[REPOSO MENTAL, comentario 10].
El efecto dañino en el sistema cardiovascular se atribuye a la liberación excesiva de catecolaminas (la adrenalina puede afectar a la constricción de los vasos sanguíneos y la frecuencia cardiaca, entre otros), que se ha relacionado con el aumento de la hipertensión. Y la mayor producción de algunas hormonas favorece además la acumulación de placas de aterosclerosis (grasa que bloquea las arterias), lo que lleva a infartos e ictus cerebrales. Jordi Rius sostiene que se debería considerar estrés también a los episodios de mucha tensión o angustia y de corta duración. Cuenta que ha visto casos de éstos, en adultos jóvenes, como el de un paciente que sufrió un ataque cardiaco (por la rotura de una placa de ateroma que taponó la arteria) u otro al que se le rasgó la arteria carótida y sufrió una hemiplejia cerebral. El origen lo sitúa en una brusca descarga de adrenalina. “Es que el estrés supone tantos factores causales como efectos, y todos están entrelazdos”, dice, y añade: “Las personas que padecen estrés suelen adquirir hábitos de vida poco saludables: comen mal, duermen poco, son muy sedentarios, se exceden en el consumo de tabaco o de alcohol… y ello repercute de manera negativa igualmente en más enfermedades cardiovasculares”. Por estas relaciones de causas y efectos hay quien en el ámbito sindical reclama que se reconozcan algunos infartos como enfermedades laborales, al considerarlos causados por el estrés en el trabajo. Casi la mitad de las muertes por ataque cardiaco o cerebrovascular son entre los 18 y los 69 años.
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