El arrepentimiento de las obras muertas es parte de la base que nos conduce a la perfección y la eternidad. Así lo vemos en Hebreos 6:1 “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios” Jesucristo remarcó lo importante del arrepentimiento:
“Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” [Lc 13:3].
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” [Hch 17:30]
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” [2 Pe 3:9]
Pedro en su primer discurso exhortó a los que los oían a que se arrepintieran:
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” [Hch 2:38]
El arrepentimiento es algo más que el pesar y el remordimiento por los actos que cometimos en el pasado:
“Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, !!qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.” [2 Co 7:8-11]
El verdadero arrepentimiento supone reconocer que nuestra naturaleza se opone a Dios:
“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” [Ro 8:7]
Esto demanda una transformación completa de nuestra vida, donde dejamos de seguir la senda del mundo para seguir la senda de Dios:
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.” [Is 55:7,8]
“sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.” [Hch 26:20]
Es someternos y obedecer voluntariamente a Dios, basados en conocer la manera en que Dios desea que vivamos la vida.
El arrepentimiento empieza con el pedido a Dios de que perdone nuestros pecados y la aceptación de Jesucristo como nuestro Salvador. El arrepentimiento no se basa solamente en las emociones sino que es una decisión de obedecer sinceramente a Dios por la fe en Cristo. Por nuestra fe en Cristo su justicia se convierte en nuestra justicia:
“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” [Fil 8:8, 9]
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. [Ro 8:1-4]
La fe en Dios y sus senderos nos conduce a vivir de acuerdo a su voluntad y a expresarlo mediante obras de justicia:
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” [Stg 2:17]
“Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.” [Stg 2:24]
Al verdadero arrepentimiento el individuo no puede originarlo por sus propias fuerzas. Es un don de Dios, una dádiva del Padre. Dios es quien nos guía al arrepentimiento:
“que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad” [2 Ti 2:25]
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. [Stg 1:17]
“¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” [Ro 2:4]
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