“El verdadero problema de la metafísica de lo bello se puede expresar muy sencillamente de la siguiente manera: ¿cómo es posible hallar placer y deleite en un objeto sin alguna influencia del mismo sobre nuestra voluntad?” (A. Schopenhauer, Parerga y Paralipómena; Cap. XIX, sobre la metafísica de lo bello y la estética, § 205, pg. 905)
Buena parte de las confusiones que están surgiendo en este tema son consecuencia de dar demasiado peso a la capacidad del juicio; el problema está en que la actividad sustitutoria no se corresponde con su capacidad; es una ilusión; no tiene consigo la materia de la que depende, su cuestión fenomenológica desatiende en qué sentido es real (*).
Los problemas filosóficos no se resuelven mediante recursos lingüísticos ni discutiendo arbitrariedades como si algo es bello o feo. Si bien la belleza y la fealdad son ámbitos sensibles que, como bien se ha dicho, tienen unos valores estéticos, hablar de un ámbito sensible con valor estético resulta una auténtica perogrullada, un filosofismo que no lleva a ningún sitio (**); una falta se oculta bajo el aspecto de una capacidad (***). La cuestión está en la fase de la sensibilidad que manifiesta valores para los que la expectativa de la conciencia no tiene término; queda, dicho así, a su cargo. Esta decisión, sin embargo, está tan determinada como los pasos que se dan al caminar.
(*) Si la actividad mental es real o si es una experiencia inasible es un problema metafísico genuino; para abordarlo hay que elaborar los términos que muestren de qué está constituido y de lo que, íntimamente, depende.
(**) En el anterior tema sobre la belleza ya se planteó la cuestión de la afectividad que producía la experiencia de lo bello. Entonces ya se habló de algunas ideas de Max Scheler en las que coincidí con él (****).
No conozco ninguna obra de Scheler destinada específicamente a la estética, pero se sirve de una declinación de lo afectivo extraordinariamente parecida a la mía. Cuando Scheler hablaba de “sentimientos sensibles” establecía diferencias en valores que no encontraban correspondencia en la experiencia intelectual (*****); no entraban en su ámbito, sino que lo producían; no eran su efecto, sino su causa.
(***) La falta se enfrenta con la propiedad de la determinación: qué tiene consigo y a partir de qué se extiende.
(****) Coincido con Scheler en dos aspectos importantes: pensamos una misma cuestión y me he tomado la molestia de estudiar su pensamiento en sus obras en lugar de nutrirme de refritos y fuentes sospechosas y poco recomendables. Por mi parte, recomendaría que para hacer filosofía se piense y se estudien libros en lugar de ver videos.
(*****) Scheler no es el único pensador que se sirve de dicha expresión (******), aunque haya sido quien haya pensado su cuestión con mayor profundidad.
(******) Reitero que semejantes expresiones no se adaptan bien al castellano. La filosofía alemana ha desarrollado ciertas figuras y extensiones que su idioma permite; resulta prácticamente imposible su traducción literal.
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