Durante el tiempo de la vida de Jesús, el velo del templo en Jerusalén era el centro de la vida religiosa judía. Éste era el lugar en el que se llevaban a cabo los sacrificios de animales y la adoración, estrictamente de acuerdo con la ley que Jehová dio a Moisés, la cuál era seguida fielmente por los judíos, aunque Jesús nunca aprobó tales sacrificios.
Hebreos 9:1-9 nos dice que en el templo había un velo que separaba al lugar llamado “Santísimo”, donde se suponía fuera el lugar terrenal donde moraba la presencia de Dios, del resto del templo.
Así se entendía que el hombre estaba separado de Dios por ese velo. Solo el sumo sacerdote tenía permitido pasar tras el velo una vez al año (Éxodo 30:10), y hacer expiación por los pecados.
Sin embargo, en Mateo 27:50 leemos así: “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a bajo…”.
¿Qué significado tiene este velo rasgado para nosotros en la actualidad?
Ante todo, el hecho de que el velo se haya rasgado dramáticamente al momento de la muerte de Jesús significa que el camino para el lugar llamado “Santísimo” fue abierto para toda la gente de todos los tiempos, tanto judíos como gentiles, sin necesidad de sacrificios inútiles y de otras reglas religiosas de la ley del Viejo Testamento.
Esto significa todavía que Jesús terminó con aquella adoración absurda y todo el sistema religioso que no fue ordenado por el verdadero Dios Padre, sino por ángeles, como Esteban reveló a nosotros en Hechos 7:53 y Pablo le confirmó en Gálatas 3:19.
Si el templo permaneciera, esto significaría que Jesús aprobaba la ley del Viejo Testamento, con todos los sacrificios de animales, circuncisión, observancia del sábado y todos los demás rituales. En tanto que el templo no permaneció, significó que un Nuevo Pacto estaba siendo establecido (Hebreos 8:13).
Hebreos 10:19-20 dice que los hombres indignos y pecadores de cualquier lugar de la tierra pueden ahora tener acceso confiadamente a Dios Padre por el camino nuevo y vivo que Jesús nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.
Jesucristo, a través de su muerte voluntaria, quitó las barreras de acusación y condenación que impedían al hombre de llegarse al verdadero Dios Padre, lo que significa que ahora podemos aproximarnos a Él confiadamente, como dice Hebreos 4:14-16.
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http://www.demiurgo.decifrado.oswnet.com/page_02.htm
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