (*), que, más que no viera, no sabía qué iba a hacer al momento siguiente (**), me dije a mí mismo, “aprovecha esta magnífica ocasión para conocer qué se siente al no ver (***)”.

Lo cierto es que venía preguntándome por la sensibilidad y su falta desde hacía tiempo (****). En las ocasiones que tuve de tratar con una amiga sorda, me quedé impresionado de lo estrecha que es la concepción habitual de la sensibilidad.

Mi interés por Kierkegaard no era fruto de la admiración literaria y filosófica. Lo que me interesó de él era que se hacía el mismo tipo de preguntas que me estaba haciendo yo. Él se hacía preguntas existenciales para subsanar los defectos de una ética pura; lo que yo me preguntaba era si había una ética si no había otro.

(*) Prefiero pensar la afectividad porque es lo que más fácilmente se reconoce. El desconcierto, sin embargo, no depende directamente de la sensibilidad, sino que es una rareza en ella, una fase por la que pasa.

(**) La sensibilidad tiene la actividad consigo; no requiere, en su esencia y para ser, empuje. Así pues, el momento siguiente de la sensibilidad es algo que, en una reflexión de esencia, ya es; lo que, segundamente, sea, esto es, lo que no es, es algo para lo que ha de estar, en el sentido fundamental por el que nos preguntamos, preparado, lo espera activamente.

(***) No ver es una proposición derivada de una sensibilidad que, primeramente, es, a la que, segundamente, se le añade una sustracción (****).

(***) Mis preguntas tienen una intención más moral que cognoscitiva. No me pregunto por lo negativo de todo conocer, sino por la prioridad de la moral y la afectividad ante lo cognoscitivo.

(****) Podría haber dicho, simplemente, de una vez, que la sensibilidad era sustraída, y prescindir del añadido, no añadir nada (*****). Sin embargo, dado que la sensibilidad es, y que no sabemos cómo es la falta de sensibilidad, esto es, cómo es que no sea, prefiero no quitar nada que no esté (******), ya antes, puesto.

(****) Para que la negación pueda ser pensada se requiere, lo primero de todo, saber qué es la negación y, segundamente, qué se niega. Los juegos del lenguaje con los términos negativos no pasan, por lo común, de ser hechos en los que caemos, de los que no solemos ser conscientes y a los que muy rara vez ponemos solución.

(******) Quitar, nada y toda extensión negativa, por más sustantiva que pueda ser, al ser extensiva, debiera preguntarse por su propio ser y si tiene esencia.