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Tema: La maleta roja

  1. #1
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    06 mar, 10
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    Predeterminado La maleta roja

    Primera parte


    Salía a la misma hora. El recorrido era siempre el mismo, no muy lejos del lugar donde había pasado la noche, existía una plazoleta no demasiado grande, con muchas sillas ancladas en el suelo, dispuestas de manera que aunque fueran varias personas, podían estar agrupadas, o si lo preferían buscaban las que sólo habían dos lugares para sentarse, y si tenía la precaución de dejar la bolsa de mano que llevaba, sabía por experiencia que nadie invadiría su intimidad.


    A aquellas horas tempranas, se cruzaba con muchas personas que estaban paseando sus mascotas. Los miraba con disimulo, para asegurarse que dejaban limpio el lugar. Aunque existía un sitio vallado para perros, se dio cuenta que la mayoría de las personas no entraban allí, preferían caminar libremente por la plaza.


    Miró de reojo su maleta roja que había depositado en el suelo, la tenía muy cerca, con la intención de que si algún desaprensivo quisiera robársela, él, siempre podría intentar evitarlo, al precio que fuera.


    Le entraba un sudor frío sólo de imaginar, que le podían sustraer aquel pedazo de su vida. Porque ya había llegado a la conclusión, que aquella maleta roja contenía todas sus pertenencias. No eran gran cosa, pero era lo único que le quedaba.


    Una vez tuvo una familia. Ahora sólo tenía aquella maleta donde guardaba celosamente sus cosas. Se la quedó mirando como si su mirada fuera un potente rayo láser que pudiera atravesar y pudiera ver lo que tenía allí dentro.


    Cada noche lo repasaba antes de dormir. Y después tenía una pequeña cadena, que se aseguraba que le quedara bien cogida a su muñeca, ni demasiado larga ni demasiado corta lo justo para poder moverse con cierta comodidad.


    En aquella gran sala, donde pasaba la noche, nadie se preocupaba de nadie. Sólo estaban pendientes de no perder lo único que poseían.


    Aquel era el peor momento del día. Verse en un lugar de acogida para personas que como él, lo habían perdido todo.


    Primero fue el trabajo. Luego…no podía decir que a su familia, porque nunca la tuvo. Había estado en contacto con varias mujeres, pero su relación siempre duró muy poco. De sus padres tenía un vago recuerdo. Peleas, gritos, insultos y finalmente una separación. No se sentía unido a ellos, al contrario el único recuerdo que le dejaron fue sentirse abandonado a su suerte desde muy joven.


    Con las mujeres fueron unos contactos carnales que nada tenían que ver ni con una familia, ni con una estimación. Salió de su pueblo natal, con la esperanza de formar algo parecido a un grupo familiar, creía que en cuanto encontrara trabajo, todas las cosas le saldrían redondas, pero no sucedió nada de esto.

  2. #2
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    De repente se encontró en una gran ciudad completamente desconocida, que no lo acogía con cariño, al contrario le mostraba su lado más hostil. La gente corría de un lado a otro sin prestar atención a nada que no fueran ellos mismos. El amigo que le sugirió el traslado en busca de un trabajo digno, no le pudo conseguir el puesto laboral prometido.

    Con esta circunstancia no contaban. Tenían plena confianza en que en alguna empresa lo contratarían, pero no era un hombre de grandes estudios, lo más básico era su carta de presentación, y debido a ello, no lo acogieron en aquella fábrica, donde se suponía serviría como jornalero para acarrear arriba y abajo las mercancías. Le aseguraron que si había alguna vacante, se lo haría saber.

    Y ahora estaba pagando las consecuencias. El amigo, no resultó serlo, se desentendió amablemente, pero lo dejó en la estacada, aduciendo que las cosas en pocos meses habían cambiado considerablemente, los trabajos escaseaban, y no podía ofrecerle ni una triste habitación para dormir, que era lo que él, cándidamente había supuesto que sucedería.

    Ambos se conocían de tiempo atrás, porque coincidieron en la recolecta de uva, en una plantación. Allí hablaron de esa gran ciudad, donde esperaban aposentarse y vivir cómodamente.

    Volvió a mirar su maleta roja. Allí estaban todas sus posesiones. Llevaba encima la documentación, y en la maleta con ruedas, la escasa ropa que tenía.

    Ciertamente en aquellos momentos se sentía hundido. Sólo atinaba a sentarse en aquella plaza, que al principio del día estaba completamente vacía. Meses atrás se sentaba en una de las sillas, y se alzaba el cuello del anorak, porque hacía frío, ahora al cabo de dos meses, el clima había cambiado bastante, por las mañanas aún se dejaba sentir una temperatura baja, pero en cuanto el sol empezaba a bañar los edificios, se iba caldeando. Como no tenía nada mejor que hacer, se dedicaba a observar las sombras de los árboles que se reflejaban alargadas, y que a medida que pasaban las horas, los tonos oscuros iban variando de forma y de tamaño. No le hacía falta mirar el reloj para saber la hora. Aunque hubiera querido, no lo hubiera podido hacer, ya que fue de lo primero que se desprendió. Con el escaso dinero que le dieron por él, pudo desayunar unos días, sin tener que recurrir al que llevaba bien escondido. Era poca cosa, pero lo suficiente para no perder por completo la dignidad.

    Un día siguió a un hombre, que como él, parecía andar solo por aquella enmarañada urbe, llevaba consigo una bicicleta, a la que había añadido un carrito de cuatro ruedas, adornándolo con una banderita de tela azul, que ondeaba inquieta al viento mientras él, pedaleaba. Le indicó que cerca de la plaza había unos comedores para gente sin techo, donde les daban algo caliente para desayunar, y luego pasadas unas horas, les ofrecían una comida. Y los que se prestaban a ello, tenían durante un cierto tiempo un lugar para dormir.

    Aunque se sentía incómodo, tuvo que aceptarlo. Después de pasar dos noches a la intemperie que lo dejó completamente hundido, decidió aceptar el lugar para dormir.

    Se sentía completamente defraudado, lo que estaba viviendo no tenía nada que ver con lo que esperaba que sucediera. Maldijo el momento en que depositó su confianza en el amigo, que le había ofrecido un plan de vida más o menos digno.

    Debido a esta gran decepción, ahora se había encerrado en sí mismo, y dejaba que las horas pasaran lánguidamente. Ni tan sólo se dedicaba a mirar a los transeúntes que circulaban por la plaza, todos le parecían tan deshonestos como lo había sido su mal etiquetado amigo.

    La única solución que le quedaba era volver a sus orígenes. Pero no tenía el valor de volver y enfrentarse a quienes lo conocían. Imaginaba que todos le mirarían con sorna.

    Se dio cuenta que nunca había gozado de grandes amistades. Quizás éste fuera uno de los motivos por los que en su momento huyó de su pequeño pueblo, alardeando que iba en busca de una mejor vida, y sobre todo daba por seguro que se ganaría bien el sustento. Por lo menos eso fue lo que ocurrió en el campo de vides donde trabajó de sol a sol durante unos meses. Gracias a esto no estaba en la completa miseria, pero no tenía suficiente, para poder pagarse una pensión, por humilde que fuera. El dinero lo llevaba encima y muy escondido, por el miedo a que le robaran, incluso cuando iba a pernoctar, lo llevaba dentro de la ropa interior.

    Se decía a sí mismo que eso no era vida. Pero no sabía cómo salirse del hoyo que él mismo había cavado.

    Nunca tenía que haber salido de su pequeño pueblo natal, pero entonces le parecía de lo más aburrido, y la perspectiva de ir como bracero a la recolección de uvas en el país vecino, aunque desconociera su lengua le parecía atractivo. De esta manera dejó pasar unos años de su juventud.

    Ahora sentado en la silla de la plaza de la gran ciudad repasaba minuciosamente lo que habían sido los últimos meses de su vida. Se dejó engatusar por su amigo – ahora comprendía que no merecía este nombre – pues un amigo aunque su vida también fuera precaria, no te deja abandonado a tu suerte. Hubiera dormido en el suelo, pero bajo un techo, sin necesidad de acudir a los servicios sociales. El, también tenía su dignidad, y verse en aquel lugar, donde todos estaban igual o peor que él mismo, le produjo una sensación de amargura que no sabía cómo describir.

    Ya no tenía remedio, lo hecho, hecho estaba. No había marcha atrás.

    Suspiró mientras veía pasar por delante a un perro, probablemente sin dueño, iba husmeando en busca de comida. Lo vio cómo se paraba ante la fuente, tuvo muy claro que quería beber agua, pero no tenía la posibilidad de abrir el grifo. Sintió pena por el animal. Se levantó y empujó hacia dentro el émbolo metálico, hasta conseguir que manara agua. El animal bebió ansioso. Luego le miró agradecido.

    Si hubiera tenido algo de comida, no hubiera dudado en dársela. Recordó cuando era niño, que allí donde vivía, a los perros no se les trataba con tanta consideración como en la gran ciudad, allí dormían en el granero, si tenían suerte de que lo hubiera, o bien acurrucados el lado de la puerta de entrada de la casa, soportando las inclemencias del tiempo, sin que a nadie eso le importara.

    El perro le siguió hasta su silla, sin duda esperando algo de comida.
    Lo miró detenidamente, no sabría decir de qué raza era. No estaba demasiado sucio, por lo que supuso era recién abandonado. De pronto comprendió que a él, le sucedía casi lo mismo. Buscaba desesperadamente además de comida, un poco de atención, de afecto, cosa que parecía impensable en aquella mole de asfalto y coches que ensordecían al pasar rápidos por las calles. Eso era una gran ciudad. Coches y asfalto, semáforos y gente que circulaban como manadas, en cuanto cambiaba a verde la luz.

    Y de repente pareció que se hizo la luz en su cerebro.

    Volvería al lugar del que nunca tenía que haber salido. En cuanto hubiera comido su plato caliente del día, emprendería el retorno. Ciertamente con el rabo entre las patas, como aquel pobre perro, que en cuanto se levantó, no se le ocurrió nada mejor que seguirle.

    Calculó el dinero que le quedaba, pensando si tendría suficiente para pagar el viaje de retorno, y que le quedara algo para afrontar lo más necesario.

    Al llegar a la estación lo hizo acompañado del perro. Él ya lo había previsto, por lo que de su comida separó un poco de pan, con el que rebañó el plato. Se lo dio, y el can se arrimó a él, buscando con su cabeza una caricia. Llegó a la estación y preguntó el precio del billete, y le dijeron, que tenía que pagar un plus por el animal.

    Miró el dinero que había separado y tenía en su mano, con pena se dio cuenta que no alcanzaba para pagar los dos billetes, le faltaba algo para alcanzar el importe. Era muy poca cosa. Y en aquellos momentos no podía hurgar dentro de su ropa interior para buscar lo poco que le faltaba.

    El hombre que estaba tras él, fue quien consciente más o menos de la situación. Le dio lo poco que necesitaba, aduciendo que el tren estaba a punto de llegar, y no podía perder más tiempo.

    Le dio las gracias. Sintió un alivio enorme al comprobar que aún quedaban personas buenas. Descubrirlo fue realmente fascinante. El mundo le pareció mucho mejor que antes.

    Cuando se fue de su pequeño pueblo, iba solo con su maleta roja, ahora emprendía el camino de regreso, con su maleta y un perro.

    Se autosugestionó que no volvía derrotado. Tampoco volvía rico, como había presumido tiempo atrás. Simplemente volvía a sus orígenes.


  3. #3
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    EL REGRESO
    La mascota

    Cuando subió al tren buscó un lugar donde quedara al abrigo de miradas indiscretas, tenía la sensación que era objeto de un minucioso examen por parte de los pocos viajeros que iban cómodamente sentados. La mayoría enfrascados en sus asuntos. Alguno con la cabeza apoyada en el cristal, con los ojos cerrados. Él se quedó muy cerca de la puerta obligando al can a sentarse junto a su maleta.

    Tenía el pensamiento revuelto, lleno de imágenes vividas antes de su partida. En estos momentos le parecía que hacía un siglo que salió del lugar a donde se dirigía. Recordaba la fuerza interior que le obligó a salir de lo que llamaba rutina aburrida. Quería ser otro hombre. Quería despertar admiración a las personas que tuviera delante. Tener dinero suficiente para poder permitirse un capricho de vez en cuando.

    Cabizbajo se dijo, que no consiguió nada de lo que había soñado durante años. Al quedarse sin familia fue cuando se decidió a dar aquel gran paso. Mal vendió la casa en la que había vivido con sus padres, y partió a un país extraño, donde los rumores decían que se podía ganar bien la vida, durante la recolección de la uva. Y fue cierto. Pero aquello duraba poco tiempo. Allí les daban incluso un lugar donde vivir.

    Pero aquello no dejaba de ser una rutina, tanto o más pesada de aquella que había huido meses atrás. Con una diferencia en aquellos momentos no se sentía un inútil, un don nadie, era un hombre que trabajaba y podía incluso ahorrar algún dinero.

    Allí conoció a mucha gente que como él mismo buscaba un respiro a sus aspiraciones. Aquel a quien confió algo de su vida se ofreció para ayudarle si iba a la gran ciudad pero todo se vino abajo.

    No tuvo esa habitación que le ofreció en un principio, porque encontró a alguien en mejores condiciones económicas, y ante el dinero, nadie escapa a su brillo.

    El único dinero que le quedaba era el justo para poder desplazarse, y pagarse algo de comida, por lo menos una vez al día, y aunque le costara un esfuerzo enorme, volver del lugar del que salió años atrás.

    Hizo una pausa en sus recuerdos. Miró al perro que dormitaba a su lado. Le acarició la cabeza, y en correspondencia a aquel gesto, movió la cola enérgicamente.

    Cuando llegó a su destino era mediodía, y un sol abrasador inundaba la estación. Fue el único pasajero que se bajó en aquel pequeño pueblo. Estaba completamente desierto. Pasó por delante de las taquillas y estaban cerradas. Entonces le vino a la memoria que aquella estación al no tener una gran afluencia de viajeros, sólo las abría una hora antes de la partida del tren. Durante todo el día solamente salían dos trenes, uno por la mañana temprano y otro a media tarde. Igualmente las llegadas eran dos, la que había bajado él, y la otra ya anochecido.

    Le llamó poderosamente la atención, el silencio reinante. Acababa de dejar el bullicio de la gran ciudad, y lo de ahora le parecía algo imposible. Salió a la calle y tuvo que ponerse la mano como visera, porque el sol le deslumbraba. Rogaba para que no apareciera nadie y fuera reconocido. No le apetecía nada tener que dar explicaciones de su vuelta.

    Llegó hasta donde había sido su hogar. Desde fuera la casa parecía no haber cambiado en nada, las mismas manchas de la pared, le hicieron recordar, que mientras fue su inquilino, dejaba para mejor momento darle una capa de cal blanca. Por lo visto a quien se la vendió años atrás, seguía el mismo camino. Las ventanas tenían los postigos cerrados, cosa habitual, para impedir que el calor de la calle se colara dentro de la vivienda.

    Caminó con paso lento y cansino hasta el local destinado a albergar a los ciudadanos en todas las reuniones importantes, donde se servía bebidas y café.

    Con el corazón latiéndole desacompasadamente entró en el lugar sintiendo acto seguido, la frescura y la oscuridad que reinaba allí dentro. Se vio reflejado en el gran espejo del fondo, y entre las botellas de licor puestas en orden en una estantería, pudo ver su imagen. Se había dejado barba, acuciado por las circunstancias, no podía permitirse el lujo de permanecer demasiado tiempo en los lavabos de los servicios sociales donde había pasado los últimos meses. Suspiró aliviado, puesto que estaba seguro nadie le reconocería. La figura que le miraba, pensó que no tenía nada que ver con su persona. El muchacho que le atendió, tampoco le era conocido, y este detalle le hizo sentir mucho mejor.

    Pidió por favor que le pusieran en algún recipiente un poco de agua para el perro, mientras preguntaba si podía quedarse en el local, con el animal. El chico, se encogió de hombros diciendo que como no había nadie más, podía tenerlo a su lado, pero que si entraba alguien en aquel momento y no le apetecía tener a un perro como compañero, debería tenerlo fuera.

    Hubiera querido preguntarle muchas cosas, pero se abstuvo. Se bebió el café con leche, y partió en dos el bollo que había pedido, dándole al can su parte.

    Salió del lugar, tras haber visitado los aseos. Los habían pintado recientemente, haciendo desaparecer todas las inscripciones y dibujos obscenos que había tiempo atrás. Él fue uno de los que contribuyó en su momento a embadurnar aquellas paredes.

    Mientras volvía al calor sofocante de la calle, su pensamiento estaba metido de lleno en calcular cuánto tiempo le duraría el escaso dinero que poseía. Apenas nada, el viaje en tren había disminuido bastante su poder adquisitivo.

    Nada había cambiado en el lugar.

    Sin darse cuenta sus pasos le llevaron otra vez hasta su antigua casa, tenía la esperanza de encontrar a alguien, para pedir trabajo, cuando la vendió, ahora le parecía que hacía un siglo pudo sacar más dinero del previsto, porque en la parte trasera tenía unos metros de tierra para poder cultivar lo indispensable para comer. De niño en su casa nunca faltaron los frutos del huerto, su padre lo trabajaba, pero de eso casi ni lo recordaba, su padre murió siendo él un niño, y su madre y él mismo trabajaban sin descanso para subsistir. Guardaba de aquellos años una tristeza enorme.

    La misma tristeza que ahora le invadía. Se preguntaba dónde estarían los vecinos, alguno quedaría de sus tiempos adolescentes, pero el pueblo parecía un lugar abandonado.
    El ruido de la puerta de la que había sido su casa, le obligó a mirar sin disimulo hacia allí.



  4. #4
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    ¡¡Hola tutifrutti!! ...Buenos días...En Córdoba todavía...entro al foro en locutorio...Veo tus post...Como me voy hoy en la noche parto...llego mañana 6.30 am...a Buenos Aires...Así que en casa te leeré con calma...y "" buena letra"...me alego, muchoooo querida amiga, que estes por acá...y escribas...
    Será un placer leerte, cuando llegue a casa....
    Cariños...ABRAZOS DE AÑO NUEVO...( TODAVÍA SE PUEDE JEJEJEJEJEJE ).....
    Saludos y saludines para todos ...los "" silenciosos"" y para los que dicen....

  5. #5
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Me gusta que vuelvas. Y tenías mucha razón, SILENCIOSOS hay muchos, muchos más que de los que DICEN. Un abrazo y desearte un buen viaje.

  6. #6
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    Predeterminado Re: La maleta roja



    ¡¡hOLA TUTIFRUTTI!! DE NUEVO POR ACÁ...EN LA CIUDAD ENORME Y BULLICIOSA...

    ME ENCUENTRO CON ""SORPRESAS"" ALGUNOS DE ELLAS...ME DEJAN DE plop plop...( la del Foro me deja con tres PLOP Anécdotas...) Escribí allí pidiendo mesura...Veremos que pasa...

    La otra sorpresa es muy buena...A mi nieto Andrés le darán la ciudadanía en Chile por tener madre y abuelos chilenos...la ley de allá lo dice...Eso es lo mejor...Jessy empieza esta semana a hacer todos los trámites...que le pedirán.

    Así que, por ese lado de los trámites, mi hija los podrá hacer todos los que piden.

    Bue...tal como te dije...Hoy leo tu relato, que esta MUY BUENO...Has retratado a un ser depresivo y triste de la mejor manera...sus soliloquios y sus formas son tal como se dan estos caracteres...
    Mejor todavía ...porque has escrito la correlación de la trama.
    FELICITACIONES..querida amiga...Un placer enorme leerte...

    Bue...por acá hay mucho que hacer...así que Nos vemos...Nos leemos.
    Saluditos y cariños para ti...



  7. #7
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Me alegro mucho por las buenas noticias que cuentas. A veces la vida se porta bien.
    Y también me alegro que te guste mi relato. Poco a poco iré subiendo la historia. Besitos

  8. #8
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    [SIZE=3][/SIZE]Salió una mujer que llevaba unpañuelo en la cabeza, al estilo árabe, en la gran ciudad también las veíacircular, y allí no le llamaba la atención, pero aquí sí que lo hizo. Cuandovendió su propiedad, desde luego no fue a personas de otra cultura. Lasiguió con la mirada, pero se mantuvo a una distancia prudencial. Estabaindeciso, su idea en un principio era la de pedir alojamiento a cambio detrabajar el huerto, pero no contaba con tropezarse con una mujer con una maneratan diferente de enfocar la vida. Había escuchado muchas historias cuandoestuvo en la barema, y también algún comentario de las personas que como éliban a los comedores sociales. Los comentarios casi nunca eran a su favor.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Se acordó de lo reticente quehabía estado para ir a parar a aquel lugar, pero ahora se alegraba de ello,puesto que consiguió alimentarse, sin gastar apenas nada. De esta manera aúnposeía algo de dinero.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Recorrió el pueblo sinencontrar a nadie que pudiera reconocerlo. Necesitaba pensar en la manera deabastecerse de comida y dónde pasar lanoche.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Se fue directo hasta loscampos de árboles frutales situados a un kilómetro escaso del núcleo urbano.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Buscó una sombra, y apoyado enun tronco dejó vagar el pensamiento. Oía el murmullo del pequeño riachuelo, queno siempre levaba agua, que ahora discurriera tranquilamente, le llevó a laconclusión que había llovido recientemente.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]El perro, olisqueaba todo loque tenía a su alcance, cuando le vio sentado en el suelo, se dispuso adescansar a su lado. Se pasó la mano por la tupida barba. Después alzó lamirada y se fijó en los frutos que tenía a su alcance. Por lo menos no sequedaría en ayunas.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Se quitó la chaqueta la doblóy la puso sobre la maleta a modo de almohada. Necesitaba tener la menta biendespejada, para poder planificar su vida de ahora en adelante.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Al estar en contacto tandirecto con la naturaleza, le hizo recordar los días pasados en la recolecciónde uvas. –de esto todavía no había transcurrido ni un año desde que lodejara- El dueño de la plantación en laque había trabajado durante tres temporadas, les dijo a la mayoría de losjornaleros, que deberían buscarse otramanera de ganarse la vida, argumentando que habían llegado unas máquinasespeciales, que cambiaba por completo la manera de recolectar las vides. El capatazse quedó con un número exiguo de personal. Y aquí empezó el declive de su vida.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Mientras estuvo en aquellugar, tenía dinero y alojamiento. Ciertamente que el trabajo era muy duro,pero tenía sus compensaciones. Era joven y corpulento y no se le daba nada mallas relaciones con las mujeres. No buscaba nada serio, por lo que se limitaba asaciar sus necesidades. Ni se había planteado nunca buscarse una novia. Reconoció que tampoco era demasiado fogoso,ya que no tenía la urgencia de muchos de los hombres que estaban allí, y quehacían muchos viajes a la ciudad en busca del placer carnal.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Llegó a la conclusión, que sino encontraba trabajo allí, no le quedaría más remedio que ir al pueblo máscercando en su busca. Pero lo que peor se presentaba era sin dudarlo la casidesertización del pueblo. Seguro que la mayoría habían hecho lo mismo que tuvoque hacer él. Buscarse la vida en otro lugar. Parecía un pueblo fantasma.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Cuando se quedó huérfano, pasóunos días con unos parientes lejanos a los que casi ni conocía, se dio cuentaenseguida, que era una carga para ellos. Ese fue el motivo por lo que salió deallí repleto de esperanzas y buenos deseos. Cuando les dijo que quería probar fortuna en otrolugar, sus parientes, no le pusieronningún inconveniente. Sólo lerecomendaron que vendiera la casa donde había vivido, para no tener que ir porel mundo sin un poco de dinero. Le acompañaron y fueron ellos mismos los quehicieron todos los tratos. Ya era mayor de edad, y pudo firmar los documentosde la venta. Siempre tuvo la sensación, que respiraron aliviaos, el día que loacompañaron hasta la estación.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]¿Cuántos años habíantranscurrido?
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Quizás fueran diez. Y en este tiempo se había convertido en un serintrovertido. No le gustaba nada formar parte de los grupos que todas las noches se reunían,fuera donde fuera. Había estado en varias plantaciones y en todas, las manerasde proceder eran las mismas. Era consciente que no supo hacer grandes amigospor su carácter taciturno, y cuando por fin se decidió a abrir su alma a uncompañero al que conocía desde tiempo atrás, confió demasiado en él, se creyó apies juntillas todo lo que le explicaba de vivir en una gran ciudad, en la quele decía que tenía un pequeño piso,ofreciéndole una habitación. Sus charlas sobre esta cuestión, le daban alas asu poca imaginación, y llegó a creer de verdad que su lugar estaba en el sitioque tan bien le describía su compañero – ahora ya sabía que no podía nombrarlocomo amigo- Demasiado tarde se diocuenta de aquel fracaso.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Los meses que pasaron desdeque dejó la pequeña vivienda, fueron en verdad los más amargos de su vida. Todoacabó cuando su supuesto amigo conoció a una mujer y la llevó al pequeñodomicilio. Allí estaba de más, simplemente sobraba, se cumplió el refrán de quedo son compañía y tres son multitud. Tan sólo le dio dos semanas para buscarsedonde dormir. Casi se le estaba agotando el dinero que había conseguido ahorrardurante los años de trabajo. Se hizo el firme propósito de dejar apartado lo imprescindible, para poder subirse a untren y marcharse de aquella gran ciudad, llena de gente que parecía ignorartodo lo que no fueran ellos mismos.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Una de tantas decepciones quela vida le iba proporcionando.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Y ahora sentado bajo lafrondosa copa de un árbol, su pensamiento rebuscaba con premura, lo que teníaque hacer.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]En un arranque de buen humorpensó que debía ponerle un nombre a aquel perro, que como él mismo estabaabandonado a su suerte. Cada vez que compartían lo poco que comía, le decía“Toma”. Y pensó que era un buen nombre.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Dijo Toma en voz alta, y elcan saltó sobre sus rodillas en busca de algo que comer, pero esta vez no teníanada. Miró hacia arriba y el frutal tenía unas manzanas que parecían estar ensu punto. Se levantó perezosamente, y cogió una, la restregó en su camisa, ymordiéndola le ofreció un trozo al perro.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Con este gesto se sintióseguro. En muchos meses por primera vez comprendió que estaba en el buencamino. Su vida empezaba de nuevo. Se armaría de valor y buscaría trabajo, enel campo siempre había cosas para hacer. Desbrozar de malas hierbas, re*****frutos. Lo difícil sería encontrar un lugar donde pasar las noches.
    [SIZE=3][/SIZE]
    [SIZE=3][/SIZE]Volvería a su antigua casa,poniéndose en contacto con la gente que ahora vivía allí. Si no lo habíanderruido, en el fondo del huerto había un pequeño lugar de madera, donde seguardaban los aperos de labranza, lo recordaba de cuando era niño.
    [SIZE=3][/SIZE]

  9. #9
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    [Salió una mujer que llevaba un pañuelo en la cabeza, al estilo árabe, en la gran ciudad también las veía circular, y allí no le llamaba la atención, pero aquí sí que lo hizo. Cuando vendió su propiedad, desde luego no fue a personas de otra cultura. La siguió con la mirada, pero se mantuvo a una distancia prudencial. Estaba indeciso, su idea en un principio era la de pedir alojamiento a cambio de trabajar el huerto, pero no contaba con tropezarse con una mujer con una manera tan diferente de enfocar la vida. Había escuchado muchas historias cuando estuvo en la barema, y también algún comentario de las personas que como él iban a los comedores sociales. Los comentarios casi nunca eran a su favor.

    Se acordó de lo reticente que había estado para ir a parar a aquel lugar, pero ahora se alegraba de ello, puesto que consiguió alimentarse, sin gastar apenas nada. De esta manera aún poseía algo de dinero.

    Recorrió el pueblo sin encontrar a nadie que pudiera reconocerlo. Necesitaba pensar en la manera de abastecerse de comida y dónde pasar la noche.

    Se fue directo hasta los campos de árboles frutales situados a un kilómetro escaso del núcleo urbano.

    Buscó una sombra, y apoyado en un tronco dejó vagar el pensamiento. Oía el murmullo del pequeño riachuelo, que no siempre levaba agua, que ahora discurriera tranquilamente, le llevó a la conclusión que había llovido recientemente.

    El perro, olisqueaba todo lo que tenía a su alcance, cuando le vio sentado en el suelo, se dispuso a descansar a su lado. Se pasó la mano por la tupida barba. Después alzó la mirada y se fijó en los frutos que tenía a su alcance. Por lo menos no se quedaría en ayunas.

    Se quitó la chaqueta la dobló y la puso sobre la maleta a modo de almohada. Necesitaba tener la menta bien despejada, para poder planificar su vida de ahora en adelante.

    Al estar en contacto tan directo con la naturaleza, le hizo recordar los días pasados en la recolección de uvas. –de esto todavía no había transcurrido ni un año desde que lo dejara- El dueño de la plantación en la que había trabajado durante tres temporadas, les dijo a la mayoría de los jornaleros, que deberían buscarse otra manera de ganarse la vida, argumentando que habían llegado unas máquinas especiales, que cambiaba por completo la manera de recolectar las vides. El capataz se quedó con un número exiguo de personal. Y aquí empezó el declive de su vida.

    Mientras estuvo en aquel lugar, tenía dinero y alojamiento. Ciertamente que el trabajo era muy duro, pero tenía sus compensaciones. Era joven y corpulento y no se le daba nada mal las relaciones con las mujeres. No buscaba nada serio, por lo que se limitaba a saciar sus necesidades. Ni se había planteado nunca buscarse una novia. Reconoció que tampoco era demasiado fogoso, ya que no tenía la urgencia de muchos de los hombres que estaban allí, y que hacían muchos viajes a la ciudad en busca del placer carnal.

    Llegó a la conclusión, que si no encontraba trabajo allí, no le quedaría más remedio que ir al pueblo más cercando en su busca. Pero lo que peor se presentaba era sin dudarlo la casi desertización del pueblo. Seguro que la mayoría habían hecho lo mismo que tuvo que hacer él. Buscarse la vida en otro lugar. Parecía un pueblo fantasma.

    Cuando se quedó huérfano, pasó unos días con unos parientes lejanos a los que casi ni conocía, se dio cuenta enseguida, que era una carga para ellos. Ese fue el motivo por lo que salió de allí repleto de esperanzas y buenos deseos. Cuando les dijo que quería probar fortuna en otro lugar, sus parientes, no le pusieron ningún inconveniente. Sólo le recomendaron que vendiera la casa donde había vivido, para no tener que ir por el mundo sin un poco de dinero. Le acompañaron y fueron ellos mismos los que hicieron todos los tratos. Ya era mayor de edad, y pudo firmar los documentos de la venta. Siempre tuvo la sensación, que respiraron aliviaos, el día que lo acompañaron hasta la estación.

    ¿Cuántos años habían transcurrido?

    Quizás fueran diez. Y en este tiempo se había convertido en un ser introvertido. No le gustaba nada formar parte de los grupos que todas las noches se reunían, fuera donde fuera. Había estado en varias plantaciones y en todas, las maneras de proceder eran las mismas. Era consciente que no supo hacer grandes amigos por su carácter taciturno, y cuando por fin se decidió a abrir su alma a un compañero al que conocía desde tiempo atrás, confió demasiado en él, se creyó a pies juntillas todo lo que le explicaba de vivir en una gran ciudad, en la que le decía que tenía un pequeño piso, ofreciéndole una habitación. Sus charlas sobre esta cuestión, le daban alas a su poca imaginación, y llegó a creer de verdad que su lugar estaba en el sitio que tan bien le describía su compañero – ahora ya sabía que no podía nombrarlo como amigo- Demasiado tarde se dio cuenta de aquel fracaso.

    Los meses que pasaron desde que dejó la pequeña vivienda, fueron en verdad los más amargos de su vida. Todo acabó cuando su supuesto amigo conoció a una mujer y la llevó al pequeño domicilio. Allí estaba de más, simplemente sobraba, se cumplió el refrán de que do son compañía y tres son multitud. Tan sólo le dio dos semanas para buscarse donde dormir. Casi se le estaba agotando el dinero que había conseguido ahorrar durante los años de trabajo. Se hizo el firme propósito de dejar apartado lo imprescindible, para poder subirse a un tren y marcharse de aquella gran ciudad, llena de gente que parecía ignorar todo lo que no fueran ellos mismos.

    Una de tantas decepciones que la vida le iba proporcionando.

    Y ahora sentado bajo la frondosa copa de un árbol, su pensamiento rebuscaba con premura, lo que tenía que hacer.

    En un arranque de buen humor pensó que debía ponerle un nombre a aquel perro, que como él mismo estaba abandonado a su suerte. Cada vez que compartían lo poco que comía, le decía “Toma”. Y pensó que era un buen nombre.

    Dijo Toma en voz alta, y el can saltó sobre sus rodillas en busca de algo que comer, pero esta vez no tenía nada. Miró hacia arriba y el frutal tenía unas manzanas que parecían estar en su punto. Se levantó perezosamente, y cogió una, la restregó en su camisa, y mordiéndola le ofreció un trozo al perro.

    Con este gesto se sintió seguro. En muchos meses por primera vez comprendió que estaba en el buen camino. Su vida empezaba de nuevo. Se armaría de valor y buscaría trabajo, en el campo siempre había cosas para hacer. Desbrozar de malas hierbas, re***** frutos. Lo difícil sería encontrar un lugar donde pasar las noches.

    Volvería a su antigua casa, poniéndose en contacto con la gente que ahora vivía allí. Si no lo habían derruido, en el fondo del huerto había un pequeño lugar de madera, donde se guardaban los aperos de labranza, lo recordaba de cuando era niño.
    Última edición por tutifruti; 05/01/2018 a las 07:32

  10. #10
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Queda claro que la informática tiene cosas muy raras. Surge un problema y no me deja solucionarlo. Donde pone EDITAR / BORRAR, no me deja borrarlo. Si alguien me puede explicar el motivo lo agradecería. De todas las maneras veo que he conseguido subirlo de manera que sea fácil la lectura, donde la letra está en azul.

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