Cuando Dios entregó la Ley a su pueblo en tiempos de Moisés, les había dicho: "NO MATARÁS" (Éxodo 20:13). Luego, los judíos se olvidaron de este mandamiento de Dios tan importante y en el viejo testamento escribieron que Dios les había mandado aplicar penas de muerte.
Antes de Jesucristo, el pueblo vivía en tinieblas, pues las penas de muerte y los castigos terribles eran un infierno para los pobres y humildes. Los dictadores del pueblo ataban cargas tan pesadas sobre los hombros de los pobres, que nadie podía soportarlas. Los profetas descubrieron que los poderosos y escribas habían cambiado la Ley y así dejaron escrito:
"...mi pueblo no conoce el juicio de Yavé. ¿Cómo decís: Nosotros somos sabios, y la ley de Yavé está con nosotros? Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas" (Jeremías 8:7-9).
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