“Una vida sin examen no merece la pena ser vivida” (Platón, Apología de Sócrates)

Hay ideas que se me olvidan, como no podría sino ser así. Tenemos que desprendernos de algunas ideas para hacer sitio a otras. Las ideas, para decirlo de una vez, están en permanente cambio, se renuevan a cada instante (*).

Cuando se me escapa una idea que intuyo importante, suelo sentir cierta inquietud. Paso unos momentos filosóficamente dramáticos (**). Me digo, “oye, que era la esencia del problema que tienes entre manos; estate más atento”.

Suelo practicar la filosofía entre notas y libros, esto es, que escribo lo que pienso y cuento con material que ya ha sido pensado. Aun así, las ideas se me escapan, no las tengo del todo conmigo. No son mías ni sé nada que haya sido enteramente pensado.

Así que no sólo hay ideas que se me escapan, la mayor parte de ellas, sino que es algo que propicio. Si alguna idea es verdaderamente importante para una reflexión, ha de estar, en lo básico, ya ahí, ya sea en alguna obra de algún autor, ya sea en mis papeles y escritos. La práctica de la filosofía consiste principalmente en eso, en que haya ideas disponibles.

Muchas veces me he apenado por perder una idea o un escrito, o por no encontrarlos. En el peor de los casos, puede ser nuevamente pensada o volver a ser escrita. Es una pena sin ningún interés filosófico. Un filósofo tiene que pensar que tiene algo con qué hacer filosofía, saberse, de alguna manera, capaz de filosofía.

Hay otro tipo de pena o angustia que denomino “angustia filosófica”, que es cuando uno siente ansia de filosofar y practicar filosofía, pero no tiene con qué, el impulso filosófico no le viene. Eso sí que es inquietante. Uno está lleno de ideas y conocimientos, y se sabe en un instante vacío. Me ha pasado con frecuencia. Me digo, “oye, de tantas ideas, ¿no tienes nada que decir, tanta filosofía para nada?.

(*) Tengo serias dudas acerca de la conciencia. No ya como “cogito ergo sum”, que se es al ser pensante, sino como mera figura y término que soporte la filosofía. Diría, mejor visto, que la conciencia debiera ser negada, esto es, anteponerle un no, una negación.

A mí, Descartes siempre que cayó bien, pero me cayó mejor Spinoza. Spinoza era de esos hombres, como dijera Nietzsche, que pensara las cosas como eran, con altura y amplitud de miras. No hace falta leer a Marx ni a Hegel para conocer la esencia del cambio cualitativo (***).

(**) De este drama he aprendido tanta filosofía como de las mejores obras filosóficas que he leído. Es el drama del proceso creativo, anticiparse a lo que no ha llegado y está a cargo de uno (****).

(***) Entiéndaseme bien. Marx y Hegel son de los autores que uno debe leer, como se debe leer a Cervantes, Dostoyevski y a Proust. Se puede estar totalmente en contra del marxismo y reivindicar la grandeza y profundidad de la esencia de la crítica de Marx (*****). Ahora que, de no conocer el impulso de la filosofía hegeliana (******), la importancia de Marx se reduce a un episodio histórico y sociológico.

(****) Esto que digo pudiera resultar “existencialista”. Es más sencillo verlo como responsabilizarse. La responsabilidad es una categoría ética (*******), pero no es necesario achacárselo a ningún individuo (********).

(*****) Con frecuencia, oigo y leo ideas, supuestamente nuevas, sobre economía y sociología. Pues bien, toda esa novedad no tiene nada nuevo que decir que no estuviese en la gramática básica del pensamiento económico y social de Marx. Desde hace unos años, tengo la impresión de que algunas de sus tesis fundamentales no hacen sino rejuvenecer. Y ésto lo dice alguien que se identifica con una mentalidad abierta y liberal. Nunca he pensado que el análisis de Marx estuviese a salvo del contra-análisis y refutación como los de von Mises o Hayek.

(******) No hay ninguna filosofía que me irrite más que la filosofía hegeliana. He leído a Hegel desde que primeramente me interesase por la filosofía, y lo sigo leyendo. Y no puedo dar crédito a que una filosofía como esa, llena de charlatanería, como ya advirtieran Schopenhauer y otros tantos filósofos, haya llegado a ser lo que es la filosofía. Ahora bien, seamos serios, no hay ninguna filosofía en la historia de la filosofía como la filosofía hegeliana para describir lo esencialmente problemático de practicar la filosofía y lo que ello supone en sí, por sí y para sí.

(*******) Se podría objetar que no hay nada que corresponda a la responsabilidad que no sea fruto de un hábito o una moral aprendida. Es una objeción entendible, y ha tenido buena acogida entre muchos y conocidos filósofos. No obstante, si se pretende practicar la filosofía sin preguntarse si las soluciones son prácticas y están, de algún modo, hechas, y, por tanto, no tienen un objeto no-hecho, sin hacer, lo que la reflexión filosófica pudiese aportar no sería distinto de no reflexionar nada. Esto es, hay categorías éticas que existen y no derivan de ningún hábito; no las creamos con nuestras prácticas, sino que tienen un ser propio.

(********) El único existencialismo al que veo valor filosófico es el de Kierkegaard. Sin embargo, la altura de los problemas filosóficos que Kierkegaard se planteara, no merecen ser confundidos con una filosofía superficial y pasajera como la denominada “existencialista”, un mero capricho.