Desde pequeña, mis padres me han llevado en muchos viajes a Valparaíso.
Mi padre oriundo de este Puerto de nostalgias, las veces que podía, partía con nosotros, mi hermano y yo al Valparaíso de sus amores.
Mi madre viñamarina, nacida y criada en la ciudad jardín.
Ambos se conocieron en una Fiesta de la Primavera y de ahí surgió su romance, que terminó en un hermoso matrimonio, del cual nacimos mi hermano y yo.
Mi padre cuando sus ocupaciones le permitían nos llevaba de paseo al Puerto.
Ibamos en el auto de la familia; partíamos con maletas y con la alegría, que nos producía ir de viaje, a ver a los hermanos de mi padre, a sus familias, los primos y primas que vivían en el Cerro Alegre, en la calle Templeman, en esa calle estaban las tres casas, dos de sus hermanos y una de su hermana.
Cada uno de mis tíos tenía una familia que en esos años era para mi como ir a un lugar de juegos y alegría.
Mi madre muy contenta, porque ella fue hija única y tener estos cuñados y cuñadas, con familias cariñosas, le producía una gran felicidad, lo se porque siempre esto se le notaba en el ánimo y en lo que ella decía.
Dos de mis tíos eran marinos mercantes, ambos ingenieros, mi tía era secretaria de la Sudamericana de Vapores.
Ir a Valparaíso, en esos años, significaba hacer una pequeña escala en el pueblito de Curacaví, en donde tomábamos desayuno, ya que, partíamos de madrugada de Santiago. El pueblito es uno de esos que son de campo y que en sus múltiples chacras encontrábamos para comprar frutas de la estación, también miel de abejas y por supuesto los ricos pasteles chilenos de Issa. Estos últimos eran la delicia de mi hermano y mía.
Mi papá, compraba 2 docenas de pasteles, para tomar onces en la casa de su hermano mayor, el tío Enrique, en su casa nos juntábamos todos en familia y las onces con pasteles y pan amasado, que hacía la señora de mi tío Enrique, eran de antología.
Cerca de esta plaza en el pueblo de Curacaví estaba la fuente de soda, donde pasábamos a tomar el desayuno con pasteles chilenos.
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