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[Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 34]
Aquella misericordia de Dios hacia los egipcios, es decir, los que se arrepintieron de haber secundado a Faraón y a toda su camarilla y se marcharon con los israelitas, iba a tener en el futuro consecuencias negativas contra la descendencia de Abrahán. De todas formas, era una previsión fácilmente deducible por medio de las leyes estadísticas, puesto que fueron acogidas personas que con el transcurso del tiempo tenían la posibilidad de hacer rebrotar malas actitudes, las cuales, mezcladas con las de algunos hijos de Israel de inclinación desobediente, darían pie a infiltraciones demoníacas. No obstante, como dijo el apóstol Juan: “El que no ama, no conoce a Dios (se sobreentiende: el que no muestra compasión y misericordia, rasgos propios del amor, no conoce la personalidad del Dios verdadero); porque Dios es amor (se sobreentiende: El amor es el rasgo dominante de la personalidad divina)” (Primera epístola de Juan, capítulo 4, versículo 8; Biblia de Valera de 1602, purificada); y también como señaló el salmista: “Los sacrificios de Dios (se sobreentiende: sacrificios dirigidos a Dios) son el espíritu quebrantado (se sobreentiende: La motivación del arrepentido o quebrantado): al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos, capítulo 51, versículo 17; Biblia de Valera de 1602, purificada). Por esta razón, Dios no podía dejar atrás o excluír de su favor a los egipcios arrepentidos, como medida preventiva, en evitación de males hipotéticos causados por éstos. Sin embargo, estableció la ley mosaica en términos justos pero severos, para poder compensar el oportunismo que la simiente de la “serpiente” manifestaría ante dicha misericordia divina, al utilizar las debilidades y malas tendencias de los liberados para poder realizar infiltraciones demoníacas y corromper a la descendencia de la “mujer” desde el interior mismo de ella.
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