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Tema: Relato semanal

  1. #1
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    Predeterminado Relato semanal

    La escritora Paz Alicia Garciadiego relata cómo el desgarrado cariño de una mujer hacia su hijo acaba convertido en odio.


    Amor de madre
    Espío, finjo que duermo, simulo el ronquido acompasado del sueño. Procuro no moverme. Cada tanto dejo que la cabeza siga el ritmo sin ton ni son de los bebés, los tarados y los viejos.
    Te veo.
    Descubro tu silueta enorme, simiesca, tu cráneo alargado y me digo: ¿será también mi culpa porque no quise hacerme la cesárea? Ellas, las parteras, estaban dale que dale: “Le sacamos a la criatura de un tajo. Mire que si el oxígeno, que si los daños, que le puede salir idiotita”. Bueno, no dijeron idiota, pero ellas y yo lo entendimos.
    Me impuse. Saliste al mundo como Dios manda, embarrado de sangre y placenta, apachurrado, con la cabeza de huevo aplastada por las paredes del túnel en el que creyeron que te quedabas atrapado.
    El abrazo de la madre.
    No, tonto no fuiste. Feo sí. Feo con ganas. Los brazos largos, los hombros caídos, los ojos aviesos, regordete, piernicorto. Qué le íbamos a hacer. Padre feo como mico y madre con cara de cucaracha en bisagra.
    Y así vas por la vida, con la facha de bobalicón que te has forjado a base de toneladas de Gansitos Marinela.
    Pero decía: tarado no eres. Controlas a la cuadra, levantas negocios. De los que me cuentas y de los que no me puedes confesar. Lo sé. Ni que fuera p e n d e j a. “Hoy en la tarde, Jefecita, cierro la puerta y no me llame, aunque se haya mojado de orines”. Escucho voces. No maldices, no insultas. Asientes con voz baja. Andas de criada de los canallas. Los malos, les dices, y eres su gato.
    Son tus jefes, lo sé. Ni que no me diera cuenta. Ni que me importara. Pagan.

    Más vale que paguen y que paguen bien pagado. Que paguen por la madrugada que vinieron a partirte la madre.
    Me escondí en la alacena. Ni se te ocurra llamarme, te dije.
    Oía tus aullidos y sus berridos. “Ya no la cuentas, cabrón, ora si te rompemos la v e r g a”. Te dejaron madreado, acobardado, zarandeado.
    Luego me dijiste: “Me caí de la escalera porque la idiota la trapeó con agua enjabonada”. Me armaste una faramalla para que no me diera cuenta de que me saliste disminuido, rajón, desangelado, culero. Igualito a mí. Por eso me hago guaje.
    Durante el día te espío por la ventana. Lo sabes, pero te haces. Finges, armas teatro para que yo diga: “Mi hijo es el gran trinchón de la pradera”.
    Pero no digo nada de nada. No oigo, no me importa. Yo me quedo quietecita, ovillada en mi rincón, ajena a todo y a todos. Ajena a ti.
    Porque no quiero recordar que se viene la noche y cerrarás la puerta, bajarás la cortina metálica del estanquillo, correrás a gritos y sombrerazos a los vagos que juegan en la maquinita y vas apagando las luces de la planta baja.
    Y tus pasos se irán acercando, mientras avientas las chanclas en el armario y mordisqueas un pan que agarraste al vuelo.
    Llegarás a mi cuarto y me besarás la mano, y me inventarás el día. Lo que hiciste, lo que tornaste.
    Te dejarás caer en la cama. Mi cama, nuestra cama. Te irás quitando la ropa con fastidio, para finalmente acurrucarte en tu lado de la cama. De nuestra cama.
    Y yo me haré que no siento y no escucho, simularé mi sopor, mi sueño.

    Pero luego, así como si nada, giraré lentamente.
    “Duérmete, mi niño, duérmeteme ya, que viene el coco y te comerá”.
    “Así, como antes”. Y te quedarás profundamente sumido en un sueño chato. Juntitos.
    Tú, tan tranquilo. ¿Y yo? ¿Yo qué? ¿Por qué me obligas noche a noche a ver tu derrota?
    ¿Qué carajos hice yo? ¿Cuál fue mi culpa para que me salieras tan errado, tan descoyuntado? Reprocho tu soledad, la mía.
    Búscate viejas, págalas. No me hagas recordar que eres lo único que tengo y que soy lo único que eres.
    ¿Acaso de chiquito te toqué o dejé que me tocaras? No me vengas con esas frases.
    ¿Qué te abusé? Ni sé bien qué es esa palabra. Cuando tu padre te arriaba a golpes con el cinturón de hebilla de plata, yo te tapaba con mi cuerpo. Te cuidaba.
    Nos tundía a los dos. Lográbamos refundirnos en el baño. Ahí nos quedábamos la noche entera. Yo te tapaba los llantos con la mano y tú me mordías el puño con dientes de gato.
    Una vez a tus cuatro años trataste de succionar de mi pecho leche cuajada. Pero ya fue tarde. Ya estaba seca.
    Yo seca y tú bigardón, mira nada más qué parejita que hacíamos.
    Una tarde, aquella, entraste al cuarto. Yo me quitaba la ropa. Te me quedaste mirando ahí desde la orilla del armario.
    No nos dijimos nada. Yo te clavé la mirada en esos ojos redondos de rana que Dios te dio. Ya eras un hombretón, no simules, no te hagas.
    Pero no te engañes, ni me engañes; durante las largas horas de esa tarde, yo no era hembra.
    Yo no era hembra, tú no eras macho.
    Éramos los dos solos de siempre.
    Era nada más que tu padre estaba al lado tieso de muerte. Fue nuestro regalo. Una cuelga.
    Lo dejamos caer al lado de la mesa, no movimos ni un ápice por él.
    No nos dijimos nada. Nos quedamos quietos, en silencio; dejando pasar el tiempo.
    Llamamos a la ambulancia cuando el cuerpo ya estaba rígido.
    Lo enterramos a la carrera. Un velorio escuálido, tú, yo y la muchacha que limpiaba. Ni un curioso se coló.
    Cuando nos quedamos solos, sin sus gritos, sus cinturonazos, sin su bigotito de cantante pintado con betún, nos cayó el chahuiscle.
    Hasta ese día yo me decía: “La culpa es del padre. Él es el que lo tiene timorato, aletargado, como conejo azorrillado”.
    Pero se murió tu padre y nada. Seguiste siendo aquel gigantón desguanzado con olor dulzón en la boca. Olor a carroña.
    Seguías buscándome, bebiéndome el aliento, procurándome los caprichos y las necedades.
    Envejecí antes de tiempo para espantarte de mis enaguas. Decidí apagarme como vela.
    Desistí de salir, de hacer la compra, de bañarme, de peinarme.
    No dejé de tener amigas. Nunca las tuve.
    Y tú, hijo amoroso, seguiste a mi lado. No tomaste por asalto la libertad que la muerte de tu padre y mi vejez te brindábamos.

    Entonces construimos la rutina. Yo, en el cuarto. Tú, en la calle. Fuera de la casa, simulando fuerza. Aparentando ser el rey del barrio.
    Luego, cuando la calle se quedaba a obscuras y el silencio la tomaba, entrabas a casa.
    Me hacías mimos. Me dabas de comer en la boca; yo escupía los pedazos para obligarte a que los empujaras otra vez en mi boca desdentada.
    Me traías mameyes de color profundo y carne blanda que ibas a buscar hasta el meritito mercado de Jamaica. Me costaba rechazarlos.
    Pero me hacía la de la boca chiquita. Tú me dabas mamey, yo lo escupía.
    Horas nos pasábamos en la cocina, alumbrados por un foco pelón, batallando.
    ¿Cómo explicar la repugnancia que despierta el amor? ¿El amor unívoco, vasallo de un hijo?
    Mientras más me idolatrabas, más se hacía patente que la causa de que fueras el que eras fue mía.
    Por años culpé a tu padre. Su talante áspero, gruñón; sus raptos de violencia desenfrenada eran la salida fácil para explicar por qué te habías arruinado en la crianza.
    Torpe, solitario, arrastrado todo por obra de su padre. Punto.
    Y yo la madre humillada y ultrajada, libre de cualquier yerro.
    Pero ya solos, en esta destartalada casona de la colonia Lindavista, tu amor por mí me pudrió el alma.
    Solitarios en la casa te sumiste en mi seno. Me llenaste de melaza.
    Porque la verdad: tus idas nocturnas a mi cama no comenzaron hasta que se nos murió el tirano.
    Entonces fue cuando te acurrucaste a mi lado. Entonces cuando te dormías en mi pecho y me pedías perdón de quién sabe qué carajos.
    Te convertiste en un solterón ridículo, enorme, solitario.
    Eres la prueba de mi fracaso, del que la única culpable soy yo.
    Yo que te hice mi remedo, medroso, melindroso.
    Me empeñé en parirte con el dolor de mi vientre y te dejé marcado con mis aullidos de parturienta. Te até a mi cuerpo.
    Desde entonces he procurado alejarte de mí a patadas.
    Fracasé. Ahora estamos los dos viejos. Olemos igual. No te soporto más, no me soporto. Ha llegado el momento.
    Lo urdí: corrí a la cuidadora, esa mujerona de pocas palabras y menos sonrisas. Te dije: “Quiero un varón de enfermero, desconfío de las viejas argüenderas”.
    Caíste. Me saliste bien p e n d e j o. Trajiste un mequetrefe flacuchiento reclutado de la cauda de narcomenudistas de barriada que tú controlas.
    Tenía un tatuaje en el brazo, aro en la nariz, camiseta sin mangas, aire y sabor de malandrín. Perfecto.
    Tres días lo observé sin hablar.
    Me miraba con sus ojillos de obsidiana, rodeados de tupidas pestañas de aguacero. Recorría el cuarto, hacía cuentas, calibraba con la mirada: el tanque de oxígeno, mis santos, la infinidad de medicinas que rodeaban mi cama cual corona de espinas, la tele. Lana, lana y más lana.
    Mi tufo de enferma lo ahogaba. Tocarme cuando me daba de comer le provocaba arcadas. Le pedí que me sacara de entre los dientes un pedazo de pollo atorado, vomitó más de media hora.
    Era tu antítesis. Ese pequeño canalla, de haber sido mi hijo, me habría robado y pegado; por eso iba a ser mi espada, mi liberador, el tuyo.
    Cuando le pedí que te matara, me miró con ojos azorados, tanteando el terreno para saber quién era yo. Por qué lo hacía.
    Le dije que te odiaba, que ibas a matarme, que querías mi dinero. Le dije lo que el mundo de las telenovelas lo había entrenado a escuchar.
    Le ofrecí dinero.
    Al día siguiente no vino, calibraba mi oferta.
    Al final apareció. Le señalé dónde estaba la caja fuerte. Le dije que luego de que te matara le daría la combinación. Se escondió en la tina armado con el cuchillo de la cocina.
    Cuando llegaste te expliqué que se había escapado. Otra vez estábamos solos.
    Me diste de comer, masticando la comida por mí, metiéndomela en mi boca desdentada. Masajeaste mis pies helados de culebra de monte. Me procuraste.
    Igual a otras noches, te metiste en la cama y me diste la espalda.
    Era el momento. Cuando el truhán escuchó tus jadeos, salió del baño.
    Cerré los ojos. ¿Sabes? No quería ver tu última mirada.
    Ahora el rufián abre la caja fuerte. Le di la combinación. El tarado casi no pudo memorizarla. Tuve que ayudarlo.
    Tu cuerpo enorme ensangrentó mi pecho, como cuando te escurriste de entre mis piernas en el parto.
    Ahora te puedo decir “hijito” por primera vez en años.
    Mientras, el mequetrefe se guarda los billetes y las joyas. Está decepcionado. Creía que el botín era mucho más grande.
    Voltea y me mira con furia.
    Toca mi turno, no le queda más que matarme.
    Y ya muerta, ¿de quién será la culpa de haberte chiqueado, arruinado?
    Ya muerta no podré avergonzarme de ser tu mamá.
    No tendrás que buscarme.
    Te di la vida, te doy tu muerte.
    ¿Qué más puedes pedirle a una madre?

    QUÉ TAL?11

  2. #2
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    Predeterminado Re: Relato semanal

    Eh! Qué tal?
    Cuando leí esta semana este relato pensé en subirlo aquí por dos motivos;La belleza del texto en sí y su carácter transgresor, es evidente que pega una patada al estómago y que está lleno de cuestiones éticas.
    ¿Qué es el amor y qué debe ser el amor de una madre?¿Qué supone la libertad de expresión en la literatura.Y de tanto hablar de literura , a es a,b es b, la educación en qué consiste?
    Aquí se lee poco y los que leen desertan, quedan los que no saben leer,me incluyo, nunca se sabe bastante,poco importa que la dirección de este foro no tenga ni idea de educación y sólo permita el a es a, si los que participamos lo hacemos desde la esquizofrenia del yo y mis apuntes, también se puede aprender.
    Hay un bucle en la vida, lo que sentimos y lo que pensamos que debemos sentir,este texto es increíble por eso, desvela lo que de verdad se pretende educando,el éxito y lo que siente la madre (panacea del amor) cuando no se consigue, odio.Es difícil admitir que nuestras vidas están llenas de situaciones sin la medida del bien y el mal,sin esa condición aparente de frontera clara que nos da la seguridad de que somos justos,que sabemos lo que hacemos,pero que vivimos en un mundo loco, que existe fuera de nosotros,cómo íbamos a desvelar sino nuestras miserias, nuestro demonio interior,nuestro peor enemigo.La figura de la madre, educadora social,artífice del amor incondicional es también una mujer, el sexo olvidado, “la vieja”, el punto ciego del amor espiritual, la tarea de la censura.
    Es fácil llamarle a todo locura,o amor,o no rascar las heridas por si se nos pegan las letras, vivir en una cultura consentida,en un pudor tranquilizador, una especie de normalidad que se rompe a cada paso del tiempo,la sociedad avanza y tememos entenderla,cómo se puede entender la esquizofrenia, nos queda rechazar,pero entonces en qué educamos si no nos aguantamos,11
    Última edición por Rudyard; 05/09/2015 a las 05:31

  3. #3
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    Predeterminado Re: Relato semanal

    Buenas dudas y buenas preguntas te haces, Rudyard y, además, pones el dedo en la llaga en lo relativo a nuestro interés por la lectura, por pensar, por saber. Yo no sé casi nada, pero me pregunto muchas cosas, como tú y procuro que no se me peguen las letras, sino que vuelen, pero cerca de mí, para poder observarlas en su vuelo, unidas, formando palabras que den sentido, como poco, a mi imaginación.

    Se agradece un texto bien escrito, cuando en estos foros estamos leyendo barbaridades, unidas al desprecio explícito a las Lenguas, que son, sin duda, nuestro patrimonio y tesoro más precioso. Pero, ya sabes, lo que menos se posee, más se desprecia. Pero no todos: Todavía quedamos algunos, como tú, como yo, que deseamos saber más y que sabemos que básicamente son las palabras de otros y las nuestras las que nos sitúan en el camino.

    Un beso

  4. #4
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    Predeterminado Re: Relato semanal

    Querida Eburnea ,por más que me alejen de este foro,vuelvo puede ser que en el fondo le esté agradecida,uno se deja un poco de dogmatismo en cada escrito y aunque los más se dediquen a matar el mensajero o directamente decapitar el mensaje,una no pierde la esperanza.Echo de menos a msanpedro y a Avi.
    Tú que eres experta en literatura,no por tus títulos,no por la cantidad leída,sino por el estudio y la capacidad de enfrentarte a los textos, no debes desesperar,aunque motivos haylos ,es fascinante comprobar que lo que esperanza se convierte en una castración de los sentidos, una idealización de la economía con un orden absoluto que niega el entendimiento,que niega la cultura,pero son los deshechos del dogmatismo en su pureza,ni te inmutes!(por cierto ,el verbo inmutar es todo un tratado)
    Ya sabes qué detrás de todo eso ,lo que flota es una megalomanía por conseguir seguidores,no importa el tema, todo vale,refutarlo todo es económicamente un suicidio,sin embargo dejarlo pasar un asesinato,un mar de soledad,jajaja ,que se coman la cabeza,jaja!

    De todo ésto ya lo escribió todo Bioy Casares en su libro "La Invención de Morel". Supongo que lo habrás leído ,pero lo resumiré con la última de sus frases;«Búsquenos a Faustine y a mí, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso».
    Dice un buen amigo mío que es un texto revelador sobre la era digital,porqué hablar de literatura sin amarla no es la máxima expresión de civilización ,para eso ya están los cementerios llenos de flores, saber no es repetir lo que se sabe,reducir toda a una última expresión es una angustia contemporánea por entrar en la conciencia de otro,como prueba de acompañamiento, (me encanta el sufijo miento).
    No hay un artilugio más liberador que la literatura,no hay más garantía de esa liberación que el compendio de sus lenguas,sus sentires,sus dilexias,sus silencios.
    Y tú ya sabes por lo que siempre estaré agradecida,luego siempre vale le pena,un abrazo enorme,espero no tener que subir yo sola un relato semanal,espero que los relatos tengan su sitio en un foro de literatura,esperaré,11
    Última edición por Rudyard; 16/09/2015 a las 07:48

  5. #5
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    Predeterminado Re: Relato semanal

    Querida: Nadie podrá alejarte jamás de estos foros, porque estás inmersa en ellos. Yo también echo de menos a esos dos amigos aunque entre poquísimo , muy ocasionalmente, pero a ti te escribiré. La idea de los relatos ya sabes que me encanta de toda la vida y no sería imposible que, no sólo comentara los tuyos, sino que subiera alguno mío. también esos relatos de escritores que son tan geniales, poliédricos, que hacen girar nuestro cerebro y que, quizá por eso mismo, no contesta casi nadie. No te desanimes, normalmente la gente no está por la labor, pero a ti no debe importarte eso, pues tú llevas tu vida interior y comunicas una esquina, echas una semilla y seguro que por algún sitio sale un fruto. Quizá a la larga más de uno. Ahora no estoy en casa, pero pronto volveré y haré uso de mi bibliografía: tenemos muchos autores para mencionar; ahora mismo pienso en Joice y "DUBLINESES". Algo escribiremos. Sigue, que te leemos.
    Un besito

    Ebúrnea

  6. #6
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    Predeterminado Re: Relato semanal

    Me llamo la atención este relato... divido completamente la cuestión estética de la conceptual. Conceptualmente es un universo extraño inexplorable e incomprensible, casi no hay un solo lugar donde encontrar coherencia. Puedo comprender pocas posiciones de la madre, no me parece que exista un discusión relevante con respecto a aspectos éticos. Por otro lado esteticamente, tiene momentos de genialidad, tiene esa melodía de "pobreza", barrio triste, ciudad terracota, insípida y lastimosa, olor a idiosincrasia. En resumen me gusto. Saludos.
    PeRCeVaL CiRo.

  7. #7
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    Predeterminado Re: Relato semanal

    Hola viejo,Una de las cuestiones éticas más importantes es la contradicción entre el deber y el deseo, ser madre conlleva un misticismo de protección cuasi religiosa, para siempre, en la que el sexo es mucho más intolerable que cualquier otra relación incestuosa.Creo que la coherencia está sintetizada en la frase:” Te di la vida, te doy tu muerte.¿Qué más puedes pedirle a una madre?. La misma tarde que muere el padre mantienen relaciones sexuales, lo dejan morir, y el hijo protegido del tirano pasa a ser su tirano, la ama ;que es la culminación de la protección. Ella busca en él su proyección, que salga de ese mundo y no la hunda en ese mismo mundo, en vez de liberarla y liberarse él, mantiene el horror y sus consecuencias, empieza a odiarle pq lo ha creado ella y lo reconoce, ni lo soporta, ni se soporta, resuelve abandonarse para que él la deje en paz, es un tarado que en su vejez sigue acosándola y planifica sus muertes. Lo dice todo, pero es tan inimaginable que leyéndolo no lo reconocemos, la franqueza es tan brutal que cuesta entenderlo, además significa tb el hecho de que una relación se vuelva en su contrario justamente por la base que la mantiene, pero ya ves, cuando se habla de “la madre”, parece que sólo haya una única posición.Antes de haber leído sobre el matriarcado, idealizaba que sería una sociedad más justa, sin embargo, resulta que el sacrificio tiene un origen matriarcal, dominar la naturaleza para socializarla se ritualizaba sacrificando . Muerto el padre ya no hay represión del deseo y ella empieza a entender que lo que ha engendrado, protegido pasa a ser su tirano pq la ama y por lo tanto la mata, es su madre. Espero que te haya aclarado algo, a mí me costó volver a leerlo, lo dice todo, pero cuesta entenderlo pq no lo toleramos, un abrazo,11

  8. #8
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    Predeterminado Re: Relato semanal

    Estimado Rudyard, entiendo lo que dice y lo intuí en la primer lectura. Insisto en ver la cuestión estética como la más interesante. El problema principal para no encontrar un punto de comprensión de la madre es que no existe una explicación por lo menos tacita de la desviación de lo que culturalmente esta aceptado, o de lo que estamos acostumbrado. Esto hace a la situación sacada completamente de contexto y no permite entender como estos jugadores llegaron a ese momento. ¿Porque tienen relaciones cuando muere el padre?, honestamente no le encuentro ningún sentido... Leerlo es agradable, pero justificarlo no. Sigo diciendo que es un texto que me agrada, pero le falta un par de hilos a lo conceptual. Saludos,
    PeRCeVaL CiRo.

  9. #9
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    Predeterminado Re: Relato semanal

    Ah! voy a considerar tu propuesta amigo, aunque se me hace difícil, porque soy más moderna que posmoderna y me pregunto ante un texto como éste si cabe la posibilidad que la estética apocalíptica responda a un vacío de crueldad indiferente. Hay una ironía perpetua, una melancolía por salvar la verdad,lo transgresor dentro de lo transgredido no es inconsciente, su culpa no es la forma, yo propongo que es el fondo. Me recuerda lo antepuesto a mi madre, la inmanencia de una marginalidad dura, poco importa en qué mundo se despliegue,el laberinto por placer.Te cuento poquísimo; consentíamos su locura pq era lo único que le ataba a nosotros, una especie de catarsis histórica que se concreta en algunos seres con una violencia sin causa. Eso implica cierta adoración por el dolor que lo hace inexplicable, cómo las películas de Tarantino,yo no niego el encuadre, pero me resulta difícil leerlo, lo volveré a pensar otro rato de éstos, si la estrategia de la significación se puede reducir a una intimidad destinada por el juego de las palabras. Lo pensaré puede que tengas razón.
    Y sí, es verdaderamente bello, parece que leas una película,le faltan las metáforas cómo a todas las películas, ésas las ponemos a nuestra manera. Hay dos músicas, una más intima, menos soez, el pensar de la madre que con ironía arroja luz y conocimiento sobre el hijo en quejidos y otra las imágenes del hijo llenas de una realidad que se implican en su pensamiento con esa gracia mejicana de dar color a lo muerto, pero muy de vanguardia. Bueno, amigote espero que no pienses que soy un elefantote descarriado,ya sabes que sólo pretendo aprender, claro que me has dejado pensando en gigantote con lo de lo tácitote, será…..pastiche, será fundamentación del pastiche?(fffaaalsedad sin réplica),no quiero que pienses que soy pesada, pq voy a pensarlo de verdad, pero no entiendo pq no dice algo que tendría que ser tácito, no podría ser explicito
    Va! Te subo otro relato, ésta vez, para que “riñamos” sobre la risa; seguimos con la vanguardia pero no es la divina comedia, país: Españisthan,autor, mi amigo Quino Collantes, aunque volvemos a Méjico para el relato, ah, y en primicia con su permiso tácito. tb es dibujante y no sé qué de matemático. Un sol, rompecorazones rotos, va a ser que tienes razón, no lo dice tácitamente ,11

  10. #10
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    Predeterminado Re: Relato semanal

    LA VIRGEN DE GUADALUPE
    JoaquínCollantes
    Ciudad de México, a 19de abril de 1945
    Sr. Dn. Diego Rivera.
    Muy señor mío:
    Por la presente tengo a bien devolverle los 29 dibujos que me hizo durante el verano de 1928. Tal vez,después de tanto tiempo, se haya olvidado de estos dibujos que usted me regaló y que he conservado hasta ahora, pero, razones personales, me obligan, a mi pesar, a devolvérselos.
    Durante todos estos años he seguidocon interés y admiración su carrera artística y la de su esposa, coleccionando,incluso, más de una obra suya y también de la señora Frida. Pero en cuanto aestos dibujos, que le adjunto en la carpeta, mi situación actual es muy distinta a la que disfrutaba cuando los recibí, y la explicación al respecto demasiado larga para relatarla en esta carta.
    Esperando que se encuentre usted bien de salud al recibo de la presente, aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.
    Atentamente, su segura servidora
    Guadalupe Atienza de Remington.






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