Esencia negativa y existencia inducida
Un día del año pasado, después de dar un paseo, me surgió la duda de si iba a tomar un café o un zumo (*). Quería tomar algo, pero no tenía claro qué. Si tomo demasiado café, me termina desagradando; no pasa igual con el zumo porque no tomo zumo repetidamente, cosa que hago, frecuentemente, con el café.
Mi pregunta era de lo más sencillo. “¿Te apetece un zumo?”, me pregunté a mí mismo, “¿o lo que te ocurre es que no te apetece un café (**), la idea de un café te despierta rechazo?”.
El rechazo no era la apetencia al revés, desde la perspectiva del gusto, una no-apetencia (***). Una cosa es el gusto por algo, y otra muy distinta es que no me guste (****). El “no” se añade a un opuesto que está al revés (*****), ¡cómo no!, sin preguntarse si pudiera no estarlo, esto es, que la causa problemática de exclamación podría estar del todo justificada (******).
(*) Esta experiencia es real y la comenté en su día. Situaciones cotidianas sin interés filosófico aparente pueden ser tan ricas e instructivas como un tratado filosófico de cientos de páginas, si no más.
(**) La cuestión de fondo es si el gusto negativo pertenece al gusto, si está, como cuestionamos, disponible en su inmediatez; o si, por el contrario, no es algo simple, sino algo que llega a ser recorriendo un camino distinto del del gusto. Sería independiente, de alguna manera, del gusto que se reconoce más inmediatamente. Que algo no me guste, por tanto, no deriva de un gusto que tenga disponible entre sus términos el opuesto al que le corresponda su negación.
Se podría cuestionar si no se cae en un exceso de sutileza con esta figura. La verdadera cuestión es, sin embargo, si hay una solución para algo que, llegado el momento, pueda suceder; o si, por el contrario, no tiene solución y requiere del auxilio de la figura. El gusto negativo, en el caso propuesto, la no-apetencia, no es nada negativo, el rechazo de una apetencia; la no-apetencia no es un compuesto de apetencia, la disposición a la que el reconocimiento, por así decir, acude por defecto, a la que está más dispuesto.
(***) La cuestión de la no-apetencia se podría resumir preguntando si en la disposición de la apetencia hay una no-apetencia que surja directamente siguiendo de una sola vez unos valores básicos. Pensamos lo contrario, una vez los valores de apetencia sean, y la disposición haya alcanzado su opuesto, se puede pasar a los valores negativos, si es que los tiene (*******).
(****) Que no me guste no tiene asegurado su sitio en la disposición al gusto, o en su opuesto y contrario. Antes bien, es su cuestión problemática, si está disponible; o si, por el contrario, de no llegar a ser, lo que se espera no llega, y, en su lugar, se abstrae.
Las afecciones primitivas sin contrario. como se las conoce, no tienen la no-contrariedad consigo, "en sí" y regodeándose en su orgullo inmediato; al contrario, su puesta en marcha tiene que alcanzarse mediante un añadido de esfuerzo que no tiene disponible (********).
(*****) En la práctica de la filosofía no conviene seguir la inclinación por el lenguaje y los objetos que le vengan ya dispuestos. La negación es algo que, de alguna manera, depende de una esencia. Muchas negaciones son existentes y no son una consecuencia de un hábito verbal; ahora bien, el peso de la disposición al lenguaje hace, con frecuencia, que el pensamiento se vea ahogado. Para decirlo de manera muy directa, el “no” del opuesto al gusto no estaba disponible en el gusto primeramente, sino segundamente, y, por tanto, no se podía alcanzar su especie acudiendo a un género que no la tiene sino abstracta e inductivamente.
(******) No sólo defiendo el interés de hacer problemáticas cuestiones evidentes y más intuitivas, sino que debiera ser una costumbre de quien practica la filosofía.
(*******) Que es lo positivo de nuestra cuestión. Los valores de la disposición serán tales, a, b, c, d …., con unos opuestos como posibilidades. Ahora bien, según nuestra cuestión, el momento negativo va más lejos de la simple oposición, exige más. Para que las oposiciones actúen negativamente, esto es, no-a, no-b, no-c, no-d, …, no basta con la primera disposición a, b, c, d …., sino que su negación tiene que haber sido lo que antes no era, esto es, tiene estar preparada, de alguna manera, para resolver su propia oposición. No basta, por tanto, con que haya una oposición negativa y, en lo básico, formal, sino que sus momentos negativos sólo serían realmente negativos si lo son primeramente (*********), esto es, si la disposición a no-a, no-b, no-c, no-d, …, estuviese resuelta de una vez con a (a, no-a), b (b, no-b), c (c, no-c), d (d, no-d), ….
(********) De no darse el esfuerzo, todo quedaría igual, seguiría siendo y repitiéndose como hasta ahora. Es, pues, un esfuerzo de otro nivel, más lento y complejo que requiere, para decirlo con cierta ironía, de lo abstracto que resuelva el no ser de la experiencia inmediata.
(*********) Un primero que tenga solucionado, claro está, su no-ser y pueda afirmarse a pesar del impulso dialéctico que persista en él.
No se trata, sin embargo, de ninguna doble negación como solución "indecisa y titubeante". No se niega, esencial y primeramente, nada. Toda negación es una vez sida; si no es sida, no hay no-oposición alguna que la haga esencial y primitiva.
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