El animal metafísico
“También le habían inculcado un cierto gusto por lo maravilloso y lo sobrenatural que lenta y oscuramente se había ido enraizando en su espíritu silencioso, encerrado, paseado y volteado en el pequeño tiovivo de las ideas fijas” (Joris-Karl Huysmans, Al revés)
Kant se servía del término “elevación” para expresar el paso del mundo sensible al reino moral y del espíritu. La profundidad de algunas de sus reflexiones al respecto se puede comparar perfectamente con las más brillantes de “Crítica de la razón pura”. Diría más, son incomparablemente más importantes.
En cierto modo, la reflexión del espíritu está en “Crítica de la razón pura”, pero la concepción práctica o ejecutiva implica su desarrollo necesario y el reconocimiento de su posibilidad positiva; dicho sintéticamente, tiene verdad asegurada, un camino, a priori, que recorrer; no está en el vacío.
“Crítica de la razón pura” es una obra filosófica impagable, de gran belleza filosófica. Ahora bien, la importancia del reconocimiento de unos valores positivos para la moral es algo que deja a la gran “Crítica” en poco más que un trabajo de filosofía de la naturaleza preparatorio, de una complejidad, eso sí, sorprendente.
El conocimiento de sí, en sentido suprasensible, es el conocimiento filosófico más importante que el hombre podría alcanzar (*), lo que en la misma línea de pensamiento, Schopenhauer llamara “el animal metafísico”.
(*) Charles Darwin, a quien no siempre se le ha reconocido su reflexión moral, dijera algo parecido sobre el conocimiento de los otros seres.
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