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Tema: Actualidad de la reflexión moral, valores eternos

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    Predeterminado Actualidad de la reflexión moral, valores eternos

    Kant decía que el hombre era especialmente propenso a la intuición moral. Da igual de quién se trate, si es un niño, una jovencita, un padre de familia o una viuda. La intuición moral afecta al fondo de la representación moral. Dicho de otra manera, la sensibilidad moral está implícita en la representación moral; la primera puede ser sin la segunda, pero la segunda sin la primera no se mantiene, cae del lado de su no-ser, esto es, deja de ser.

    No hay una representación primeramente indiferente a la que, en segundo grado, se le imprima carácter moral; la fase representativa no es la que aporta el carácter moral; la representación, por sí sola, es incapaz de hacerse moral. Estamos interesados por la moralidad de las acciones con anterioridad a las acciones; esto es, el interés ya estaba en juego, estaba "interesado", si se me permite ironizar con las verdades tautológicas (*). No tengo que sufrir una injusticia para saber que algo es injusto. De hecho, si siguiese una moral hecha a mi medida, podría estar seguro de que esa moral carecería, en lo básico, de soporte moral, su legitimidad se vería entorpecida por la arbitrariedad del interés.

    No hay que ir demasiado lejos para advertir que hay una moral lista para emitir su parecer (**). Como digo, no hay que sufrir una injusticia para ser sensible a la injusticia. Tampoco hay que ser más o menos empático (***). Los valores morales no se prestan a una medida. Puedo medir lo que pesa una piedra, o tal cantidad de "táleros" que tenga en mi deuda o en mi haber, pero no puedo medir la moral de una acción. La medida moral es más primaria u originaria; la medida moral no está al alcance de la representación sino segundamente, esto es, a cierta distancia con el origen moral. En este sentido, podríamos aceptar el principio negativo de que no hay medida moral, un error que muchos pensadores confundieron con que no hubiese una realidad moral y con que no tuviese una regla, algo que le fuese primero.

    Que la moral no se nos dé sino de forma negativa o, dicho de manera más reconocible, mediante convención o adiestramiento (****), puede llevarnos a pensar que la moral es abstracta y, como se piensa lo abstracto (*****), una quimera, nada que exista propiamente.

    Pienso lo contrario, las disposiciones morales están ya ahí en todo nuestro parecer. Las cosas no nos parecen sin un complejísimo proceso que determine rigurosamente que el parecer sea o se emita (******), con más o menos conciencia, como sensibilidad moral.

    La emisión del parecer moral no es del tipo, “esto me parece bien o mal”. El bien y el mal son valores fundamentales, de esencia, de todo lo que es. No calculo lo que me atrae una acción o lo que la rechazo. La atracción y el rechazo no son más que manifestaciones de algo que es primero a la manifestación.

    A mí me chocó mucho que cuando pudiera leer a Frantz Brentano sólo fuese conocido en ambientes filosóficos iniciados; me sorprendió más que lo que hace Brentano es, básicamente, interpretar a Aristóteles (*******); y me sorprendió, todavía más, que los valores de todo ese parecer estuvieran ya en la reflexión platónica.

    (*) Hablar de tautologías en una reflexión de esencia no las convierte o las muestra faltas de sentido, como se diría en una filosofía analítica "sinsentido" (********). Sucede, mejor visto, que su verdad está asegurada o, dicho de otra manera, que es verdadera mientras está siendo y, por tanto, en tanto siga siendo, de alguna manera, no deja de serlo (*********).

    (**) Los filósofos suelen hablar de "juicio" en lugar de "parecer". La idea central es si se trata primera y directamente de algo, o de algo que es y, una vez ésto sea, el otro algo es dependiendo de ello o derivando de él.

    (***) La empatía es el modelo afectivo por el que somos conscientes de los afectos ajenos. La justicia es más primaria que la empatía en el sentido de que tiene por objeto lo que la otra tiene por referencia; la empatía sigue un modelo que pertenece a la justicia; si siguiese su propio modelo, la convergencia afectiva sería accidental, el afecto de cada uno iría a lo suyo.

    La empatía notifica el afecto del otro; el afecto del otro no llegaría a uno sin empatía. Uno pasa de "sentirse", de sentir lo que uno siente, a sentir lo que otro siente, en cierto modo, con independencia de uno. Así pues, uno queda, dicho con una imagen, abierto. Uno sabe, de cierta manera, de sí, que es uno que es. Uno no tiene que llegar a uno mismo, sino que uno mismo, en tanto el enlace de uno con lo que uno es, así visto, no se suelta de su propia mano, no termina perdiéndose (**********). Sin embargo, uno tiene que llegar al otro; uno no sabe, a priori, de él; jamás se sabría del otro si no fuese porque el otro llega.

    La llegada del otro, empero, no es como la llegada de la experiencia, en un sentido fundamental, la esperamos con gran expectación (***********), esto es, todavía más activamente. La experiencia, como el no ser de lo que es, su extensión, es tan esperable que en su generalidad apenas hay reversos o, dicho de otra manera, especies. Las hay, claro está, pero no son sino una vez el género sea. Es la especialidad del otro la que aporta algo decisivo para lo que no había preparación, pero para lo que, una vez el otro llegue, sin embargo, se está perfectamente preparado.

    Ninguna experiencia es tan natural al hombre como la experiencia con otro hombre. Semejante naturalidad, visto más de cerca, sería del todo extraña si no hubiese una afectividad común, esto es, un vínculo de esencia que facilitase la relación.

    El otro no llega y le hago un sitio por haber llegado. Podría aprender a hacer un sitio al otro, pero lo crucial de la llegada del otro consiste en que le hago un sitio sin aprenderlo. No es necesario un esfuerzo afectivo, por otra parte, agotador que no sólo me aproxime a él, sino más problemáticamente, que aproxime el otro a mí y, una vez las dos aproximaciones sean, fuesen de manera coordinada, esto es, una seguida de la otra y la otra seguida de la una.

    (****) El problema de la conciencia moral está en que no es inmediata, o, dicho con otras palabras, que la conciencia no ha alcanzado su objeto, lo moral que queda en la sombra. Para que la conciencia moral fuese inmediata, esto sería, si fuese consciente y la moral estuviese presente en la conciencia, la moral no sería más que un trámite, algo rutinario que nos tocaría de lado.

    (*****) Lo abstracto es pensable, pero, por lo general, no se piensa sino desde lo ya pensado; en su sentido más problemático, no se piensa, o, en el mejor de los casos, está por pensar.

    (******) No debiera resultar extraño el aroma kantiano de algunas referencias que hago. Kant defendió el carácter previsible de los fenómenos mediante el uso de la razón, si bien, a su manera, los contradijo en su modalidad moral; lo que era válido para el mundo natural, no era igualmente válido para el mundo moral.

    (*******) Esta interpretación aristotélica se suele conocer como “escolástica”. La mala fama que ésta tiene, responsabilidad de algunos de los filósofos más conocidos de la historia, está totalmente injustificada. Pensaron con rara profundidad, como quien sólo piensa cuestiones de primerísimo orden; en lugar de ser vista como una fase de oscuridad, debiera verse como de iluminación.

    Brentano se adelantó al método fenomenológico sólo en algunos años. Su importancia no está ahí. Su interpretación de las cuestiones filosóficas desde una perspectiva, digámoslo así, "actual", la pone en primer orden de importancia y, algo que no es, filosóficamente, menos importante, la vincula consigo misma.

    (********) El sentido, según este parecer, ya está, no se alcanza por experiencia ni por reflexión (**********); es una disposición primaria.

    (*********) Una vez el sentido sea, puede pasar a no serlo, no al revés, esto sería, pasar del no-ser al ser sin una disposición que vaya de lo uno a lo otro. Lo negativo no es, pues, subsistente, sino que es una elaboración con algo que sea.

    La reflexión sobre el no-ser tiene que cuestionar primeramente lo que es, el lado positivo que le garantiza cierto impulso y primera permanencia; sólo después, puede extenderse y, si quiere verse así, alcanzar lo negativo mediante complejidad.

    La prioridad del sentido sobre su no-ser está en su esencia, su no-ser no es algo que, propiamente, sea, sino algo que, propia y primeramente, es; segunda e impropiamente, llega a no-ser (***********); una vez ésto sea, esto es, una vez el ser haya alcanzado no-ser, que algo que es no sea, puede pasar a no serlo como repetición in-esencial y fundamentalmente distante de un no-ser, no al revés. El no-ser, por tanto, no es primero, no sigue siendo; de serlo, es una vez algo que fuera no fuese, su adquisición, y de lo que deriva, que no es lo que es.

    (**********) Sucede de otra manera, uno sigue siendo en uno mismo a pesar del cambio, esto es, el cambio no logra que uno se diluya en él sin, asimismo, seguir siendo.

    (***********) No es, pues, una espera como espera el resto de cosas, la experiencia del otro es más profunda que una experiencia simple, no consiste en algo que llega, una experiencia formal, sino en algo que, cuando llega, trae su propio impulso, esto es, trae consigo el esfuerzo que requiere y no habría sin él, la dosis extra de expectación.

    (**********) Ni la experiencia ni la reflexión son capaces de dar sentido de otra manera que desde el sentido, esto es, en el mejor de los casos, serían capaces de sustitución.

    (***********) Dicho de manera muy clara, el ser tiene un impulso del que su lado negativo carece. Ser y no-ser no compiten en igualdad de condiciones.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 22/02/2018 a las 09:53

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