La problemática valorativa es uno de los aspectos que más se han desoído en esta discusión estética: de qué depende el hecho valorativo.
Hace ya tiempo defendí que el valor no era un ámbito personal donde el sujeto pudiese "dejarse caer", una decisión "personal". Su caída, mejor visto, debiera ser vista de manera inversa; esto sería, si el sujeto no es empujado mejor que "haberse dejado", un impulso del ego, francamente, infantil.
Los términos de la intuición valorativa no se corresponden con el texto que la intuición interpreta, su objeto; muy al contrario, las valoraciones tienen unos límites precisos de los que la esencia del valor no sale, sino en torno a los que su afirmación se estrecha.
La persona pertenece a un modo de ver al hombre que pone peso excesivo en su propio valor, propone atributos de manera ingenua sin darse la ocasión de ponerlos en cuestión. Es decir, todos tenemos cierto margen para las elecciones del gusto, lo que se afirma de cada uno en quien es sujeto del gusto; ahora bien, la actividad subjetiva abstrae consigo que toda experiencia del gusto está determinada.
Hace meses ya hablé de la quimera retrospectiva en la que descansa la idea de un “yo” sin capacidad, un “yo” sobrevalorado. La retrospectividad, referirse a un término temporal para ubicarse y poder, por consiguiente, seguir la trama, es una forma de entender el “yo” de acuerdo con un término para el que el “yo” carece de la exacta respuesta que está esperando.
Las discriminaciones estéticas que mueven el gusto tienen un peso singular e “inconmensurable", nadie puede negar lo afirmativo de su valor propio. Empero, estos valores no son infinitos e ilimitados en el sentido de que no se ajusten perfectamente en un ámbito de apercepción sensible; no hacemos sino dar vueltas a un mismo orgullo.
Por otro lado, con esto que digo no quiero sustraerme del poder de la creatividad estética y su innegable capacidad de atracción. Los códigos estéticos que seguimos dependen de tramas afectivas absolutamente distantes con la intuición estética; no comparten sitio ni se dan a la vez.
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