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Tema: Pseudoveltíosis natanatórica

  1. #191
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 162]
    A pesar de la obligada tregua que Vespasiano tuvo que acometer con motivo de la guerra civil que estalló en Roma y en la que él mismo acabó siendo el vencedor y vistiendo el manto purpúreo del emperador, los rebeldes de Jerusalén desaprovecharon la ocasión de unir sus fuerzas contra los romanos. En efecto, la situación en la capital de Judea, durante esos meses otoñales e invernales de tregua, distaba mucho de ser la más conveniente para la defensa de la ciudad; y para colmo se habían producido diversos enfrentamientos, con abundante derramamiento de sangre, provocando una especie de guerra civil entre las distintas facciones y una total desatención a las medidas estratégicas más básicas para poder aguantar el inminente asedio. Por un lado estaba Eleazar ben Simeón, el principal jefe de los zelotes en Jerusalén hasta la llegada de Juan de Giscala; y este Eleazar no estaba dispuesto a servir bajo las órdenes de Juan por considerarlo un líder novato en la ciudad y por ser más joven (y supuestamente más inexperto) que él. Eleazar dominaba a los hombres de Juan, ya que se encontraba en el Templo en una posición ventajosa pese a su inferioridad numérica, y los matenía a raya. A su vez, Juan de Giscala tenía que hacer frente a Simón bar Giora, que tras realizar algunas correrías por Galilea e Idumea, había llegado a la capital con los brazos abiertos y gracias a la colaboración del pueblo, con la esperanza de amortiguar la actitud extremista de Juan de Giscala; pero este Simón bar Giora pronto mostró ser igual o peor, con lo que el pueblo, esperando deshacerse de un tirano, se encontró con dos, luchando entre sí, a pesar de que ambos consideraban a los ricos y aristócratas como enemigos comunes. Por otro lado, en el frenesí por debilitarse mutuamente, Juan y Eleazar no encontraron nada mejor que prender fuego a los enormes almacenes de grano de la ciudad, en donde estaban las reservas de víveres acumulados con vistas al asedio; así, ambos, con el miope objetivo de evitar que el bando rival se adueñara de ellos, habían decantado la situación bélica muy a favor de los romanos. Según Flavio Josefo: “Todos los alrededores del Templo fueron presa del fuego, la ciudad quedó convertida en campo yermo librado (se sobreentiende: Abandonado) a las peleas intestinas y ardió todo el trigo, que pudiera haber bastado para muchos años a los asediados”.

  2. #192
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 163]
    Tito disponía de 4 legiones para el asedio, a saber, la legión V (Macedonica), cuyo legado era Sexto Vetuleno Cerealis, la legión X (Fretensis), dirigida por Aulo Lancio Lépido Sulpiciano, la legión XV (Apollinaris), cuyo mando estaba bajo Marco Tittio Frugi, y la legión XII (Fulminata) cuyo legado, aunque no lo sabemos con certeza, quizás fuera Cesenio Galo, el mismo que estaba al frente de la misma cuando le ocurrió el desastre de Bethorón. Esta última, a pesar de sufrir aquel famoso revés, había sido recompuesta y restituida y acerca de ella Flavio Josefo afirma que sus integrantes estaban sedientos de venganza. Aparte de estas 4 legiones, que se encontraban incompletas en número debido a las bajas en las campañas anteriores, Tito contaba, para compensar, con vexillationes (nota: Una “vexillatio” era un destacamento de nueva creación formado para cubrir las necesidades militares en una determinada campaña bélica, y habitualmente constaba de varias centurias de soldados procedentes de diversas unidades o legiones) extraídas de la legión III (Cyrenaica) y de la legión XXII (Deiotariana), con un total aproximado de 2.000 hombres, las cuales estaban estacionadas en Egipto al mando del prefecto Tiberio Julio Alejandro (quien fue, al igual que Flavio Josefo, un antiguo judío que ahora servía a los romanos); también contaba con unos 3.000 mil hombres procedentes de Siria, quizás de las legiones III (Gallica) y VI (Ferrata); además, tenía el apoyo de los príncipes clientes Agripa II, Soemo de Emesa y Antíoco de Comagene, y 8 alaes de caballería auxiliar (nota: La alae, o ala, según Polibio, era un término que designaba a la caballería que se alineaba tanto a la derecha como a la izquierda de una legión, generalmente constituida por unos 500 hombres bajo el mando de un prefecto de la orden ecuestre) y 20 cohortes de infantería (nota: Una cohorte era una unidad táctica uniforme que constaba de 500 a 700 soldados). El número total de efectivos humanos al mando de Tito podría establecerse aproximadamente en unos 40.000 a 60.000, entre combatientes y auxiliares.

  3. #193
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 164]
    Si nos atenemos a los relatos de Flavio Josefo, la ciudad de Jerusalén se encontraba asentada entre dos colinas, la del este bastante menos elevada que la del oeste, además de estar rodeada la ciudad por barrancos infranqueables y grandes hondonadas. En la época del asedio, la mayoría de la población estaba situada en la colina más baja, conocida como Ciudad Baja, en un proceso de ocupación que había comenzado ya en la época de los últimos reyes de Judá. Pero lo más imponente de la ciudad eran sus murallas, formidables y muy difíciles de penetrar. De afuera hacia adentro, es decir, comenzando desde la parte exterior, tenemos la llamada tercera muralla, que era la más reciente y que comenzó a erigirse en época de Agripa I, hacia el año 41 o 42 de nuestra era, destinada a proteger el barrio nuevo de Betzatá (o Bezeta), situado en la Ciudad Nueva, cuya construcción quedó interrumpida para no levantar sospechas de cara a las autoridades romanas, y que en estos momentos aún no había sido terminada y además era de menor calidad que las dos restantes murallas, más antiguas. Parece ser que justo antes del asedio del año 70 se reanudaron los trabajos con el fin de acabarla pero no dio tiempo, y, según Flavio Josefo, de haberse terminado dicha muralla la ciudad habría sido totalmente inexpugnable puesto que ningún artefacto bélico habría podido rebasar los bloques de piedra de 10 por 5 metros que cuarteaban su superficie exterior. Mención especial merece la llamada Torre Psefino, situada en el ángulo noroeste, entremetida en la tercera muralla, en cuya proximidad establecería Tito su campamento. La segunda muralla, situada detrás de la tercera y menos extensa, fue levantada en la época asmonea debido al ensanchamiento de la ciudad hacia la colina oeste, mucho más extensa. A su nordeste se encontraba la Fortaleza Antonia, rodeada de 4 torres en sus ángulos, construida por Herodes bajo patrocinio de Marco Antonio, cuyo nombre se debe a este último, justo al lado de la parte noroeste del Templo. La primera muralla, de la que aún no se ha descubierto su totalidad, tenía al menos 7 metros de espesor y englobaba al resto de la ciudad, o sea, la Ciudad Alta y la Ciudad Baja y también la mitad del Templo, ya que la parte norte de la muralla, en un terreno nivelado, nacía cerca del acceso al mismo. En la parte noroeste de la muralla, y extendiéndose hacia el sur, se encontraba el espléndido Palacio de Herodes rodeado en su parte norte por 3 torres que recibieron el nombre de Hípico, en honor a un amigo, Fasael, el nombre de su hermano, y Mariamme, el de su esposa. El resto de la primera muralla se alzaba sobre grandes precipicios, lindando al este con el valle del Cedrión (o Cedrón) y al oeste y sur con el valle del Gehena. Además, la Ciudad Alta y la Ciudad Baja debieron de estar separadas por un muro interior que nacería en la parte norte de la primera muralla y finalizaría en el ángulo suroeste de la misma. Por último, estaba el Templo, que en sí constituía una magnífica fortaleza, remodelado por Herodes, que supuso uno de los bastiones de resistencia más enconada frente al empuje de Tito, pero que finalmente acabaría completamente destruido.

  4. #194
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 165]
    La aproximación a Jerusalén se hizo desde varios frentes. Concretamente desde el oeste, llegaron las legiones XII (Fulminata) y XV (Apollinaris) al mando de Tito, y la V (Macedonica) desde Emaús. La excepción fue la legión X (Fretensis), que venía desde Jericó con el propósito de encontrarse a las puertas de Jerusalén con las otras tres legiones. Ahora bien, las legiones no avanzaban en orden de batalla, ya que la posibilidad de encontrar al enemigo en campo abierto era muy baja. No obstante, se movían con cautela bajo las estrictas órdenes de Tito y sus oficiales. El orden de marcha era bastante parecido al que Vespasiano realizó en el asedio de Jotapata; a la vanguardia iban los auxiliares y tropas aliadas en formación cerrada, pero muy probablemente llevando como pantalla piquetes de caballería y grupos de arqueros, así como infantería ligera, encargados de explorar el terreno por si hubiera algún tipo de emboscada; inmediatamente detrás se encontraban los oficiales y soldados responsables de planificar e iniciar la construcción del campamento de marcha para pasar la noche; y a continuación iba el convoy de provisiones de los oficiales, seguido por Tito y su estado mayor, al que pertenecía Tiberio Julio Alejandro, antiguo prefecto de Egipto, custodiados por sus singulares (estos “singulares” eran cuerpos de caballería e infantería reclutados entre las tropas auxiliares de cada provincia, que en un principio se encargaban de proteger a los diferentes cargos provinciales, ya fueran gobernadores de rango consular o pretoriano, prefectos, legados o procuradores, pero que en el siglo I de nuestra era se constituyeron en cuerpos militares de élite cuyas funciones básicas eran las de proteger a la figura del emperador o de alguno de sus hijos o posibles sucesores; el número de soldados de cada “singular” era variable y estaba comandado por un centurión de legión que recibía el nombre de “praepositus” o “curam agens”) y de 120 jinetes que tenía cada legión. Después, avanzaba otro convoy con las piezas de artillería para el asedio, y, a continuación, muy posiblemente, iban los jefes de las unidades auxiliares y de las tropas aliadas juntos, con el propósito de que a Tito le fuera más fácil dictarles órdenes; y detrás iban las legiones, cada una con su emblema del águila, seguidas por su séquito de esclavos y las provisiones; finalmente, en la retaguardia, marchaba el resto de auxiliares y tropas aliadas.

  5. #195
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 166]
    Debían ser ya los finales del invierno, o los comienzos de la primavera del año 70, cuando Tito acampa en Gibeah de Saúl, a 30 estadios (5'5 kilómetros) al norte de Jerusalén, con las legiones XII y XV. Entonces, el futuro emperador, escoltado por 600 jinetes, que probablemente serían sus singulares, decidió hacer un reconocimiento de la ciudad con el propósito de juzgar el ambiente que se respiraba dentro de ella, ya que parecía que por fin se había calmado la oleada de disputas entre las distintas facciones. Sin casco ni armadura, en paralelo a las murallas, efectuó la maniobra, quizás confiando en que la rapidez de las caballerías le permitían semejante acción sin riesgo alguno. Pero en un momento dado, por sorpresa, un grupo de rebeldes realizó una salida que pilló por sorpresa al propio Tito, quien, gracias a que un puñado de jinetes se quedaron con él para protegerlo, salió ileso del peligroso trance (de otra forma, seguramente hubiera caído en manos de aquellos judíos). Los demás jinetes habían huido en desbandada, pensando que todos, incluso Tito, habían hecho lo mismo.

  6. #196
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 167]
    Al día siguiente, las legiones empezaron a establecer sus campamentos, no sin antes preparar el terreno para su asentamiento haciendo desaparecer los desniveles existentes, talando los árboles de alrededor y desbrozando la campiña de las inmediaciones con vistas al asedio. Las legiones XII (Fulminata) y XV (Apollinaris) levantaron sus campamentos en el monte Scopus (Escopo), que estaba aproximadamente a una milla (1'6 km) al nordeste de Jerusalén, mientras que la legión V (Macedonica) hacía lo mismo unos centenares de metros más atrás. La legión X (Fretensis), aislada del resto, acampó en las inmediaciones del monte de los Olivos, un poco más arriba del valle de Cedrón, pero, cuando aun no había terminado los trabajos de asentamiento, súbitamente, los judíos organizaron un ataque combinado cruzando el valle de Cedrón y pillaron por sorpresa a la legión. Muchos legionarios huyeron despavoridos, mientras otros, a las órdenes de centuriones y oficiales, apenas pudieron formar una línea de contención frente al ataque sorpresa. Tito fue avisado de la escaramuza y corrió presto junto con sus singulares a contrarrestar la ofensiva, consiguiendo que los legionarios que habían huido regresaran a apoyar a los demás. A continuación, Tito cargó con su caballería hacía el flanco de los rebeldes y los jinetes romanos, muy superiores a los jinetes judíos, consiguieron hacer huir a éstos y obligaron al resto de los judíos regresar por donde vinieron. Finalmente, viendo que el peligro había pasado, Tito ordenó reanudar la construcción del campamento, estableciendo una fuerza de cobertura formada por cohortes auxiliares y otros soldados de refuerzo. Pero hubo de nuevo otra oleada rebelde de tal ímpetu que Tito se vio obligado a luchar cuerpo a cuerpo a la cabeza de sus tropas, a las que se sumó de nuevo la legión X; y finalmente consiguieron detener el ataque y reunir de nuevo a la fuerza que hacía de cobertura, permitiendo a los legionarios regresar a las tareas de asentamiento y completar por fin la construcción del campamento.

  7. #197
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 168]
    Juan de Giscala (el antiguo rival de Josefo en Galilea) derrota a Eleazar y sus fanáticos y se hace con el control del Templo. Por lo tanto, las facciones quedan reducidas a dos, a saber, la capitaneada por Simón bar Gioras, con 10.000 judíos y 5.000 idumeos, y la liderada por Juan de Giscala, con sus 6.000 zelotes originales más 2.400 zelotes de Eleazar que se han afiliado a él. Simón controla la Ciudad Alta y la Ciudad Baja, y casi toda el área cubierta por la segunda y la tercera murallas; Juan controla el Templo y sus alrededores; y parece que la zona limítrofe entre ambos fue reducida a cenizas. Por su parte, los romanos casi han acabado ya los trabajos de construcción y asentamiento para sus diferentes campamentos, en tanto que un hombre iba a tomar ahora el protagonismo: Flavio Josefo. El antiguo prisionero, liberado por el indulgente Vespasiano y que se había granjeado la amistad de Tito, iba a ser usado como instrumento de guerra psicológica. En efecto, los romanos, antes de realizar cualquier tipo de asedio, primeramente instaban a los asediados a que se rindiesen, procediendo, como es natural, a pasar al ataque si la respuesta era negativa. Habitualmente, el comandante en jefe, en este caso Tito, debería de ser el que instara a la rendición de los rebeldes judíos, pero en esta ocasión no sería así. Tito, inteligentemente, y sabiendo que el asedio podría ser largo y costoso, tenía como gran baza a Josefo, pues éste fue anteriormente uno de ellos y porque hablaba la misma lengua, y su elocuencia podría resultar muy útil; además, sabía, más que nadie, lo que estaba sucediendo en la capital, gobernada por dos facciones que tendrían sometido al resto del pueblo, harto ya del desarrollo de la guerra y de estar bajo las órdenes de dos cabecillas fanáticos. En estas condiciones y como solución para evitar el conflicto armado, Tito ordenó a Flavio Josefo que fuera el encargado de dar el discurso a los sitiados. La primera arenga pareció que iba a tener algo de resultado, pero demostró ser inocua, ya que aunque al día siguiente aparecieron rebeldes apostados sobre las murallas pidiendo la paz de forma empecinada, prometiendo a los romanos que les abrirían las puertas si llegaban a un acuerdo, sin embargo, resultaría ser una treta: Un grupito que simulaba ser extremista fue expulsado de la ciudad y consiguió atraer a un destacamento romano hasta quedar al alcance de los proyectiles que se arrojaban desde lo alto de la muralla, causando numerosas bajas entre los romanos en su intento de huir cuando hubieron descubierto el engaño. Al enterarse Tito del suceso, éste montó en cólera contra los supervivientes por haber actuado sin previa orden, y pensó castigarlos severamente con la pena capital para que los demás tomaran ejemplo, pero la actuación de los otros soldados, implorando clemencia para los posibles condenados, hicieron recapacitar al futuro emperador de que la ejecución de los soldados no sería la mejor opción, no sólo por diezmar a las tropas sino también para no ver menoscabada su reputación; así que, al final, suponiendo que ya había quedado clara la importancia de mantener una estricta obediencia, les perdonó la vida.

  8. #198
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 169]
    El 1 de mayo del año 70, Tito mueve el campamento hacia el oeste y noroeste de Jerusalén, a una distancia de 2 estadios (unos 400 metros) de la torre Psefino, que está empotrada en la tercera muralla de la ciudad, la que rodea la ciudad nueva (Bezeta); pero la legión X permanece en el monte de los Olivos. A continuación, Tito rodea las murallas para seleccionar un punto de asalto, acompañado por el tribuno Nicanor (antiguo amigo suyo de Galilea) y de Josefo, en una postreta tentativa de negociar con los rebeldes. Pero Nicanor es alcanzado por una flecha en el hombro izquierdo, mientras que Josefo no conseguía convencer a los sitiados. Por lo tanto, Tito, viendo que las negociaciones eran inútiles, pasó a la acción, ordenando a las legiones XII (Fulminata) y XV (Apollonaris) que estuvieran preparadas para entrar en combate inmediato y se situaran a 2 estadios al noroeste de la torre Psefino, y ordenando a la legión V (Macedonica) que se apostara más al sur, cerca del Palacio de Herodes; pero la legión X (Fretensis) tendría que seguir acampada en el monte de los Olivos. Por su parte, Flavio Josefo se daba cuenta que los sitiados habían constituido un frente común a pesar de sus diferencias y que contaban con el apoyo de la población restante, pertrechada ésta detrás de las murallas de la ciudad, al mando de sus dos grandes jefes Simón y Juan, y que contra eso era inútil instar a la rendición de manera pacífica. El punto de asalto elegido por Tito es frente a la tumba de Juan Hircano (gran sumo sacerdote y jefe macabeo del siglo II antes de la EC, que extendió considerablemente los límites de Judea al someter militarmente toda la Palestina), en el oeste de la ciudad, a fin de demoler la tercera muralla por su parte aparentemente más frágil, capturar la ciudad Nueva y atacar posteriormente la fortaleza Antonia presumiblemente por su lado nordeste. Entonces ordena a las legiones XII y XV que se sitúen más al sur, al objeto de construir terraplenes para el asalto.

  9. #199
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 170]
    El asedio propiamente dicho comenzó. El lugar escogido para el primer asalto a las murallas fue en los aledaños de la tumba del sumo sacerdote Juan Hicarno, no demasiado lejos de la actual Puerta de Jafa. Los legionarios despejaron el terreno adyacente con el fin de prepararlo para que las máquinas de asedio pudieran maniobrar y recogieron toda la madera posible para su construcción. Como es lógico, los sitiados intentaron por todos los medios frenar, a través de proyectiles disparados con escorpiones y balistas conseguidas durante el desastre de Bethorón, los trabajos de los legionarios, mientras que éstos, para salvaguardar el esfuerzo de sus compañeros, hacían lo mismo, intentando despejar a los rebeldes de las murallas también a base de proyectiles. El intercambio favoreció a los romanos, que, a pesar de sufrir algunas bajas, pudieron seguir adelante con sus trabajos. Flavio Josefo cuenta que los sitiados podían prever el lanzamiento de las piedras de las catapultas por ser éstas demasiado claras, vistas contra un fondo oscuro desde las murallas, lo que daba tiempo a que se apartaran de la trayectoria y se escondieran. Los romanos, dándose cuenta de ello, pintaron las piedras de un color oscuro, con el propósito de que fueran más difíciles de advertir y así causar más bajas. Pero este tipo de intercambios, a pesar de que favorecía a los romanos porque llevaban ventaja en cuanto a destreza, no era suficiente para abrir una brecha en la tercera muralla sino que hacía falta algo más que eso.

  10. #200
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 171]
    La técnica más usada por los romanos para los asedios por asalto, en cuanto a abrir brecha en las murallas, era la del ariete. Terminados los trabajos de despeje del terreno para que las máquinas pudieran acercarse a la muralla a través de la construcción de rampas, una por cada legión, lo que hacía un total de tres, se construyó una torre de asedio por cada una de las legiones, con el objetivo de que arqueros y escorpiones (armas con cuerpo metálico que arrojaban flechas de unos 70 cm de longitud, con un alcance máximo de poco más de 350 metros, capaces de traspasar por completo un escudo y estimándose que cada centuria disponía de una de ellas, lo que haría un total de 59 por legión) pudieran disparar contra cualquier defensor situado en el parapeto de la muralla a la misma altura cuando llegase el momento. Las legiones acercaron, pues, los arietes y las torres de asedio desde una posición segura para evitar que los rebeldes pudieran destruir alguna de ellas y antes de que el ariete diera el primer golpe a la muralla los romanos instaron por última vez a los judíos para que se rindieran, ya que una vez dado el primer golpe no habría marcha atrás. Pero no hubo una respuesta positiva, por lo que el ariete dio la primera embestida, lo que provocó que los sitiados enseguida arrojaran desde la muralla todo tipo de proyectiles a la vez que se abalanzaban en pequeños grupos a romper los manteletes que protegían a los arietes. En una de estas escaramuzas, ya cuando uno de los arietes de la legión XV (Apollonaris) empezaba a hacer mella en la muralla, fue tal el ardor mostrado por los sitiados hacia los romanos que a punto estuvieron de echar a perder todo el trabajo realizado hasta entonces por las tropas romanas. No obstante, gracias a la impetuosidad de Tito y a las vexillationes procedentes de las legiones egipcias, a saber, la III (Cyrenaica) y la XXII (Deiotariana), pudieron detener esta salida, consiguiendo sólo un prisionero, al que crucificaron para mostrar a los rebeldes el destino que les esperaba si osaban continuar desafiando a Roma. A pesar de ello, el gran ardor mostrado por los rebeldes en su salida, hizo mella en los romanos generando cierto nerviosismo, que se acrecentó esa misma noche cuando sin causa aparente una de las torres de asedio se vino abajo. Sin embargo, el empuje romano no se vino del todo abajo y los soldados siguieron intentando abrir una brecha persistentemente. En el interior, el general de los 5.000 idumeos (un tal Juan, bajo las órdenes de Simón bar Gioras) muere al ser alcanzado por una flecha romana. Finalmente, uno de los arietes abre brecha en la tercera muralla y los rebeldes, presa del pánico, recularon hacia atrás pensando que la muralla ya no era defendible, y se parapetaron en la segunda muralla. Habían pasado 15 días de asedio hasta que por fin los romanos pudieron avanzar, lo que nos sitúa aproximadamente en el día 25 de mayo del año 70. Tito mandó demoler gran parte de la tercera muralla, junto con otras estructuras y edificios de este sector de la ciudad (la Bezeta), con el objetivo de que las 3 legiones asediadoras (V, XII y XV) acampasen en ella.

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