En el día de la mujer...
Ama lo que haces
Ama lo que haces te dicen algunos.
Será amar desde un cubículo hasta la liana que atrapa tu garganta,
o la presión del agua que te sujeta en el fondo de esa olla inexorable.
Ama lo que haces, así de simple.
Tan simple como desabrochar mis sentimientos y dejarlos al costado de la cama justo al lado de mis zapatos. (Esos zapatos viejos, mugrientos, con forma de historieta) Para darte lo que me pides, solo sexo.
Ama lo que haces. Como amar el tequila o el vodka o el whisky y como se escurre entibiando suavemente la garganta, casi como la leche de un pecho.
Como la facilidad de un camino sinuoso casi en cuatro patas hasta la cama,
aunque haya estado bebiendo a metros de ella.
Y caer rendida, boquiabierta,
con los pulmones achicharrados y el estómago lleno de mariposas alcoholizadas,
que exigen justicia o prometen venganza o se resignan o no olvidan
o buscan un bar abierto cuando el anterior ha cerrado.
Así de simple, como la explosión de gases y carne podrida en un ataúd de lujo, un cofre,
con el suero chorreando por sus esquinas,
con las flores cotizadas en euros que se mueren, que se mimetizan, y solo quiero patearlas.
Será amar las banderas. Banderas rojas, banderas negras
y los sabuesos que las husmean y la pimienta que las auspicia y las balas y los garrotes.
Y los caídos y a los que los cayeron.
Será amar el engrudo que cubre las fosas nasales y esos minutos de extraño bienestar. Serán formaciones blancas, cada noche, cada momento,
cada vez más. En reemplazo de banderas blancas.
Será calcular el foco y contar cada pétalo, cada gota, cada grano, cada muerto, cada represor,
cada sonrisa, cada prostituta, cada mirada, cada charco de sangre…
Será danzar en cada charco, augurando un final feliz o un principio devastador o al revés.
Será dejar rastros de piel muerta por cada rincón de un departamento
pintado de semen de putas, pagadas desde las arcas.
Esas benditas arcas! Amarlas y atesorarlas en cajas blindadas, listas para zarpar.
Sucursales del central más espaciosas que mi cuarto.
Tan simple como amar limpiar la carne viva, como la sensación de caricia de quien lo hace.
Dejar al muerto en su charco, con sus putas, con sus arcas. Dejar que las mariposas se embriaguen, blanquear la nariz.
Amar cada taza de café, y ahora sí.
El perfume al revolverlo, el ruido de la cucharita contra las paredes de la taza y el olor a medias lunas recién sacadas del horno.
Y las mañanas lavadas, nuevas, frescas.
Con cada gotita que reposa sobre la hierba
O con cada revolucionario que reposa sobre el asfalto,
con cada “provocadora” que espera compungida en las comisarias, rota por fuera y por dentro
pero no lo suficiente como para condenar los impulsos de un pobre tipo que se dejó llevar por sus pasiones.
Ama lo que haces… Así como amar a cada cliente o incluso más, al que las compra, al que las vende.
Al que las ata, al que las amansa o a los que las amansan,
después de todo, es la misma mano de la que comen, de la que visten,
de la que esperan vida o muerte.
Marcadores