Posibilidades negativas
Hay algo que encuentro liberador. Me dispongo a poner en orden la cocina y me dejo llevar por un desorden máximo, total. No recojo poco a poco, por zonas o con cuidado, me entrego al desorden. Es algo que aprendí de mi mujer, en ocasiones, no conviene reparar errores, sino, si es posible, agotarlos (*), llevarlos a su límite. Ante el desorden conviene no asustarse, no dejarse llevar (**), sino tomarlo positivamente, esto es, no negarlo.
A la hora de hacer la cama también me di cuenta que era más fácil hacerla de nuevo entera que ir arreglando lo que quedaba suelto. No siempre hay ese control sobre una experiencia; no hay control sin una repetición que sirva de base.
Al escribir, en muchas ocasiones, los pensamientos no dejan de estorbarme, me asaltan reclamando mi atención. Es algo más que inconveniente para lo que originalmente quería escribir porque queda atrás (***). Cuando quiero recuperarlo, ir a lo que tenía primeramente en mente, suelo ser incapaz. Retomar el asunto original me puede llevar semanas, meses, incluso puede ser que se haya ido sin que vaya a volver.
(*) Una consecuencia de pensar positivamente, esto es, pensar primeramente en negativo y, segundamente, pensar nuevamente lo pensado, de manera compleja y por encima del régimen que reconoce el pensamiento; darle empuje. Lo que se piense ordinalmente, si algo se piensa antes o después, no afecta más que a lo más aparente del pensar, lo que se reconoce en las disposiciones más inmediatas, ora externas en objetos sensibles, ora en representaciones internas y, en el mejor de los casos, en una reflexión sobre el propio pensar (****).
Hay problemas que no tienen solución. El impulso solucionador infinito, sin determinación ni satisfacción a la vista (*****), tiene consigo la frustración, un afecto, a primera vista, negativo, que incomoda. Ahora bien, la frustración es psicológicamente negativa, genera inquietud, pero, vista más de cerca, es positiva, dice algo importante adentro que debe ser escuchado. Hace falta, por tanto, una respuesta activa, que no haga de choque, sino que esté preparada para sus valores de realización.
(**) La disposición de la espera, que espera algo y no nada (******), tiene consigo una temporalidad compleja; no sólo implica temporalidad, sino, visto de manera más problemática, tiempo destinado a ser, lo que, dicho de otra manera, es tiempo, en lo básico, ejecutado que, visto en su interés teorético, se repite; sería, mejor visto, tiempo sido, esto es, tiempo segundo e inactivo (*******).
(***) La reflexión no es "reflexiva" desoyendo el desarrollo del pensamiento (********), agarrándose desesperadamente a él, como si el objeto de reflexión fuese lo único que es.
(****) Esto sería, “pensar el pensar”, una idea del pensamiento.
(*****) El mayor interés de una satisfacción que no esté a la vista reside en lo ilimitado de su capacidad; por así decir, se renueva y su solución queda siempre pendiente. Su interés está en que no se vea como acumulación de negativos, ruido abstracto, sino desde una disposición primera a ellos (*********).
(******) En la espera está lo esperable indeterminadamente, con un recorrido, de alguna manera, predispuesto; se espera algo sin saber qué. A este propósito, hay que distinguir entre esperar nada, y no-esperar; lo primero es un término confuso e inasible, y lo segundo un negativo complejo, esto es, que niega algo que ya es.
(*******) Lo esencial del tiempo "sido" está en que su actualidad está recorrida, de alguna manera, ha sido agotada; su ejecución ha pasado por el no-ser.
(********) Desoír hace por no oír, una negación simple; la reflexión, sin embargo, es de naturaleza compleja y extensiva. Dicho de otra manera, desoír el pensamiento no es una forma de reflexionar.
(********) En que el primero no pasaría al segundo y del segundo al tercero, y así en adelante. El primero no dejaría de ser, sino que sería en el segundo, tercero y en adelante; el primero se repetiría, no ante lo que no fuese primero, sino junto a él, co-existiendo.
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