Relevo y familiaridad

[ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO]

“To get back one’s youth, one has merely to repeat one’s follies” (*) (Oscar Wilde)

La incapacidad de estar a la altura de los tiempos del modelo del pasado es un signo de decadencia, de no estar a la altura del relevo. Llegado el momento, los valores del pasado se quedan estancados.

A pesar de la inclinación al pasado, sin la que el reconocimiento no sería posible (**), hay un drama en una de las maneras en que el pasado se repite. Si del pasado se hace un tipo ideal de la época, como el de tal o cual generación (***), se desaprovecha la posibilidad conceptual de cada época, estar a su altura y pensar la época en que se vive (****).

Llama la atención la dificultad que tienen los hijos para poner a sus padres en un tiempo que no sea el de ellos, el de los hijos (*****). Les cuesta esfuerzo imaginar un tiempo que no sea el suyo, un sentido temporal egocéntrico. Los niños tienen todo tipo de conductas extrañas y llenas de interés ante este dilema.

Se observa fácilmente que para los hijos el tiempo de los padres es ideal, esto es, no sigue una correspondencia con los objetos que son (******). Algo muy de adentro nos define en relación a otro del que se depende; en un sentido fundamental, nunca se deja de ser "dependiente" (*******). Pero hay algo que resulta todavía más interesante, escuchar de una persona mayor la visión que tenía de sus padres. El tiempo presente, al que la identidad psicológica se enlaza tan fácilmente, se pone atrás, en cierto modo, lo vive en el pasado. No se mira el pasado con los ojos de quien se es en la época presente, sino con los ojos del hijo que se era.

Todo esto es, de alguna manera, natural. Los hijos tienen que luchar para hacerse su sitio a pesar de sus padres. También encuentro natural que los padres fuesen también niños en su día y tuviesen que luchar por prevalecer a pesar del esfuerzo de sus padres (********).

Hay, sin embargo, un desfase en algunas generaciones. No sólo luchan por subsistir, que es algo para lo que la naturaleza humana está bien preparada, sino que se acepta el drama generacional, la ética de la actualidad, sin drama ni esfuerzo afectivo especial, el relevo no cuesta y, en coherencia, no se da, no desencadena su dramatismo (*********); todo sigue igual, se sigue. Los hijos se adaptan bien al modelo que reciben de sus padres; son pasivos, viven su tiempo como si su tiempo fuese el de sus padres.

(*) Para recuperar la juventud basta con repetir las locuras que se cometieron en el pasado

(**) El reconocimiento al que me refiero no es el cognoscitivo, conocer algo que ya se conoce y pasa a ser “re-conocido”. Tiene raíces más profundas. Habría un sentido en que las cosas no serían extrañas aunque no se pueda dar cuenta de su familiaridad. Las disposiciones naturales, como las que surgen con más facilidad, son de este tipo.

(***) Todas las generaciones creen liderar su época y que su época es una totalidad, que no hay otro tiempo que el de ella. Por su parte, las generaciones relevadas se oponen a las nuevas de muchas maneras: dejando herencias de todo tipo, como modelo del que partir, compitiendo directamente con ellas, etc. (********).

(****) Se han utilizado muchas expresiones para referirse a este modo de actualidad. Toda época tiene su presente y su “momento histórico”, como suelen decir los que ven el momento desde la perspectiva del sitio en que están sentados, una perspectiva, dicho irónicamente, "ahistórica". Hablar de momentos que sean "históricos" es una petulancia, un matiz retórico que se hace pasar por decisivo.

(*****) El aprendizaje de los niños, en este aspecto, no sólo aprende cosas como ésto o lo otro, algo diferenciado, sino una diferencia de otro orden, afectiva. Los hijos aprenden a ver el mundo tomando a los padres como referencia; no sólo ven el mundo, sino que le añaden la interpretación de los padres de él, observan la respuesta de los padres como un modelo de relación primaria con el mundo.

(******) Lo extraño es la facilidad con la que los padres viven la infancia de sus hijos como si les perteneciese, un infantilismo como ideología. No hablo, sin embargo, del vínculo natural entre padres e hijos, sino del artificial. Los padres pasan por una fase de "ñoñería" que reemplazan por otra que exige más que sensibilidad excedida; hay casos generalizados, sin embargo, en que el relevo no llega a darse y la ñoñería queda establecida con sus efectos.

(*******) Reconozco que esta afirmación parece una perogrullada, pero es, justamente, lo contrario; su verdad es más profunda y menos evidente de lo que parece. Hay un impulso, un movimiento primario, a poner por delante la determinación propia frente a la opuesta. La capacidad de ponerse, de mantenerse a flote, es, sin embargo, fruto de la imaginación o del hábito. Así pues, visto más de cerca, lo que resultaba evidente no era otra cosa que el reconocimiento de algo que, mejor visto, no es como parece; esto es, es más.

(*******) Hablar de “lucha” en términos de relevo generacional no es una figura “revolucionaria” ni, acaso, "progresista". No pretendo encajar en ninguna de esas categorías. La lucha es algo que está en el ser de las cosas y en que sigan siendo. Esto es, es a pesar de una revolución y el progreso, más o menos cierto, que suele acompañar a su idea.

(********) El dramatismo generacional no es algo que una generación pueda sortear como mejor le parezca, siguiendo la medida de turno. El dramatismo de la adolescencia, como caso de una importancia decisiva en el desarrollo de la identidad personal frente a los padres, de no darse, privaría a los hijos de alcanzar la madurez afectiva que supone haber rechazado, de alguna manera, a los padres como referencias primordiales.

(*********) Las nuevas generaciones no sólo tienen que hacerse su sitio en un modelo ajeno, sino que, en muchas ocasiones, el modelo que les dejan en herencia está hipotecado: tipos ideales con el fracaso asegurado, deuda desproporcionada, agotamiento de materias primas y efectos en el medio ambiente, etc.