Si la pregunta se asienta en una relación inmediata con la respuesta; o si, por el contrario, la relación de la una con la otra depende de una mediación, de una actividad distinta de sí (*).
(*) La relación de la pregunta con la respuesta es muy distinta de la de la respuesta con la pregunta. Dicho brevemente, la reflexión sobre la pregunta limita consigo misma y obliga a una reflexión esencial, a profundizar en las capas y fases que la esencia recorre (**), su ámbito de estancia: de qué sustrato brotan sus términos y qué tienen debajo.
(**) El recorrido de la esencia es una figura, un término elaborado para ella; la esencia no se recorre sin ir a otro sitio distinto del sitio en el que está, al que, cabalmente, va. Así pues, no se trata de que la esencia discurra, sino, mejor visto, de que se vaya a ella, que su término se invierta, se concluya y su hecho se extienda (***).
(***) La filosofía debe cuidarse de no caer en las redes del lenguaje. De caer en ellas, la actividad filosófica carece de capacidad para traer consigo algo genuino (****).
La interpretación, lejos de ser una hermenéutica formal, debe ser una lectura creativa, una lectura que no vaya directamente al texto, sino con intermedios. El intérprete, sin embargo, no es un sujeto que se mueva a sus anchas, como si fuese un juicio primero, sin deudas de las que dependa; no es espontáneo (*****).
(****) Esto no debe confundirse con la creatividad del lenguaje, un accidente de su uso. La creatividad del lenguaje es una modificación que sucede de manera externa a la conciencia; dicho así, se produce a solas, como caída del cielo.
Las tentativas más radicales implican un nivel de exigencia y forzamiento de los límites que dejan fuera la conciencia. Así pues, la creatividad filosófica pretende abrazar consigo lo que tiene delante; en gran medida, adelantarse a ello.
(*****) La actividad espontánea es una idea inadmisible para una conciencia reflexiva. Admito, sin embargo, su facilidad intuitiva, entra con máxima facilidad, demasiado fácilmente.
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