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rudyard
hubo un tiempo, que la gran enciclopedia china, reunía en las diez mil cosas, el saber se componía de la semejanza, la mismidad, el signo marcado en todas las cosas. Su experiencia es de la divinidad, el cielo de los ojos un reflejo dirigido. En el primer tomo del caballero de la triste figura, a lomos de rocinante, la palabra escrita va en busca de la simpatía de las cosas, y por loco le toman. Cierto que de loco es de lo único que se libra en un mundo que el signo es inamovible. En el segundo tomo, el "loco" se repliega sobre sí mismo, representa la representación contando su propia historia. De ciencia y de prosa, los caracteres de las cosas, adquieren un orden inexistente, algo que tiene que ver con la economía y el hombre se le suma, en contra del destino. Lo que representa la cosidad de la cosa pierde su mismidad, su ontología, su infierno venenoso y nace la enciclopedia. Desde entonces no han parado de crecer nombres nuevos en todas las ciencias que alejan las cosas y el objeto destierra al sujeto a ser otro objeto de la representación. Pero cómo en aquella ocasión, uno grande y libre vuelve a la carga en el sentido opuesto de la representación del tiempo, en su economía lo que subyace es un tesoro intuitivo que recuperó el sentido del querer saberlo todo y si gusta o simplemente se puede leer ya es en sí cosa de ciencia, cosa del pensamiento, cosa de la existencia. La homofobia es indispensable, nada puede quedar fuera del mundo que se escribe, es más, es un mundo sujeto, una religión sintomática, un nuevo mundo. Y los molinos son asexperias por el infundio de la micro temporización, y los ejércitos son páginas vistas y los, y los, y los ecos. El humanismo de la lógica ha hecho y dicho muchas cosas feas, la lógica del humanismo no ha encontrado aún su resolución, la palabra deja en cada arepería su transformación inmutable en cada instante, por eso la tortilla de patata puede ser sincebollista o concebollista, tortillas con la misma cara. La idea que tienen los perros de las cosas se subjetiviza en algo que no tiene sentido, el ladrido es una cosa en sí, según el misterio, puede que sea la expresión magnificada del sibilino susurro de la sibila, única autorizada, advenir de los tugurios del tiempo por los dioses, de su cueva napolitana, se la oye exonerar hasta la playa de sibilia en el flanco este de sicilia, pero en su torre española, se le oye divinamente, una ciencia, un estilo, una caracterización con orden marginal o de margen. Es esa locura de clasificarlo todo de los chinos, el orden ni siquiera distinguido de un puro ladrido homofóbico entre la semejanza de las estratagemas y los estrógenos, el símbolo de la cursilería, del impedimento de la palabra, sus letras, acaso sus sílabas, sibilinamente silbadas en un sibaritismo entunicado a cachitos de inexpresivos centros de diccionariovago. Ciencia y comparecencia computada, qué perro no ladra? Una serie, una clasificación, un problema, la a de asexperia es la a de asexperia, de ella dependen una biblioteca de lo mismo en todo y del margen que la contiene, que es todo lo que no ha contenido hasta ahora y que pretende contener, una vorágine viciosa del significante por su signo, la a. El signo tiene esa doblez, no la del derecho y el revés, sino la vertical de un dios para la cosa, o de una cosa para asexperia, la horizontal, del islam desde la izquierda, inspiracional o del derecho occidental. Llegamos al centro imaginario sibilinario. Esto no acabando más que de empezar, es sin retórica, un discurso finalizado, una a capital, un desafío de la visión, que pretende ser vista mismamente, debe ser sin duda una ciencia, pq el único que lo ha conseguido ha sido velázquez, claro que el cuadro se llama las meninas (animales femeninos troceados en la historia del pensamiento de las semejanzas al pensamiento representativo), otro gallo cantará las asexperianitas, arte sujeto al caer de una rama. El sibilismo es un huevo colgando y el otro lo mismo, en el margen.
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