Mucha de la confusión que obstruye el pensamiento claro acerca de la Divinidad puede ser trazada a una causa primera. No hemos contado con los cambios en el significado de los vocablos que han sido afectados por el tiempo, a medida que el idioma se transplantaba de una cultura a otra. Un ejemplo más destacado de esto es el término “Hijo de Dios”, el cual muchos hoy inconscientemente lo traducen como “Dios, el Hijo”, un significado que no era posible que tuviera en los documentos Cristianos originales.
“Hijo de Dios” es un título que identifica al actor principal en el drama Cristiano, Jesús, el Mesías. “Hijo de Dios” es un nombre dado en la Biblia a representantes de Dios, principalmente a su rey escogido. Una distorsión en el significado de ese título tendrá un efecto desastroso sobre nuestra comprensión de la fe original. El Cristianismo original debe ser amoldado por las ideas y conceptos que circulaban en su medio ambiente apostólico del primer siglo, ahora vistos por nosotros a una distancia de 1900 años. El paso del tiempo nos ha alienado del mundo del pensamiento de los escritores apostólicos de la Biblia. Un cuadro muy diferente de lo que ellos enseñaron emerge si examinamos nuestras Escrituras en contra de los antecedentes lingüísticos, culturales y religiosos de aquellos históricos creyentes del primer siglo.
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