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[Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 30]
Hacia el tiempo de Moisés, los restos de linajes patriarcales posdiluvianos que de alguna manera se adherían a la guía divina iban decayendo progresivamente, siendo absorbidos, uno tras otro, por la simiente de la “serpiente”. Por eso, la promesa o pacto abrahámico era ahora de capital importancia para mantener el linaje de la “mujer”; y tal linaje resultó ser en parte la descendencia de Abrahán, el pueblo hebreo o israelita. Por eso, a pesar de su condición abatida como pueblo, y muy debilitada en cuanto a seguir la guía divina, el pacto abrahámico venía a suponer ahora un recurso legal, perfectamente admisible en las cortes celestiales, por el que Dios dirigiría su atención a la descendencia abrahámica y la liberaría de su esclavitud en Egipto. Pero había que hallar a alguien digno del favor divino, y nadie mejor cualificado que el hombre Moisés para poder acaudillar al pueblo israelita bajo la guía divina, puesto que, como dice la sagrada escritura: “Por fe Moisés, hecho ya grande (se sobreentiende: hecho adulto), rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón (se sobreentiende: la hija de Faraón lo adoptó como hijo cuando era un niñito, pero él siempre se mantuvo leal a su linaje y actuó prudentemente hasta que fue adulto); escogiendo antes ser afligido con el pueblo de Dios, que gozar de comodidades temporales de pecado (se sobreentiende: de adulto, Moisés optó por apegarse al pueblo de Israel más bien que vivir como príncipe en la corte egipcia, disfrutando de toda clase de lujos y satisfacción de bajas pasiones). Por fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey (se sobreentiende: Moisés contrarió a Faraón y avergonzó a la realeza egipcia, pero no temió la reacción de Faraón en su contra, quien decretó su búsqueda, captura y muerte, aunque no lo pudo apresar porque él huyó fuera de Egipto); porque se sostuvo como viendo al Invisible (se sobreentiende: la fe en Dios sostuvo a Moisés)” (Epístola del apóstol Pablo a los cristianos hebreos, capítulo 11, versículos 24-27; Biblia de 1909, de Reina-Valera).
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