Nadie puede mandar sobre el Espíritu Santo y nadie puede decir al Espíritu Santo lo que debe hacer o lo que le parece a uno que debe hacer.
No sé si lo comprendéis, el Espíritu Santo es Dios y no se puede hablar de él sin respeto o querer tenerlo bajo los pies. Es Dios como Jesús o como el Padre.
No puede haber una diversidad de opiniones y si las hay es porque nadie permite que actúe al Espíritu Santo en total libertad, se prefiere decir que el Espíritu Santo hace en nosotros porque se lo decimos nosotros que lo haga y no es así. A él se le debe rogar, dejar hacer y, así es en realidad es como sucede, él actúa libremente; hay que tratarle con sumo cuidado y reverencia, y jamás puede haber una disputa porque creamos que cada uno le tenga en propiedad exclusiva.
Él corrige nuestras peticiones al Padre, endereza nuestras peticiones al Padre, e intercede por nosotros para que podamos amar al Padre con humildad y aceptar lo que Dios nos envía durante toda nuestra vida con todo su amor hacia nosotros.
La acción no sale de nosotros sale de él, nadie puede decirle lo que debe o no debe de hacer, o de que está en nuestra religión y en las otras no. ÉL puede hacer lo que quiera, nosotros solo podemos esperar como criaturas que somos de Dios que nos lleve, como desea Dios Padre, por los caminos que Dios tiene dispuestos para todo el que ama a Dios.
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