La jornada tocaba a su fin, estaban alrededor del autocar que había trasladado a las mujeres, a punto de emprender el viaje de retorno, sabiendo que la mayoría de ellas volvería en una semana, trayéndose consigo aquellas pequeñas cosas que formaban parte de su vida anterior. Las despedidas suelen ser tristes, pero esta vez, no lo fueron. Las que no habían encontrado a su pareja, pensaban que el día había transcurrido amenamente. Las que ya habían llegado a una conclusión se iban llenas de esperanza, con la cabeza llena de pensamientos positivos. Eran valientes y lo sabían. Dejar atrás para siempre todo aquello que las había atormentado era lo mejor que les podía suceder.
.- Pedro, en cuanto vuelva con el niño quiero que sepas, que trabajaré tan duro como tú mismo, en lo que haga falta. No me asustan las tareas por duras que éstas sean. Si puedo venderé alguna pertenecía para no llegar con las manos completamente vacías.
.- Tranquila. Yo me quedo aquí, no tengo nada ni nadie que me retenga en ningún lugar. Me gustaría que nos adjudicaran la casa en la que hemos estado. Si lo consigo empezaré a trabajar en ella, para que cuando vuelvas por lo menos no esté en ruinas. Me siento como si hubiera firmado un contrato laboral, del que estoy convencido saldremos adelante.
.- A mí me sucede algo parecido. Creo que puede funcionar.
Pedro se quedó en pie junto al vehículo, y esperó a ver a Araceli aposentada en su asiento. Se dedicaron mutuamente una sonrisa.
Pedro volvió sobre sus pasos y analizó a los hombres que como él, se habían formado una idea de cómo podría ir su vida a partir de ahora. Todos hacían comentarios llenos de ilusión y de esperanzas.
Le llamó la atención la variedad de edades que había entre ellos, y al recordar a las mujeres recién llegadas, imaginó que pudieron elegir.
Se sorprendió al comprobar que él, no sentía nada de todo aquello. Araceli le había dicho que todo lo estaba haciendo por su hijo. Era una buena causa desde luego. Él en cambio sólo buscaba un refugio, aunque tuviera que trabajar muchas horas al día. El trabajo no le importaba, en cambio ahora en la soledad compartida con aquellos hombres que le eran completamente desconocidos, pensaba que quizás podría pasar aquellos días en alguna de las casas que aún se mantenían en pie.
Se metió en el grupo para saber cuáles eran los planes que tenían en mente.
Todos buscaban una mujer para compartir sus días y sus noches, y por los comentarios que hacían, comprendió que las recién llegadas también ansiaban encontrar a un hombre con los mismos fines. Surgió otra vez la soledad como base de fondo.
Con Araceli no hablaron de cómo sería su vida de ahora en adelante. Sólo habían llegado a la conclusión que necesitaban un hogar. Ambos dejaron muy claro que aquello sería como un contrato comercial, los dos se aprovechaban de las circunstancias en su propio beneficio. Entre ellos quedaba por completo descartada una unión romántica o apasionada. Necesitaban un lugar donde vivir y aquel pueblo se lo estaba ofreciendo a cambio de ayudar a resucitarlo. Con un apretón de manos sellaron aquel contrato, puesto que los dos habían conseguido lo que necesitaban. Y con esta intención se despidieron.
La charla con los demás tertulianos del pueblo fue de provecho. Todos querían saber qué casa les asignarían, para poder empezar a trabajar en ella. En siete días sabían sobradamente que no conseguirían grandes cosas, pero todos estuvieron de acuerdo que por lo menos al día siguiente ya podrían hacer un cálculo del material que necesitarían.
El Alcalde estaba entre ellos, atendiendo a las preguntas que iban surgiendo.
Pedro se adelantó para hablar con aquel hombre que se mostraba muy satisfecho de sus logros. Le comentó que hacía escasos momentos había entrado en una de las casas abandonadas, que realmente necesitaba una reparación urgente del tejado. Si se la adjudicaban a él, podría empezar enseguida a trabajar en ella.
Se dio cuenta de que todos los hombres tenían los ojos fijos en su figura. Se vio obligado a dar algún detalle.
.- La hemos descubierto con Araceli. Estamos dispuestos a empezar de nuevo. Sería un buen comienzo poderlo hacer cuanto antes mejor, de esta manera cuando vuelva dentro de unos días, será como si volviera al hogar.
Nadie de los presentes tuvo nada en contra.
Pudo observar que de todos, tan sólo había una pareja, ya entrada en años. No tuvo ninguna duda que ellos poseían una casa desde mucho tiempo atrás. Fueron ellos mismos los que comentaron que tenían tres hijos, que abandonaron el pueblo años atrás, y que sólo volvían para las vacaciones estivales.
El Alcalde miró su reloj.
.- Se nos está echando la noche encima. Deberíamos ir a descansar, y mañana temprano ya podremos ir en busca del material necesario para los arreglos. A las siete espero a los que puedan venir, lo hagan, y traigan una lista de las cosas que crean necesarias. Confío que en la localidad más cercana, el Estado ya habrá ingresado una cantidad de dinero para poder empezar con las obras.
.- Si no hay inconveniente, me quedaré a dormir en cualquiera de las casas. ¿Puedo ir a la que visitamos con mi pareja? – Preguntó Pedro-
A él mismo se le hizo rara la pregunta. Le parecía que no era él, quien hablaba.
El matrimonio mayor, se opuso radicalmente.
.- No puede quedarse en este lugar. Debe estar lleno de porquería y sin ningún lugar decente para dormir.
Pedro se quedó por unos momentos sin saber qué decir. Razón no les faltaba, pero…
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