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Tema: Pseudoveltíosis natanatórica

  1. #141
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 124]
    Tomada la Bezeta, los romanos de vanguardia avanzaron en “testudo” contra el muro norte del templo, como se ha dicho, con el objetivo de incendiar la “puerta de las ovejas” y penetrar así en lo más inexpugnable de la ciudad, mientras que los zelotes defensores cedieron al verse sometidos a un alud de flechas y proyectiles lanzados por los romanos de la retaguardia contra las murallas inmediatas a dicha puerta, mediante sus arqueros y sus máquinas de guerra y catapultas, en apoyo a los zapadores (la vanguardia de soldados bajo testudo que intentaban horadar la puerta). Podemos imaginar a algún cristiano mirando furtivamente, desde la primera muralla, la acometida romana contra la puerta norte del templo, a respetable distancia de seguridad evidentemente, pues parece que toda la actividad bélica de la ciudad se había concentrado ahora en dicha zona y que el resto de la primera muralla apenas estaba siendo defendida ni atacada. Probablemente, a un tal espectador, aleccionado en las profecías de Jesucristo acerca de los fines de los tiempos, tendrían que asaltarle y bullirle en la memoria las palabras contenidas en el evangelio (que, con toda seguridad, eran frecuentemente leídas en las reuniones privadas que celebraban los cristianos en la Jerusalén hostil a las buenas nuevas de aquella época): “El profeta Daniel escribió acerca del horrible sacrilegio (se sobreentiende: Daniel el profeta registró una predicción concerniente al desahucie final de la ciudad santa y de su templo, tenido éste por sagrado incluso por los primeros seguidores de Jesús antes de que Dios mismo lo rechazara mediante hacer que el cortinaje que cerraba el recinto del Santo de los Santos se rasgara en dos pedazos cuando el Mesías expiró; por lo tanto, dicha profecía señalaba a una sazón que, vista desde el prisma de los judíos en general, tanto de los seguidores de Jesucristo como de los que lo repudiaron, equivalía a un sacrilegio o profanación de aquel centro de adoración universal situado en Jerusalén, tal como efectivamente ocurrió en noviembre del año 66 cuando los ejércitos romanos intentaron socavar o zapar la Puerta de las Ovejas que daba acceso a dicho Templo). Cuando ustedes lo vean en el Lugar santo — el que lee, entienda — (se sobreentiende: Estas palabras de Jesucristo llaman atención particular a los cristianos de Judea, puesto que los acontecimientos que describen ocurrirían en Jerusalén, teniendo como centro de atención el Lugar santo o Templo; y el Maestro, sabiendo que tras su muerte se escribirían sus palabras, instó a leer este pasaje sagrado con mucha reflexión, de tal manera que se aplicara entendimiento o perspicacia a la interpretación o exégesis de la profecía, sin olvidar que concordaba con lo dicho por Daniel el profeta acerca del mismo evento), entonces los que estén en Judea, que huyan a las montañas (se sobreentiende: A la zona montañosa que mejor les conviniera en distancia prudencial y salvaguarda, y que resultó ser el entorno inmediato de la ciudad de Pella o Pela); y el que esté en la azotea de su casa, que no baje a sacar nada (se sobreentiende: El cristiano que viere la señal profética cumplirse no debería dilatarse o entretenerse en huir a las “montañas” por medio de hacerse un equipaje o tomar provisiones para el viaje); y el que esté en el campo, que no regrese ni aun a retirar su ropa. Pobres mujeres aquéllas que en tales días estén embarazadas o tengan niños de pecho (se sobreentiende: Parece que tales palabras aplicarían a mujeres judías que no eran cristianas y, por ende, no atisbarían ninguna señal profética que las pusiera alerta para huir; sin embargo, toda cristiana que se hallara en la zona de peligro y se dilatara en emprender la huida tal vez pudiera verse implicada en el mismo horror que les sobrevendría a sus vecinas judías). Pidan ustedes a Dios que no hayan de huir en el invierno (se sobreentiende: Huir en pleno invierno hacia una zona montañosa donde incluso pudiera nevar en el camino, sin llevar provisiones para tal viaje, podría significar, sobretodo para los niños y los ancianos, una muerte casi segura) ni en sábado (se sobreentiende: Los cristianos que vivieran en la ciudad de Jerusalén estarían sometidos a una serie de leyes sociales propias del judaísmo, entre ellas las leyes sabáticas, que suponían una notable restricción para poder entrar o salir de la ciudad santa en día de sábado); porque habrá entonces un sufrimiento tan grande como nunca lo ha habido desde el comienzo del mundo ni lo habrá después (se sobreentiende: El sufrimiento del fin del mundo judío del primer siglo, centrado en Jerusalén y su Templo sagrado, sería indescriptible, sin parangón en toda la historia pasada o futura del pueblo de Israel; sin embargo, tal final llegó unos 4 años más tarde del ataque de Cestio Galo, a saber, en el año 70, a manos del general Tito, futuro emperador de Roma). Y si Dios no acortara ese tiempo, no se salvaría nadie (se sobreentiende: A menos que Dios interviniera, ni buenos ni malos sobrevivirían; y esto trae a la memoria el Diluvio, cuando, gracias a que Dios instruyó a Noé para que construyera un arca, él y sus otros 7 familiares fieles fueron los únicos seres humanos que escaparon con vida; pero aquí determinados eruditos ven una aplicación profética principal para el fin del mundo futuro y no el que ocurrió en Judea en el año 70 de la EC, dado que los registros históricos muestran que hubo sobrevivientes judíos que fueron esclavizados por los romanos cuando Jerusalén fue destruida en dicho año 70 de nuestra era, esto es: en ese año fatídico para Jerusalén y su templo no fue necesario que Dios acortara el “tiempo de aflicción” en beneficio de los fieles seguidores de Cristo en Judea, entre otras cosas porque prácticamente todos ellos habían huído a Pela a partir de finales del año 66); pero lo acortará por amor a los que ha escogido” (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 15-22; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

  2. #142
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 125]
    Es muy posible que los cristianos que residían en Judea, en aldeas y poblaciones del entorno geográfico de Jerusalén, hubieran emprendido su huída a Pela incluso antes del asedio de la ciudad santa por Cestio Galo en noviembre del 66. Ello estaría en concordancia con el apresto que dio Jesucristo a sus seguidores unas 3 décadas atrás, en los siguientes términos: “Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes (se sobreentiende: La marcha de Cestio Galo hacia la ciudad santa, para asediarla y tomarla, debió ser ostensible para todos los pobladores de la zona, pues este general romano comandaba un gran ejército que iba devastando, expoliando e incendiando casi todas las villas que se cruzaban en su camino y nadie ignoraría que el punto final de ese itinerario militar era la toma de Jerusalén; por consiguiente, es bastante probable que muchos cristianos de las aldeas y poblados de la zona se hubieran marchado en dirección a las montañas y, de haberse organizado bien, tal vez todos se encaminaron hacia Pela); y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen (se sobreentiende: Los cristianos de intramuros de la ciudad santa difícilmente podrían salir de dicha ciudad bajo asedio, de manera que habrían de esperar con confianza en Dios y paciencia a que de alguna manera se les presentara la oportunidad de huír); y los que estén en los campos, que no entren en ella (se sobreentiende: Según los registros históricos, la reacción de los israelitas de las inmediaciones rurales de Jerusalén ante el avance y aproximación de las tropas de Cestio Galo fue la de refugiarse en la ciudad santa, pero los cristianos del lugar estaban aleccionados de que tal maniobra de supervivencia era una trampa que debían evitar); porque éstos son días de venganza (se sobreentiende: Según algunos doctos bíblicos, basándose en la etimología de los términos originales que se traducen “venganza” y también en la concordancia semántica con otros pasajes de la sagrada escritura que mencionan situaciones similares, aquí “venganza” se refiere a justa retribución o pago ineludible, el cual, de no efectuarse, pondría en entredicho el amor de Dios por lo que es recto y verdadero, algo que evidentemente sería altamente decepcionante en los tribunales celestiales), y se cumplirá todo cuanto está escrito” (Evangelio según Lucas, capítulo 21, versículos 20-22; Biblia de Jerusalén de 1975).
    Última edición por eettiicc@yahoo.es; 17/08/2017 a las 06:32

  3. #143
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 126]
    La gran pregunta que se harían entre sí los cristianos confinados en Jerusalén ante el asedio romano, que auguraba la caída o muerte inminente de la resistencia zelótica atrincherada en el templo y la subsiguiente y presumible destrucción o fallecimiento de la ciudad, era tal vez la siguiente: ¿Cómo vamos a escapar de aquí? Para ellos resultaba bastante clara la señal predicha por Jesucristo relativa a la profanación del templo por ejércitos acampados contra la ciudad santa, con sus insignias o estandartes idolátricos a punto de ser enarbolados sobre los muros y los edificios de aquel lugar tenido por sagrado, pues la penetración romana a través de la puerta norte del templo parecía ya inevitable y una cuestión de minutos; sin embargo, según la misma profecía, ellos (los cristianos) habrían de huir a las montañas, algo imposible en aquel momento, puesto que no podían salir del recinto protegido por la primera muralla de la ciudad, huyendo a través de sus puertas fuertemente cerradas y defendidas por grupos de fanáticos zelotes. De manera que sólo la fe en las palabras de su maestro, Jesucristo, podía alentarlos en aquella hora fatídica, en la cual el sentido común predecía un desenlace muy perjudicial para los judíos atrapados dentro de aquella formidable “primera muralla”. En efecto, la estrategia de Cestio, que mostraba una desmesurada desconfianza hacia los judíos atrapados aunque incluso algunos aparentaran ser favorables a la rendición y una enorme indignación e irritación contra todos los asediados, consistía en incendiar y tomar la Bezeta (cosa ya hecha, en primer lugar), y, acto seguido, penetrar en el solar del templo y convertirlo en cuartel general (razón por la cual los legionarios, bajo testudo, intentaban ahora socavar la denominada “puerta de las ovejas”, es decir, la puerta norte del templo); entonces, desde esta ventajosa posición, fácilmente tomar la fortaleza Antonia, habilitando así para todas sus tropas un espacioso lugar bastante seguro, completamente invulnerable a las guerrillas judías y bien avituallado y preparado para dominar fácilmente cualquier rescoldo de la revuelta. Evidentemente, de haberse alcanzado este objetivo, nadie podría descartar que las tropas romanas (entre las cuales, según Josefo, había soldados y comandantes que estuvieron bajo las órdenes del procurador Floro y consecuentemente se destacaron por servir de ejecutores en los asesinatos masivos patrocinados por dicho procurador) se extralimitaran en el asalto a los barrios alto y bajo de la ciudad, protegidos por la primera muralla, y causaran una verdadera masacre en el interior de esta superficie. Por lo tanto, esa última etapa de la toma completa de la ciudad, es decir, la situada dentro de la “primera muralla”, podría ser devastadora para los cristianos atrapados en ella (al no poder escapar con sus familias ni hacia dentro de la ciudad, a causa de romanos y los zelotes, ni hacia fuera de la misma, a causa de las patrullas romanas que rodeaban la ciudad).

  4. #144
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 127]
    Existen unos comentarios de Flavio Josefo, pertenecientes al capítulo XXIV, libro II, de su obra histórica “Las guerras de los judíos”, que refrendan lo que se acaba de exponer. Por ejemplo, acerca de la intentona de Agripa de pactar una rendición con los judíos de Jerusalén, dice: “Viendo Agripa que la muchedumbre infinita de los enemigos tenía tomados los montes en derredor (nota: Se refiere a los guerrilleros judíos escondidos en las montañas cercanas) y que los romanos no estaban seguros de peligro (nota: Se refiere al peligro de que súbitas incursiones guerrilleras diezmaran y desorganizaran fatalmente al ejército romano), quiso tentar con palabras a los judíos (nota: Se refiere al empleo de astucia dialéctica por parte de Agripa, al objeto de conseguir una rendición pactada de Jerusalén), pensando que o le obedecerían todos para dejar la guerra, o si algunos en esto contradijesen, él los haría llamar y les diría que se apartasen de aquel propósito. Así que de sus compañeros envió allá a Borceo y a Febo (nota: Se refiere a dos oficiales amigos de Agripa e intengrantes de su ejército de apoyo a Cestio), que sabía ser de ellos muy conocidos, para que les ofreciesen la amistad de Cestio por pleitesía, y cierto perdón que de los pecados les otorgarían los romanos, si dejadas las armas quisiesen acuerdo con él. Mas los escandalosos (nota: Se refiere a los fanáticos zelotes), por miedo de que la muchedumbre, con esperanza de la seguridad, se pasaría a Agripa, determinaron matar a los embajadores, y mataron a Febo antes que hablase palabra; Borceo huyó herido, y los escandalosos, hiriendo con palos y con piedras, compelieron a los populares que tenían aquesta hazaña por muy indigna (nota: Se refiere al hecho de que los zelotes agredieron a la muchedumbre, la cual manifestó su desagrado por el ataque a los dos mensajeros de Agripa y parecía vulnerable a la propuesta de rendición del monarca), que se metiesen en la ciudad. Cestio, hallado tiempo oportuno para vencerles a causa de la arriesgada discordia entre ellos levantada, trajo contra los judíos todo el ejército, y metidos en huída, fue tras ellos hasta Jerusalén (nota: Se refiere al hecho de que el general romano respondió a dicha provocación avanzando con todo el ejército y haciendo que los judíos se refugiaran tras los muros de su ciudad santa)”.

  5. #145
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 128]
    También, continuando en el mismo capítulo y en el mismo libro de dicha obra: “Puesto su real en el lugar que llaman Scopo (nota: Se refiere a que Cestio acampó en el monte Escopo), lejos de la ciudad siete estadios (nota: 6 estadios equivalían a 1 kilómetro, aproximadamente), que son menos de una milla, por espacio de tres días no hizo cosa alguna contra la ciudad, esperando que por ventura los de dentro en algo aflojasen (nota: Se refiere a que Cestio esperó 3 días a que los judíos de la ciudad ofrecieran su rendición), y en tanto envió no pequeña cantidad de guerreros militares a recolectar trigo por las aldeas de alrededor de la ciudad. El cuarto día, que era a treinta días del mes de octubre (nota: Se refiere probablemente a los actuales últimos días de octubre), metió el ejército, puesto en orden, dentro de la ciudad. El pueblo era guardado por los escandalosos, y ellos, atemorizados de la destreza de los romanos, partieron de los lugares de fuera de la ciudad, y recogiéronse a la parte de dentro y al templo (nota: Se refiere a que los zelotes, en su mayoría, se refugiaron en el recinto del Templo y se parapetaron allí). Cestio, pasado del lugar que llaman Bezetha, puso fuego a Cenópolis (nota: Se refiere al denominado “barrio nuevo” que se añadió a la ciudad después de la muerte de Jesucristo, a causa del aumento de población) y al mercado que se llama de las Materias. Después, venido a la parte más alta de la ciudad, aposentóse cerca del palacio del rey (nota: Se refiere al palacio de Herodes), y si entonces él quisiera entrar dentro de los muros de la ciudad, poseyérala del todo y diera fin a la guerra (nota: Se refiere al hecho, desconocido por Cestio, de que los aguerridos defensores de la ciudad y de su primera muralla, es decir, los zelotes, se habían atrincherado en el Templo y habían dejado relativamente fácil el franqueo de dicha muralla); mas Tirannio, que era general, y Prisco y muchos otros capitanes de la gente de a caballo, corrompidos por dineros que les dió Floro, estorbaron la empresa de Cestio e hicieron que los judíos fuesen llenos de males intolerables y de pérdidas que les acontecieron (nota: Se refiere a la afirmación subjetiva, poco verosímil, que hace Josefo de la causa por la que Cestio no tomó la ciudad en aquel lugar y momento convenientes, abreviando con ello el sufrimiento que la no rendición de la misma causó a la masa judía no fanática encerrada tras las murallas). Entretanto, muchos de los más nobles del pueblo, y Anano, hijo de Jonatás, llamaban a Cestio, casi como ganosos de abrirle las puertas, y él, como lleno de ira, y porque no les daba asaz crédito ni pensaba que los debiese creer, túvolos en menosprecio (nota: Se refiere a la gran desconfianza que manifestó Cestio ante la posibilidad de que ciertos judíos de intramuros, opuestos a los zelotes, le facilitaran la entrada a través de la inexpugnable primera muralla), hasta que se hubo de descubrir la traición, y los sediciosos compelieron a huir a Anano con los otros de su parcialidad, y meterse en las casas, lanzándoles piedras desde el muro (nota: Se refiere a que los sediciosos zelotes y filozelotes detectaron la amenaza para ellos de los judíos filorromanos y los expulsaron violentamente del muro, a fin de que no pudieran colaborar con los romanos). Repartidos ellos por las torres, peleaban contra los que tentaban el muro, pues por cinco días los romanos de todas partes peleaban, y todo en balde (nota: Se refiere a que los zelotes hostigaban desde arriba a los romanos que intentaban penetrar la sólida muralla, impidiéndoles franquearla). Al sexto día, Cestio, con muchos flecheros, arremetió al templo por la parte septentrional, y los judíos resistían desde el portal (nota: Se refiere aparentemente a la “puerta de las ovejas” que daba acceso a los patios del Templo), de manera que presto arredraron a los romanos que se llegaban al muro, los cuales, rechazados por la muchedumbre de los tiros, a la postre partieron de allí (nota: Se refiere aparentemente a que los zelotes rechazaron con proyectiles los primeros embates romanos contra el muro norte del Templo). Los romanos que iban delanteros, cubiertos con sus escudos, se llegaban al muro, y los que seguían por semejante orden, se juntaban con los otros; entretejiéronse, hecha una cobertura llamada testudine (nota: Testudo), o escudo de tortuga, de manera que las saetas que daban encima eran baldías; así que los guerreros romanos cavaban el muro sin recibir daño, y quisieron poner fuego a las puertas del templo, porque ya los escandalosos tenían gran temor, y muchos echaban a huir de la ciudad como si luego se hubiera de tomar (nota: Se refiere a los últimos embates romanos en aquel punto del muro norte del Templo, bajo testudo, que estaban resultando ser muy eficaces, al grado que los fanáticos defensores del interior empezaron a percibir la derrota judía inminente y algunos de ellos comenzaron a fugarse). De esto se alegraba más el pueblo, porque cuanto más partían de ella los muy malos (nota: Los zelotes), tanto mayor licencia tenían los del pueblo para abrir las puertas y recibir a Cestio como a varón de quien habían recibido beneficios (nota: Se refiere a la expectativa que se estaba generando en la gente no fanática, pues ante la aumentante fuga de zelotes acobardados cada vez se hacía más fácil intentar abrir las puertas de las inexpugnables murallas a los romanos); y de hecho, si poco más quisiera perseverar en el cerco, tomara luego la ciudad (nota: Se refiere a que Cestio no percibía que con un poco más de perseverancia en el socavamiento del muro norte del Templo y en el asedio a otras partes amuralladas, fácilmente hubiera tomado la ciudad); mas yo creo que Dios, que no favorece a los malos (nota: Aparentemente, se refiere a los zelotes y los supuestos comandantes romanos sobornados por Floro), y las cosas santas suyas (nota: Se refiere, por lo visto, a la hipótesis errónea de que Dios protegía de algún modo el Templo) estorbaron aquel día que la guerra feneciese (nota: Se refiere a que la guerra judeo romana hubo de prolongarse varios años más, pues Cestio se dio finalmente por vencido en la toma de la ciudad)”.
    Última edición por eettiicc@yahoo.es; 19/08/2017 a las 17:44

  6. #146
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 129]
    Por consiguiente, la gran pregunta de cómo huir a las montañas, que los cristianos confinados en Jerusalén se estarían planteando ante el asedio romano contra el Templo, que auguraba la caída o muerte inminente de la ciudad, estaba a punto de ser contestada. En efecto, Josefo concluye el capítulo XXIV del libro II de su obra “Las Guerras de los Judíos” de la siguiente manera: “Así, pues, Cestio, sin saber los ánimos del pueblo, ni la desesperación de los cercados, hizo retraer su gente (nota: Dio orden a sus tropas de retirarse del asedio), y sin alguna esperanza, muy desacordada e injustamente, sin algún consejo partió (nota: Además, se batió en retirada). Su huída, no esperada, dió aliento a la confanza de los ladrones, tanto que salieron a perseguir la retaguardia de los romanos y de ellos mataron a algunos, así de los de a caballo como de los de a pie (nota: Esa retirada romana, ordenada por Cestio Galo, fue del todo contraproducente para él y para su ejército, puesto que hizo que los zelotes pasaran rápidamente desde un estado de ánimo derrotista, a punto de claudicar, a un estado de ánimo triunfalista, agresivo y extremadamente virulento, que inicialmente se tradujo en un empuje bélico contra la retaguardia romana que se cobró algunas bajas entre los romanos rezagados). Entonces Cestio se aposentó en el real que antes había guarnecido en Scopo (nota: Aparentemente, la caída de la noche hizo cesar el hostigamiento contra los romanos, que acamparon en el Monte Escopo, donde se establecieron al comienzo, antes de lanzar su ofensiva contra Jerusalén); y al día siguiente, mientras más tardaba, más provocó a los enemigos, los cuales, alcanzando los postrimeros, mataban muchos, porque el camino era de ambas partes cercado de vallas, y tirábanles saetas desde ellos, y los postreros no osaban volver hacia los que daban en sus espaldas, pensando que infinita muchedumbre seguía tras ellos (nota: A la mañana, parece que el ejército romano se retiraba pesadamente, con dificultad, lo cual envalentonó todavía más a los zelotes; de manera que los sublevados comenzaron a producir numerosas bajas en la retaguardia romana, que huía despavorida, pensando que una enorme cantidad de guerrilleros la perseguía, razón por la cual no se organizaron para hacer frente a sus perseguidores y detener así el avance de éstos; y esa caótica desbandada les costó aún mayor cantidad de bajas). Tampoco bastaban a resistir a la fuerza de los que por los lados les aquejaban y les herían, porque eran pesados con las armas por no romper la orden, y porque veían también que los judíos eran ligeros y que fácilmente podían correr, donde procedía que sufrían muchos males sin que ellos pudiesen dañar a los enemigos (nota: Los romanos se retiraban por terreno desfavorable para ellos, pues dicho terreno irregular y escabroso les impedía usar sus armas y protegerse con los escudos, mientras que los guerrilleros se movían con mucha agilidad y rapidez). Así que por todo el camino los hostigaban, y al romper el orden de la marcha, eran derribados, hasta tanto que, muriendo muchos, entre los cuales fue Prisco, capitán de la sexta legión, Longino, capitán de mil hombres, y Emilio Jocundo, capitán de un escuadrón, penosamente llegaron a Gabaón, donde primero pusieron el real (nota: Se refiere al campamento principal) después que perdieron mucha munición. Allí se detuvo Cestio tres días, no sabiendo lo que debía hacer, porque al tercer día veían mayor número de enemigos, y conocía que la tardanza le sería dañosa, pues todos los lugares en derredor estaban llenos de judíos y vendrían muchos más enemigos si allí se detuviese; así, para huir más presto mandó a la gente que dejasen todas las cosas que les pudiesen embarazar. Y mataron entonces los mulos, los asnos y otras bestias de carga, salvo las que llevaban las saetas y los pertrechos, porque estas tales cosas guardábanlas como cosas que habían menester, mayormente temiendo que si los judíos las tomasen, las aprovecharían contra ellos. El ejército iba delante hacia Bethoron, y los judíos en los lugares más anchos menos los aquejaban; mas cuando pasaban apretados por lugares estrechos o en alguna pasada, vedábanles el paso y otros echaban en los fosos a los postreros. Derramándose toda aquella muchedumbre por las alturas del camino, cubrían de saetas a la hueste, adonde la gente de a pie dudaba cómo se podían socorrer los unos a los otros; y la gente de a caballo estaba en mayor peligro, porque no podían ordenadamente caminar unos tras otros, pues las muchas saetas y las subidas enhiestas les estorbaban poder ir contra los enemigos. Las peñas y los valles todos estaban tomados por ballesteros, adonde perecían todos los que por allí se apartaban del camino, y ningún lugar había para huir o defenderse. Así que, con incertidumbre de lo que debiesen hacer, se volvían a llorar y a los aullidos que los desesperados suelen dar. Al son de aquello correspondía la exhortación de los judíos, que se alegraban, dando grita con muy grande crueldad, y pereciera todo el ejército de Cestio, si la noche no sobreviniera (nota: De no haber caído la noche, según Josefo, todo el ejército romano hubiera sido exterminado), con la cual los romanos se acogieron a Bethoron, y los judíos los cercaron por todos los lugares de alrededor por impedirles el paso. Allí, desesperado de poder seguir el camino público, pensaba Cestio, en la huída, e hizo subir en lo alto de las techumbres cuatrocientos guerreros militares de los más escogidos y más fuertes, y mandóles dar voces, según la costumbre de los que son de guarda que velan en los reales (nota: campamentos militares), porque los judíos pensasen que la gente quedaba allí toda; él con todos los otros paso a paso se fueron de allí hasta treinta estadios (nota: Unos 5 kilómetros), que son poco menos de cuatro millas, y a la mañana, cuando los judíos vieron que los otros se fueron y ellos quedaban engañados, arremetieron contra los cuatrocientos, de quienes hablan recibido el engaño, y sin tardanza los mataron con muchedumbre de saetas, y luego se dieron prisa de seguir a Cestio; mas él, habiendo caminado buen trecho, huyó en el día con mayor diligencia, de tal manera, que los guerreros militares, hostigados del miedo, dejaron todos los pertrechos y máquinas, y los mandrones y muchos otros instrumentos de guerra, de los cuales, después de tornados, se aprovecharon los judíos contra los que los habían dejado, y vinieron hasta Antipátrida (nota: Antípatris) en alcance de los romanos. Al ver que nos los pudieron alcanzar, tornaron desde allí, llevaron consigo los pertrechos, despojaron los muertos y recogieron el robo que había quedado, y con cantares, alabando a Dios, volvieron a su metrópoli y ciudad con pérdida de pocos de los suyos. De los romanos fueron muertos cinco mil trescientos de a pie y novecientos ochenta de a caballo”.
    Última edición por eettiicc@yahoo.es; 20/08/2017 a las 10:02

  7. #147
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 130]
    Así que en torno al día 5 de noviembre del año 66 (basándonos en el testimonio de Josefo) se produjo una abrupta mejoría premorten, inesperada, para la Jerusalén acaudillada por los zelotes. La retirada súbita del ejército romano y sin razón lógica aparente, cuando todo parecía indicar que Jerusalén estaba a punto de caer bajo Cestio Galo con suma facilidad, fue seguida de un aumento explosivo de furor nacionalista por parte de los judíos insurrectos, que comenzaron a salir a raudales de la ciudad santa para perseguir a las tropas en retirada, llegando hasta Antípatris, a unos 50 kilómetros de Jerusalén. Después de unos pocos días, los judíos perseguidores regresaron a Jerusalén en olor a triunfo teocrático y trayendo consigo enorme cantidad de material de guerra incautado y cantando canciones de triunfo y alabanza a Dios, al presuponer que su aplastante victoria era debida a la cólera divina contra los profanadores romanos del Templo. Entretanto, las puertas de Jerusalén quedaron prácticamente abiertas para la salida a los campos y las villas cercanas de la gente que se había agolpado tras las murallas de la ciudad cuando los romanos estaban llegando a Escopo; y éste era el momento propicio para la huída hacia las “montañas” de los cristianos de Jerusalén, tal como Jesucristo señaló en su profecía relativa al juicio final de dicha ciudad. Por tanto, todo parece indicar que los seguidores de Jesucristo sólo dispusieron de unos 3 días, aproximadamente, para salir de la ciudad santa, pues cuando regresaron los insurrectos se cerraron también las puertas de la metrópoli y se militarizó enormemente la misma. Además, los sublevados, y muchos otros judíos que creyeron ver la mano divina en la victoria zelótica y que hasta ese momento habían permanecido indecisos, se congregaron en el Templo para idear la siguiente estrategia de guerra. Enseguida, también, con la subida exponencial del fervor patriótico, se empezó a reclutar a los hombres jóvenes para efectuar obras de fortificación y para servir en el principiante ejército.

  8. #148
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 131]
    Imaginemos, pues, lo que podrían esperar aquellos cristianos que no hubieran estado prestos a salir de Jerusalén en aquel breve intervalo de tiempo. Si el cristiano en cuestión estaba en edad militarizable, difícilmente habría podido resistir la presión del reclutamiento, so pena de ser linchado o muerto por traidor o acusado de filorromano. Así que hubiera tenido que encarar la disyuntiva siguiente: O exponerse, él y su familia (esposa e hijos, al menos), a sufrir una muerte cruel a manos de los exaltados judíos; o bien, renegar de las enseñanzas del Cristo (relativas a mantener el pacifismo piadoso a toda costa) y adherirque a aquéllos sobre los que gravitaba el repudio divino (los judíos opositores al cristianismo, entre los que posiblemente se encontrarían los hijos e hijas de los que vociferaron ante Pilato que se diera muerte a Jesucristo y se liberara a Barrabás en cambio). De otra parte, si el cristiano en cuestión era una mujer, un anciano o un niño, y, por tanto, no se encontraba en condición de ser militarizado, sin duda habría quedado expuesto a la influencia anticristiana de la masa enfervorizada de Jerusalén y además sin poder reunirse con sus hermanos cristianos, puesto que los maestros de la comunidad cristiana del lugar (por haber huído de la ciudad) ya no estarían allí para impartir las enseñanzas y recordatorios de Jesucristo al “rebaño” de “ovejas” cristianas ni para congregar y ayudar pastorilmente a éstas; de manera que, en esas condiciones de total inanición respecto a la Palabra de Dios, la fe de un tal cristiano, alejado del “rebaño” del “Magnífico Pastor”, estaría en vías de debilitarse y extinguirse, con el presumible resultado final de que dicho cristiano quedaría absorbido y asimilado por lo que pudiéramos denominar la “danza guerrera de los sublevados”.

  9. #149
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 132]
    No existe ninguna explicación definitivamente clara de por qué Cestio Galo retiró sus tropas de Jerusalén, cuando parecía que ya estaba a punto de tomar la ciudad. Hay comentaristas que han dicho que este personaje era un militar de “opereta” y un incompetente, que bajó contra Jerusalén con un tercio de todo su ejército cuando tenía que haberlo hecho con bastantes más efectivos. Otros han aseverado que era un general indeciso, tal vez demasiado dependiente de la opinión de sus mandos subalternos y que, desgraciadamente, en la campaña de Jerusalén una buena parte de dichos mandos estaban corrompidos (Josefo atribuye dicha corrupción a la influencia de Floro, último procurador de Judea). Aún otros creen que las razones de la decisión de abandonar el asedio se debieron a ciertas dificultades inesperadas de la operación, a la falta de máquinas de asedio adecuadas y suficientes, a la proximidad del invierno y al peligro de que las líneas de aprovisionamiento romano fueran cortadas. Es posible que todo esto, y tal vez más, formara parte de las causas que precipitaron la retirada de los atacantes. No obstante, no podemos olvidar que había cristianos dentro de Jerusalén cuando Cestio inició su ofensiva y que aquellos cristianos estaban atrapados con riesgo para sus vidas, y además no es posible determinar si la caída de la ciudad bajo este general hubiera significado una masacre contra el pueblo o no (es notorio que unos 4 años más tarde, Tito completó la campaña de Judea tomando Jerusalén, y, aunque quiso ser moderado en el trato dado a los prisioneros y en la preservación del Templo, considerando a este último como una joya arquitectónica digna de ser conservada, el control de la agresividad de sus tropas se le escapó de las manos y las huestes romanas de asalto, destilando un odio feroz contra los judíos, cometieron las atrocidades más espantosas contra la población indefensa y adicionalmente incendiaron el Templo y éste quedó tan derruido que hasta sus cimientos fueron desintegrados). Así que, en vista de esto y para que los seguidores de Jesús pudieran escapar de la zona de peligro, no conviene descartar la intervención de criaturas angélicas a favor de ellos, por instancia divina; y tal cosa podría haber requerido poner en confusión a los mandos auxiliares del general romano y despertar en ellos y en él una desazón psicológica desmesurada.

  10. #150
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    Predeterminado Re: Pseudoveltíosis natanatórica

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 133]
    Ahora bien, alguien pudiera objetar a la hipótesis de que la retirada de Cestio Galo se debió, en parte, a la acción angélica, es decir, a sutiles intervenciones de naturaleza subliminal causadas por criaturas inteligentes sobrehumanas enviadas por Dios para proteger a los cristianos atrapados en Jerusalén; y para ello podría reforzar dicha objeción apostillando que sólo 2 años antes (en el 64) Nerón desató una brutal persecución contra los cristianos de Roma, en la que tal vez pereció mayor cantidad de seguidores de Cristo que el número total de los cristianos que se encontraban atrapados en Jerusalén en noviembre del 66 y aparentemente no hubo protección divina que bloqueara o anulara dicha persecución neroniana. En principio, pues, tenemos que decir que la objeción así planteada parece tener suficiente fuerza como para hacer desestimar razonablemente cualquier clase de intervención divina contra el ejército de Cestio Galo ante la necesidad de proteger a los cristianos atrapados en la ciudad de Jerusalén. Sin embargo, existen ciertos matices importantes que convendría tomar en cuenta y que podrían debilitar considerablemente la susodicha objeción.

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