Oposición esencial y contractividad
“No obstante lo dicho, hay que tener en cuenta que aquí se trata de un movimiento verdadero (real), el cual, sin embargo, no aparece como tal y que, por consiguiente, si se quisiese juzgarlo únicamente atendiendo sólo a sus relaciones empíricas con el espacio, podría ser considerado como si estuviera en reposo” (Immanuel Kant, Principios metafísicos de la ciencia de la naturaleza)
Hace unos meses me preguntaba por la percepción de la mosca y una capacidad de reflexión que, al parecer, la mosca no poseía (*). La percepción, para hablar muy claro, invierte su objeto, lo que interioriza (**). En la percepción no hay un sustrato ni nada que sea fijo (***). No habría ninguna percepción si no hubiera capacidad de inversión y reflejo, una contractividad o movimiento opuesto.
(*) Con aquella reflexión quería ir más allá del espacio, rebasar sus límites. No buscaba nada sensible, sino de un orden que lo sensible no tocase. Me preguntaba por el reconocimiento y su reflexión.
(**) Una interiorización, como toda expresión figurada, que no debe tomarse al pie de la letra; no queda quieta en lo interior. Para que lo interior sea una abstracción positiva, una figura capaz, debe haber sido recorrida y sometido a prueba su validez.
(***) Como he defendido recientemente, la movilidad está implícita en la percepción. Por lo tanto, añadir algo que hay en ello, para decirlo con una ironía espacio-temporal, que ya está (****), no añade propiamente nada; por el contrario, sumaría o restaría en segundo plano, impropiamente, hablando de una forma temporal, después, en oposición a lo que percibe, poniéndose sobre sí.
(****) La percepción no recorre nada que no haya recorrido en su condición básica o, para ir al fondo del asunto, no tiene otra extensión que la subjetiva.
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