Aunque la persona se dedique a muchas obras externas y pase tiempos en
fantasías e imaginaciones, la señal para saber a qué grado de perfección ha
llegado su espiritualidad es averiguar qué cambio y qué transformación han
tenido su vida, su conducta, y sus costumbres. Porque si a pesar de tantas
obras y proyectos siguen deseando siempre que les prefieran a los demás, se
muestran llenas de caprichos y rebeldes, obstinadas en su propio parecer sin
querer aceptar el parecer de los otros, sin preocuparse por aceptar el parecer de los
otros, y sin preocuparse por observar sus propias miserias y debilidades se dedican
a observar con ojos muy abiertos las faltas y miserias ajenas (repitiendo lo que
tanto criticaba Jesús: "se fijan en la basurita que hay en los ojos de los demás y no
en la viga que llevan en sus propios ojos"). Esto es señal de que el grado de su
santidad es muy bajo todavía. Y si cuando alguien se atreve a herirles algo en su
propia estimación con críticas u observaciones o negaciones de especiales
demostraciones de aprecio, estallan en ira e indignación. Y cuando se les dice que
lo importante no es tanto el número de oraciones y devociones que tienen sino la
calidad y el amor a Dios y al prójimo que hay en esas prácticas de piedad, se
enojan; se turban y se llenan de inquietud y no aceptan esto de ninguna persona.
Con ello están demostrando que su santidad es demasiado pequeña todavía.
Fuente: El Combate Espiritual - LORENZO SCÚPOLI
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