Jesús siempre se mostró tangible y accesible en relación a aquellos que le cercaban. Por eso, la expresión “Emanuel” de Mateo 1:23 que significa “Dios con nosotros”, le cabe perfectamente.
Una característica notable en el carácter de Jesús era su comportamiento receptivo en relación a las necesidades de las personas que se aproximaban de él.
Sin embargo, de una forma totalmente opuesta, vemos la actitud repulsiva de Jehová en el Viejo Testamento, cuando fulminó un hombre llamado Uza, simplemente porque aquel hombre extendió su mano y tocó en la arca, que estaba cayendo debido a las sacudidas en la carreta de bueyes - 2 Samuel 6:6-8.
El escrupuloso Jehová consideraba “irreverencia” que alguien tocara en el arca, que simbolizaba su presencia física entre los hombres. Para mantener su imagen de “Dios intocable”, Jehová asesinó Uza para que sirviera de ejemplo al pueblo de Israel.
El arca era transportada con varales para evitar que alguien le tocase durante su transposición (Éxodo 25:14), lo que muestra la preocupación de Jehová cuanto a la posibilidad de que fuera tocado por un mero mortal.
Esa es una prueba evidente que Jehová y Jesús son personas diferentes, pues lo que tocaban en Jehová eran muertos implacablemente, mientras que aquellos que tocaban en Jesús eran sanados, como lo fue la mujer hemorrágica, simplemente porque tocó en la franja del vestido de Jesús por la fe (Marcos 5:25-34).
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