Por más que oraron a su Dios para que Él desviara ese terrible huracán, estos pentecostales quedaron públicamente avergonzados :
Cayó, pues, por tierra el mito de que Dios siempre protegería a Puerto Rico contra los estragos de los huracanes por ser "La Isla del Cordero".
Abran los ojos, mis buenos hermanos boricuas. Su Dios NO existe.
Un abrazo solidario, a pesar de nuestras discrepancias.
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