[REPOSO MENTAL, comentario 91].
En algunos de esos países es común ver a grupos de jóvenes (con la cabeza rapada, una larga vestidura de color de azafrán y los pies descalzos) presentar sus tazones vacíos a los creyentes laicos, cuyos roles religiosos tendrían que ver con la manutención de aquéllos, para recibir así su sustento diario. Además, se acostumbra que los hombres pasen por lo menos parte de su vida en un monasterio. La meta final de la vida monástica es llegar a ser un “arhat”, es decir, alguien que ha alcanzado perfección y liberación espiritual del dolor y el sufrimiento que se experimentan durante los ciclos de renacer. El Buda, se dice, ha mostrado el camino; a cada uno le toca seguirlo.
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