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Tema: La maleta roja

  1. #11
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Pero ahora no podía hacerlo, se sentía demasiado cansado, demasiado inseguro. Teniendo solucionado de momento la comida, esta noche la pasaría al raso. Seguro que mañana estaría mucho mejor, se daría un tiempo para asimilar su nueva condición de vagabundo, porque desgraciadamente, comprendía que era eso. Era un sin techo.

    Llegar a esta conclusión no le daba precisamente buenas vibraciones. Si nunca se hubiera marchado ¿qué hubiera sido de su vida? Era inútil pensar en esto. Quizás más adelante lo podría hacer sin sentirse como un estúpido, pero ahora le era imposible.

    Buscó en el árbol las manzanas más maduras, eso sería su cena. Pensándolo mejor en lugar de dos arrancó el doble, no le importaba repetir el menú para mañana desayunar. Esta noche la pasaría allí, se encogió de hombros, no le disgustaba en absoluto dormir bajo las estrellas, mañana temprano recorrería el pueblo antes de que los habitantes merodearan por las calles, ya había pensado cómo se presentaría en su antigua vivienda, pero esta noche lo planificaría mejor, con todo detalle. Le dio a Toma una porción del fruto recogido, y después ambos bebieron un poco de agua del riachuelo. Se dijo que en realidad no le importaba pasar las próximas horas en la soledad de aquel campo de frutales. Buscó una posición cómoda, y al cabo de poco rato tenía a Toma, con el hocico encima de sus piernas. Le acarició la cabeza mientras pensaba en si era buena idea ir en busca de un lugar donde cobijarse, llevando a un perro como acompañante.

    Seguro que mañana por la mañana lo vería mucho mejor que hoy.

    = = = = = = = = = = = = = = =

    Había dormido mejor de lo que esperaba. Se desperezó sin prisas, se alisó la ropa y se puso en camino hacía el bar donde el día anterior se tomara algo caliente.

    Allí tantearía la situación a seguir. Necesitaba información y seguro que aquel muchacho joven, se la podría dar. Por supuesto que no le diría que años atrás había pertenecido al lugar. Pensó con añoranza en su casa, que vendió siguiendo los consejos de sus parientes.

    Volvió a pedir lo mismo que ayer. Partió en dos el bollo, y se lo dio a Toma, que se relamió de gusto. En el centro de la plazoleta había una fuente, y se llevó al perro para que pudiera beber a su gusto. Miró a su alrededor, para asegurarse de que nadie lo estaba vigilando. Parecía un pueblo desértico, Volvió a entrar en el bar, para entablar una conversación con el muchacho.

    Al hacerle las preguntas, decidió darle un marcado acento francés, cosa muy fácil, después de haber pasado años en el país vecino.

    Se enteró que en los últimos tiempos, el pueblo se había quedado casi vacío. La gente joven –Tal como hiciera él mismo- se había ido en busca de mejoras laborales. Sólo quedaron unos pocos viejos que o bien se fueron muriendo o sus hijos al cabo del tiempo los vinieron a buscar para llevarlos con ellos. El Ayuntamiento hizo un llamamiento, ofreciendo a matrimonios jóvenes un lugar donde vivir a cambio de trabajar en el campo, y sobre todo, la demanda era especial para incluir niños, poder volver a abrir la escuela, y dar vida al lugar que en cuestión de años se había convertido en un pueblo fantasma.

    Escuchaba atentamente la historia.

    No se le había ocurrido ir al Ayuntamiento en busca de información. Ahora tomó la decisión de ir en busca de todo lo que necesitaba.

    Dio las gracias al muchacho sin hacer ningún comentario ni a favor ni en contra. Al fin y al cabo aún no sabía cómo le iría la gestión.

    Cuando llegó al ayuntamiento se encontró con la desagradable sorpresa de encontrarlo vacío. Un letrero escrito a mano decía que el recinto estaría abierto los hueves y los sábados de diez a trece.

    No tenía ni idea del día en que vivía como tampoco sabía la hora, por las sombras que se reproducían en el suelo calculó que no era mediodía.

    Miró a Toma como si buscara en el perro alguna respuesta, que evidentemente no halló.

    Volvió al bar y directamente le preguntó al muchacho cuándo abrirían al público el Ayuntamiento. Éste se dio la vuelta para mirar en un calendario que estaba colgado justo detrás de él. Le pareció que aquel dependiente por primera vez lo miraba y se interesaba por su persona.

    Le dijo que mañana a primero hora estaría el alguacil y alguno de sus compañeros. Allí el trabajo no era excesivo, con los dos días semanales, tenían de sobra para las gestiones que se tramitaban. Si era urgente lo que necesitaba podía desplazare hasta el pueblo más cercano, porque hoy estaban allí, para ayudar a quien lo necesitara. Le dijo que en pocos minutos llegaría el autobús de línea, que hacía el recorrido, tres veces a la semana.

    Pensó enseguida en que tendría que pagar el billete, y eso no le gustó nada, pero por otra parte tampoco le apetecía estar deambulando por el pueblo desértico con aquel calor insoportable. Sí, de momento podía desprenderse de algo de dinero. Se saltaría la comida. Recordaba más o menos cómo era aquel pueblo cercano, cuando vivía allí, había ido más de una vez, incluso andando. En realidad eran casi calcados el uno del otro. Se preguntó si estaría tan solitario como el suyo. Se le encogió el corazón al pensar en la soledad que allí reinaba. Cogió el perro en brazos, y preguntó al conductor se podía llevarlo. El hombre le contestó de manera vaga, si el animal no molestaba, podría, pero si algún pasajero se quejaba tendría que abandonar el trasporte. Miró el fondo del vehículo y sólo había un matrimonio mayor sentados al final, para poder dejar todas las bolsas que llevaban, era muy evidente que venían de hacer una compra importante de productos comestibles.

    El trayecto duró apenas quince minutos.

    Al bajar quedó sorprendido de la diferencia enorme que existía entre los dos pueblos. La plaza donde tenía la parada el autobús era casi idéntica que la que había dejado atrás, pero el bullicio reinante no tenía nada que ver. Recordó dónde estaba la casa Consistorial, y se dirigió hacia allí, en busca de información.

    Un letrero puesto en un lugar visible le dejó perplejo.

  2. #12
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Hoy tenían una reunión todos los hombres que anteriormente se hubieran inscrito. Se trataba de buscar una pareja, para poder acceder al censo de la población, y de esta manera perpetuar la ciudadanía del lugar.

    Este pueblo como muchos otros se había quedado sin gente joven. Ahora todo dependía de volver a iniciar la convivencia.

    El hombre que le estaba atendiendo dio por sentado que él, era otro de los candidatos, le preguntó su nombre, y sin más preguntas le dijo que si de las mujeres que no tardarían demasiado en llegar, se ponía de acuerdo con alguna, para formar una familia, tendría muchas oportunidades para que los inscribieran, y entonces sin demasiada demora les adjudicarían una vivienda.

    No supo qué responder.

    Acababa de inscribirse para una unión relámpago con una mujer que por lo que suponía también se hallaba como el mismo en apuros, y que pensó buscaba un techo en el que cobijarse.

    De golpe lo entendió todo.

    El vacío de su pueblo natal. Todos se habían volcado en aquella iniciativa del pueblo cercano en el que daban prioridad a las parejas para ofrecerles casa y un trabajo, que les ayudara a subsistir.

    Pensó que aquella circunstancia le sería de mucha ayuda. Nadie le haría demasiadas preguntas del motivo por el que se había inscrito en el último momento.

    En un rincón de la plaza se había colocado unas mesas y unas sillas, donde algunos hombres hablaban animadamente. Otros como él mismo estaban taciturnos y miraban a su alrededor como si estuvieran asustados.

    Se preguntó cuál era su estado de ánimo.

    No supo que respuesta dar. Sólo sabía que aquello le podría proporcionar una manera digna de vivir, tener un techo que le mantuviera alejado de los fuertes calores, y del frío invierno. A cambio de esto, debería buscar una mujer con la que compartirlo.

    Oyó diversos comentarios.

    La idea la había tenido el alcalde del pueblo, porque en otros lugares, esta experiencia, ya la habían hecho, pero al revés, se habían desplazado los hombres en busca de mujeres. Y la mayoría comentaban que había dado un buen resultado.

    La novedad de ahora sería que las mujeres tenían que encontrar a su pareja. Y enseguida se hizo la pregunta más lógica. Cómo serían aquellas personas que se atrevían a ir en busca de un hombre, para poder subsistir.

    ¿Estaba él, dispuesto, a renunciar a su libertad a cambio de alojamiento y trabajo?

  3. #13

    Predeterminado Re: La maleta roja

    Muchas gracias por el aporte

  4. #14
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Cita Iniciado por josedavid95 Ver mensaje
    Muchas gracias por el aporte

    De nada es un placer saber que te leen, y comentan. Gracias

  5. #15
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Se pasó la mano por la tupida barba. Todo dependía del tipo de féminas que llegaran. Seguro que la mayoría serían mayores. –viudas probablemente, que al faltarles el marido, se veían incapaces de llevar a cabo todas las tareas. O quizás les era insoportable vivir en soledad perpetua por no haber encontrado en su momento a un hombre que estuviera a su lado.

    Sí, la soledad no era buena consejera, de eso él, podría dar lecciones.

    Dejó apartados los pensamientos, ya que el ruido del autocar que acaba de llegar, hizo que todos sin excepción dejaran de hablar para centrarse en las mujeres que empezarían a bajar de allí.

    Hubo un silencio, que se rompió en un aplauso unánime, en cuanto empezaron a bajar las recién llegadas.

    Iban todas aceptablemente vestidas. Desde luego no para desfilar ante una alfombra como modelos, pero se las veía limpias y aseadas.

    Con la primera mirada pudo comprobar que las edades eran muy dispares. En contra de lo que esperaba algunas de ellas estaban en esas edades en las que no puedes preguntarle a una mujer por sus años, era mejor la incertidumbre. Le llamó la atención que no mostraran ningún tipo de timidez. Si en algún momento la sintieron, ahora la habían dejado atrás, para mostrarles a sus futuros pretendientes la mejor sonrisa.

    No podía centrarse en nada. El olor de la comida que emanaba del bar, le llenó los sentidos. Y un gran placer le invadió al pensar que hoy, por el mero hecho de haberse inscrito, comería caliente, cosa que no hacía desde que dejó los comedores sociales de la gran ciudad.

    Se dio cuenta que había perdido de vista a Toma. Pero ahora mismo era lo que menos le preocupaba. Estaba aturdido pensando en la comida, y en que debería intentar buscar un acercamiento con alguna de aquellas mujeres, que de alguna manera estaban buscando una pareja. Cada cual tendría sus motivos.

    El alcalde hizo un pequeño discurso, y acabó diciendo que ahora lo más importante era mostrarse abierto y buscar conversación con más de una mujer, para poder calibrar mejor por quien decidirse. El alcalde elogió a aquellas mujeres, que tenían la valentía de afrontar posiblemente una situación delicada. Les dijo que eran como esas heroínas que sabían buscarse un nuevo camino en sus vidas. No todo el mundo sabía renunciar a un pasado, para centrarse en un futuro mejor.

    Todo acabó entre aplausos, y acto seguido se sirvió la comida.

    Empezaron a sentarse ante aquellos largos tablones apoyados en caballetes, y recubiertos con un blanco papel a modo de mantelería. Enseguida pensó que le recordaba mucho a los comedores sociales. Pero para su deleite la comida aquí tenía mejor aspecto y olía estupendamente.

    Intencionadamente buscó un lugar para sentarse, al final de una de las mesas, porque sabía que de esta manera sólo debería hablar con una persona, además pensó que siendo zurdo, no molestaba a nadie al comer. Esto ya lo aprendió cuando iba a la escuela, y sus compañeros se quejaban del poco espacio que existía entre su brazo izquierdo con el del chico que tenía a su lado.

    Parecían tener en general grandes cosas para explicar. Pero él, cuando tuvo delante su plato lleno, se dedicó a dar buen recaudo. Delante se sentaron un hombre y una mujer de mediana edad, que enseguida se pusieron a hablar. Luego pensó que por lo menos tenía que mirar a la persona que tenía a su derecha, y presentarse.

    - Hola me llamo Pedro.

    La mujer que tenía a su lado le sonrió abiertamente y le dejó sorprendido con la pregunta que le hizo.

    . Yo soy Araceli, pero más que tu nombre me gustaría saber por qué te has inscrito en esta lista de hombres en busca de pareja.

    Se la quedó mirando, perplejo por su desparpajo. Pero comprendió que era una pregunta muy lógica.

    .- En realidad ha sido por casualidad, no sabía de la existencia de esta reunión hasta hace un par de horas. He venido en busca de trabajo, y me han tomado por uno de los hombres que han llegado hasta aquí, buscando la manera de enfocar una nueva vida. ¿Y tú?

    Pensó que si ella había tenido la valentía de preguntar sin tapujos, él también podía hacerlo.

  6. #16
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Por primera vez se miraron a los ojos, él, dejó de fijar su vista en el suculento plato que tenía ante sí, para examinarla abiertamente.

    No podría decir su edad, pero calculó que no era muy mayor. Iba vestida con unos tejanos, y un jersey llevando anudada en la cintura, una chaqueta de punto, con las mangas colgando por delante.

    . Yo también necesito trabajo, pero sobre todo una casa donde poder vivir. Estoy cansada de deambular sin rumbo fijo. Dejé mi casa tiempo atrás porque quería encontrar algo distinto a lo que tenía. Precisaba sensaciones nuevas.

    . ¿Las encontraste?

    .- De alguna manera sí.

    .- Deduzco que no era lo que esperabas.

    .- No, ni mucho menos.

    . Ahora también te puede salir mal. De entrada veo un poco descabellada la idea de unirse a alguien para tener una casa donde vivir. Yo todavía no estoy demasiado seguro de si me atrae la idea, pero realmente necesito todo lo que ofrece este pueblo. Un hogar, un trabajo, y ese dinero que nos adelantan para que podamos empezar sin demasiados contratiempos, difícilmente se encontrarían en otro lugar.

    . Desde luego es arriesgado, pero yo estoy dispuesta a todo lo que haga falta, para conseguir una pareja, una casa y un poco de estabilidad económica. Me he sentado a tu lado, porque de todos los hombres que he visto por aquí, me has parecido el más idóneo. Pareces un poco perdido como yo misma.

    La escuchaba hablar sin perder ni una palabra. Había terminado la comida de su plato, Se sentía bien después de saborear la comida. Pensando que sería una delicia poder disfrutar a diario de cosas parecidas.

    .- Creo que nuestra conversación ha sido muy interesante. Pero me parece necesario conocer a más personas. Quién sabe si los dos encontraremos a alguien más apropiado. Por mi parte – dijo Pedro- como no tenía nada en perspectiva, tampoco me puedo hacer a la idea de nada. Pero insisto en que deberíamos conocer a más personas. ¿Estás de acuerdo?

    .- Sí, por supuesto que sí.

    La plaza había quedado por completo en la sombra, y cuando se terminó de comer, entre todos desmontaron las mesas, apilando en un rincón todas las sillas plegables, y se anunció con gran pompa que ya pasado el calor del mediodía, se iniciaría el baile, para que se pudieran conocer mejor todos los participantes. Otra vez los aplausos llenaron la plaza. Y cuando la música sonó, la mayoría se dispusieron a bailar.

    Pedro se quedó sentado en una silla, no apartando la vista de su maleta. Se dio cuenta que era el único que venía con equipaje, lo cual indicaba posiblemente que ya tenían un lugar donde vivir, y que si habían acudido en busca de pareja, no era por esa necesidad. Seguro que buscaban una compañía con la que compartir su vida.

    Se levantó y cogiendo su maleta decidió inspeccionar al pueblo.

    El bullicio de la fiesta quedaba amortiguado a medida que se perdía por las calles estrechas y la mayoría sin asfaltar. Comprobó que solo estaban asfaltadas la calle principal y la plaza de dónde provenía. El pueblo se veía muy abandonado, la mayoría de las viviendas, necesitaban urgentemente una reparación, sobre todo en los tejados. Sabía por experiencia que, las casas en cuanto las tejas empezaban a caerse, todo lo demás no tenía demasiado tiempo de vida. No en vano cuando estuvo trabajando en las baremas, muchas veces antes de iniciar la recolección, el propietario les obligaba a reparar aquella parte del lugar destinado a dormir y a asearse.

  7. #17

    Predeterminado Re: La maleta roja

    excelente post amigo

  8. #18
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Cita Iniciado por josee111 Ver mensaje
    excelente post amigo
    Siempre es un placer saber que alguien lee y comenta. Gracias por hacerlo. Saludos

  9. #19
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    Recorrió todo el pueblo, que evidentemente estaba vacío. Todo el personal se hallaba en pleno rescate de una pareja. Pensó en la mujer que se sentó a su lado. No le disgustó su manera de hablar tan franca, pero no sabía exactamente si estaba dispuesto a vivir con alguna mujer a cambio de una casa. La convivencia a veces podría resultar incómoda. En una balanza imaginaria puso sus necesidades, y tener que soportar a una persona desconocida, que como él mismo necesitaba un lugar donde vivir, y un trabajo, no estaba demasiado seguro que pudiera salir completamente bien.
    Decidió volver a la plaza. Tenía razón el alcalde cuando dijo que deberían conocerse un poco, y saber si en el próximo encuentro ya estaban dispuestos a aceptar una nueva vida.
    Esta vez buscaría para el retorno, las callejuelas pequeñas, con casas a lado y lado. Casas que todas ellas necesitaban un remiendo. Decidió entrar en una de ellas, empujó una puerta de madera cuarteada, y el olor a humedad, casi le tumba de espaldas. No obstante, acabó de abrir el portón, y se encontró ante una chimenea donde antaño también servía de fogón. Aún quedaban los utensilios de hierro, en el que apoyar la olla, junto con una cadena que colgaba del techo. En un rincón había espacio para colocar una mesa y sillas, y también algún aparador. Unos metros más allá, había dos habitaciones, cuyas ventanas daban a lo que posiblemente en su tiempo era un pequeño huerto. Más o menos era como la que había vivido él.
    Empezaba a oscurecer y apenas veía allí dentro. Decidió ir en busca de la muchedumbre, y hablar con alguien más.

    Casi se tropieza al ir a salir. Allí junto a la puerta había una persona. Por un momento se asustó. Pero enseguida reconoció la voz. Era Araceli.
    .- ¿Eres Pedro?

    - En efecto ¿Hace mucho que estás aquí?
    .- Acabo de llegar. He querido conocer el pueblo en el que voy a vivir. Por lo visto tú también has pensado lo mismo.
    .- Más o menos. Iba a reunirme ahora con los demás. Haré caso de las palabras del alcalde, intentaré hablar con otras personas.
    .- Yo lo hice, pero no he podido sacar nada en concreto. Es muy poco tiempo para tomar una decisión. De una cosa estoy muy segura, y es que haré lo imposible para quedarme aquí. Tengo un motivo muy importante.
    Juntos y en silencio repasaron la vivienda.
    Habían salido de la destartalada casa emprendiendo el camino hacia la plaza. Pedro se preguntaba si sería correcto hacer preguntas directas. Por un momento le pareció que ella con sus palabras le estaba animando a hacerlas. No obstante guardó silencio.
    Ante su silencio fue Araceli quien continuó hablando.
    -. Creí que me preguntarías mi motivo. ¿No te interesa saber cuál es?
    .- Pues me parece que no es de mi incumbencia, pero sí que sería interesante para comprender por qué una mujer, sea cual sea su edad toma una decisión tan drástica. Seguro que motivos no te faltan. Y si te sirve para apaciguar un poco los ánimos, dímelo.
    .- Con la condición que tú me hagas saber los tuyos. Tengo un hijo de casi dos años, del que me han quitado su tutela, por no poder mantenerlo como corresponde a su edad. Razón no les falta. He perdido mi trabajo. Sólo de vez en cuando consigo algo de dinero, pero no es suficiente para vivir, y mucho menos pagar un alquiler. Podré recupéralo en cuanto demuestre que tengo una casa. Este es mi principal motivo. Necesito aliarme con alguien para demostrar al tribunal de menores que puedo hacerme cargo de él, antes de que lo den a alguna familia de acogida, eso es lo que más temo. Sé de casos que suceden cosas verdaderamente tristes, niños encariñados con sus padres adoptivos
    temporalmente, y que llegado el momento los separan. No quiero que esto me suceda a mí.
    Hubo un silencio. Realmente Pedro ni por un momento pensó en algo parecido. Habían llegado a la plaza, y antes de mezclarse con todos los demás, Araceli le apremió para que le contara cuál era su situación.
    .- La mía creo que no es tan dolorosa como la tuya.
    Le explicó en pocas palabras, cómo había ido dando tumbos por la vida desde que era un adolescente. Cómo llegó a los servicios sociales, Y de la manera más peregrina acudió esta mañana a la reunión del conjunto de hombres y mujeres que querían rehacer su vida al precio que fuera.
    .- ¿Habías pensado en alguien en concreto?
    .- La verdad es que no.
    .- Para los dos, nos puede resultar molesto o desagradable tener que buscar a alguien entre gente desconocida. ¿Crees en las casualidades?
    .- Nunca lo he pensado. – Dijo Pedro como si hablara consigo mismo.
    .- Yo sí, parece como si de alguna manera el destino, hubiera jugado con nosotros. Hemos comido uno al lado de otro, y luego por casualidad, nos hemos encontrado en un lugar apartado de los demás. Ambos hemos tenido el mismo pensamiento. Por algún motivo esa casa nos ha llamado la atención. ¿Te parece que podrías vivir a mi lado? No es una declaración de amor ni mucho menos. Es un pacto entre dos personas que se necesitan mutuamente, para salir de atolladero en el que se encuentran.
    Pedro se quedó sin saber qué decirle. De repente, todo era nuevo. Esta mañana, no tenía ni idea de la situación del pueblo cuyo alcalde era un hombre capaz de hacer lo necesario, para despertar de nuevo a aquel montón de casas la mayoría abandonadas.

    .- Se puede probar. Si nos dan un lugar para vivir, y un trabajo podemos intentar la convivencia. Supongo que a ninguno de los dos nos importa demasiado la vida anterior del otro. Lo que cuenta en definitiva es poder subsistir.
    .- Si nos ponemos de acuerdo, hoy mismo podríamos hablar con el alcalde. ¿O te parece demasiado precipitado? – Preguntó Araceli-
    .- Sí que lo es. Pero a veces estas cosas hechas sin profundizar suelen dar buen resultado.
    Una vez dichas las palabras pensó en que las estaba diciendo para convencerse a sí mismo.
    En la plaza se habían formado varios corros de personas, no cabía duda que estaban ultimando el contacto. Todos sabían que en siete días volverían a verse para dejar completamente solucionado el asunto. Pedro los miró y le pareció ver en sus caras una esperanza que antes no sentían. Él mismo estaba en estas condiciones.
    No fueron los únicos que quisieron mantener una conversación con el alcalde.
    Al salir del lugar Araceli y Pedro sabían que acababan de comprometerse a vivir bajo el mismo techo durante un tiempo indefinido, a cambio de un trabajo y un sueldo no demasiado abundante. Pero tenían casa, y los gastos que conlleva un domicilio compartido, con el agua y la luz pagada. Los dos estaban de acuerdo en que la convivencia se basaría en una ayuda mutua para seguir adelante. En ningún momento mencionaron si entre ellos dos forzarían una relación más estrecha. Ella dejó muy claro que no buscaba un hombre en la cama, necesitaba desesperadamente alguien a quien presentar en los Servicios de acogida de menores, demostrando que no vivía sola, y que tendría unos ingresos fijos. Todo lo demás carecía de importancia.
    La entrevista con el alcalde fue un éxito. Araceli salió de la casa Consistorial, con un certificado que avalaba que a partir de máximo dos semanas dispondría de una casa. En el acta el alcalde estampó el sello. Ella lo guardó doblado en su billetero, como lo que en realidad era: un tesoro indispensable para tener a su hijo.

  10. #20
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    Predeterminado Re: La maleta roja

    No veo ningún interés en saber el desenlace de esta historia, y eso desanima bastante.

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