“Algo que se mueva de un extremo a otro de un granito de arena con la velocidad del rayo o de la luz nos parecerá estar en reposo” (G.C. Lichtenberg)

Muchos términos de los que hacemos uso, como el de tiempo, son falsos términos, términos que no concluyen. Para decirlo problemáticamente, vistos en su extensión o recorrido, no se extienden sin replegarse e ir, para usar una imagen espacial, hacia atrás, desandado lo andado. Se relacionan contractivamente, pasan por una doblez que niega en segundo plano, esto es, no inmediatamente, sino de manera mediada, la abstracción con que dejan de ser y, mientras tanto, pasan a su opuesto cediendo su sitio.

Así pues, al poner el tiempo lo primero con tanta facilidad se lo pone por delante del resto a concurso, se extiende su negatividad aprovechando el vacío de su concepto (*). Sin embargo, la negatividad no tiene impulso esencial (**).

(*) Las expresiones verbales se muestran ridículas con ver hasta dónde llegan y dónde se activa su contrario y echa a correr. El vacío de un concepto es figurado, no hace otra cosa que marear la perdiz o, como diría Schopenhauer, tirar arena a los ojos. Los conceptos son de algo. El “concepto de nada”, para decirlo con toda claridad, exige una cualidad que se ha de quitar con lo que aporte la reflexión; sólo se quita primeramente, para decirlo irónicamente, después.

(**) Nadie sabe primeramente qué es no-ser. Toda reflexión positiva sobre el no-ser y su sustancia se compone de lo sido al que, en el mejor de los casos, se le añade una sustracción.