Para entender adecuadamente la figura del “desgaste” basta con un sencillo experimento imaginario que no sería difícil de probar en un laboratorio. Bastaría con poner la vista en la lejanía, mirar el cielo a lo lejos, donde no se ve más. Llegado el punto que busco, no habría un más; la vista no se aproximaría más a un objeto, no se esforzaría por llegar a él. La vista habría perdido su referencia sensible, lo que la vista se esforzaba por ver.

Según nuestra tesis, no hay nada parecido a que “no se vea”, un ver negativo que, según nuestro parecer, es sólo un error de la gramática de la sensibilidad; se intenta deducir una experiencia inductiva, que viniese puesto lo que, todavía, no se ha puesto.

Hay un sustento primordial de una vista negativa, todo lo que no se ve como oposición a lo que se ve o se ha visto. La oposición, sin embargo, no es primaria. Veo “tal”, y, al verlo y haber sido visto, puedo quitarlo; de hecho, sólo entonces, al verlo y haber sido visto, está implícita la capacidad de quitar o, dicho de otra manera, su posibilidad positiva. Es decir, la posibilidad no sería si no tuviera una correspondencia, un opuesto que haya sido y no sea consecuencia de la abstracción de una disposición.

(*) La expresión “posibilidad positiva” puede parecer innecesaria y tautológica, pero sólo trata de no perder de vista que no se ponga con el lenguaje y la abstracción lo que no está puesto sin ellos. Si la posibilidad no es más que un juego de opuestos, sin una realidad primera a ellos (**), la posibilidad no es nada más que un acto de la imaginación; no hay nada que corresponda a la noción de posibilidad; sería, por tanto, sólo una manera de hablar, una intención que no se refiere a nada.

(**) Esto sería, sin dialécticas negativas.