Acaz procedió a quemar a sus hijos en el fuego (2 Crón. 28:3).

Ezequías, el hijo de Acaz, fácilmente pudo haberse amargado o pudo haberse enojado con Jehová. En nuestros días hay cristianos que por problemas mucho menores se han enfurecido con Dios o su Iglesia.(Prov. 19:3).

Por otro lado, hay personas que han tenido una infancia muy difícil y creen que están condenadas a vivir una vida de sufrimiento o a repetir los errores de sus padres (Ezeq. 18:2, 3). Pero ¿tienen razón? Por supuesto que no. Así lo demuestra el caso de Ezequías.

No hay ninguna razón válida para enojarse con Jehová, pues él no es el culpable de los sufrimientos que vive la gente en este mundo malvado (Job 34:10).

Además, es cierto que los padres influyen de manera poderosa en sus hijos, sea para bien o para mal (Prov. 22:6; Col. 3:21).

Pero eso no significa que nuestro futuro dependa de lo que hayan hecho nuestros padres. Jehová nos ha dado a todos un hermoso regalo: la capacidad de decidir por nosotros mismos la clase de persona que seremos y lo que haremos con nuestra vida (Deut. 30:19). w16.02 2:8-10