Entró como una tromba en el baño. Quería evitar a toda costa que nadie notara su gran enfado. Cerró la puerta corriendo el pestillo, asegurándose de esta manera que nadie más que él, podría entrar en el lugar.
Había tenido un gran fracaso en el trabajo y por no perder su empleo, tuvo que agachar la cabeza y mostrar un semblante que nada tenía que ver con su estado de ánimo. A simple vista continuaba pareciendo una persona pacifica. Sólo él sabía que no era cierto. Por dentro se sentía como un volcán a punto de entrar en erupción.
Pero en cuanto llegó a su casa, y se fue directo al baño sin saludar a nadie pensó que ya era hora de soltar todo lo que llevaba dentro. Estaba seguro que su familia, ni lo habían oído entrar en la casa. Los ruidos prevenían del fondo del pasillo, quedando alejados de la puerta de entrada. Entró a escondidas, como si fuera un malhechor, y sigilosamente se metió en el baño.
Miró la imagen que le devolvía el espejo, y no se notaba nada extraño. Su mirada era la de siempre, lucía aquellos ojos bondadosos de un azul desvaído.
Se centró en la imagen, acercándose mucho para ver reflejada su mirada. Allí sí pudo ver todo el enojo. Sus ojos al mirarlos de cerca, parecían chispear, llenos de ira, de odio y también de impotencia, por no haber podido resolver a u gusto aquello que tanto anhelaba.
Tenía razón y no lo pudo demostrar. Toda la rabia se lee fue acumulando hasta llenar por completo su cuerpo. Sentía tan mal humor en su interior, que por algún sitio debería salir.
Apretó los puños hasta que sus nudillos quedaron blancos por competo.
Y sin poderlo remediar, vació su fuerza contra aquella imagen, que sabía era la suya, pero que le costaba de reconocer.
Aquel odio que albergaba en todo su cuerpo por fin quedó reflejado en el espejo.
Se sentía completamente fracasado y menospreciado. El escozor de sus ojos dejaba muy claro que eran precursores del llanto, pero un hombre no debe llorar ante un fracaso. ¿O sí? Los ojos seguían quemándole como brasas y finalmente no pudo reprimir las lágrimas.
Respiró hondo y la imagen que vio reflejada en el espejo, era la imagen de una rabia contenida, con las mandíbulas apretadas como un animal a punto de atacar.
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