La matanza de los inocentes por HERODES. ¿Realidad o ficción histórica?
El propósito central de estas líneas, es acercar algunas observaciones acerca de la famosa matanza de los inocentes en la localidad de Belén, perpetrada por Herodes I llamado el Grande, a poco de nacer Jesús (ca. 4 a.C.).
Todas las noticias acerca del nacimiento de Jesús, derivan de los dos Evangelios canónicos que tratan el asunto, a saber: Mateo y Lucas. La única referencia complementaria es negativa (Jn 7:41-43).
Me parece oportuno señalar algunos aspectos. Existen graves discrepancias entre ambas fuentes:
- Según Mateo, Jesús nació en Belén porque allí residían José y María (Mt. 1:18 – 2:12). En ningún momento sugiere que éstos ya residieran en Nazaret. Además, de acuerdo con Mt. 2:7, y 2:17, cabría pensar que José y María moraban ya en Belén, por lo menos hasta dos (2) años antes de la visitación de los Magos.
- Si fue así, ello torna innecesario el famoso censo de Cirino en Mateo, aducido por Lucas, u otro motivo plausible para movilizar a la Sagrada Familia desde Nazaret a Belén —aproximadamente unos 112 km, a través del territorio hostil de los samaritanos—.
- Mateo elude toda referencia sobre el famoso censo, así como a otros tópicos conexos: el pesebre, los pastores y las alabanzas angélicas.
- A su turno, Lucas omite la estrella de Belén, los Magos, la matanza de los inocentes y la huida a Egipto.
- Según Mateo, sólo después del regreso de Egipto, pasan a morar en Nazaret, es decir en Galilea.
- Según Lucas, ambos, María y José residían en Nazaret antes del nacimiento de Jesús, y debieron viajar a Belén, por causa del célebre empadronamiento de Cirino (Lc. 1:26-27, 2:1-5).
Es decir: de la sola comparación de ambas fuentes bíblicas neotestamentarias, surgen sorprendentes contradicciones, y debería admitirse que en su mayor parte son incompatibles entre sí.
En general, se asume la realidad histórica de la matanza de los inocentes (Mt. 2 16). Sin embargo, es notorio que Lucas la omite totalmente; más aún, de acuerdo con su relato, sería totalmente imposible. Según Lucas, a causa del empadronamiento José y María viajan de Nazaret a Belén, se alojan en un pesebre, y allí ella da a luz. No aparecen por ningún lado los Magos. A los ocho días de su nacimiento, Jesús fue circuncidado (Lc. 2:21), luego, transcurridos los días de la purificación (33 días según Levítico 12:2-4), los padres llevaron al niño a Jerusalén para ser presentado al Señor, y de ahí se volvieron a Nazaret (Lc. 2:39). Es decir: si aceptamos la versión de Lucas, Jesús sólo permaneció en Belén sus primeros cuarenta (40) días de vida.
Si se acepta la compatibilidad con Mateo, durante esos cuarenta (40) días debieron ocurrir la degollación de los inocentes, la fuga a Egipto, el regreso una vez conocida la muerte de Herodes I, el viaje a Jerusalén, y el inmediato traslado a Nazaret. La fuga a Egipto representa un viaje de cerca de 280 km (calculados sobre el mapa, en base a la ruta de las caravanas), sin contar con que no se indica en qué lugar de Egipto estuvieron. Debe advertirse que era un viaje sumamente riesgoso y difícil: precariedad de caminos, bandoleros, desierto, extremo calor, escasez de agua, tormentas de arena, etc. En ese contexto se me ocurre que un promedio de diez (10) km diarios debió ser sumamente rápido. Pero ello implicaría por lo menos unos sesenta (60) días de ida y vuelta.
Este lapso no encaja con Lucas, que implícitamente lo reduciría a treinta y tres (33) días; luego del cual, la Sagrada Familia, tras visitar Jerusalén y el Templo, regresó sin otra demora a Nazaret (Lc. 2:39). Esto, aparte de que la versión de Mateo indica claramente que la huida se inició en Belén, excluye que el viaje a Egipto pudiera ocurrir después de cumplirse todos los preceptos de la Ley Mosaica.
La ausencia de toda alusión a la matanza de los niños de Belén en Lucas, se podría considerar como un dato de importancia biográfica como para que se le escapara a este evangelista. La influencia de Herodes I en Lucas, se restringe a que «...en los días de Herodes, rey de Judea,...» (Lc. 1:5), nacieron Juan Bautista y Jesús; o sea, apenas un hito cronológico.
Por su lado Mateo, evoca el lamento de Jeremías (Jr. 31:15), referido al clamor de Raquel por la muerte de sus hijos. Pero resulta que Raquel no era madre de los judíos, sino de las tribus de Efraim, Manasés y Benjamín (Gn 30:22-24, 35:16-18, 48:1-6); es decir, concretamente, de las tribus que formaron el reino de Israel o Samaria (no de Judá), y que fue destruido por los asirios en el año 721 a.C. Por lo tanto, el lamento de Jeremías (ca. un siglo después de aquella catástrofe, o sea alrededor del 600 a.C.), se refiere a la destrucción del reino del norte. Estrictamente, en tiempos de Cristo, los hijos de Raquel, deberían ser más bien los samaritanos, y no los judíos (descendientes o hijos de Lía), como serían los habitantes de Belén y el propio Jesús, de acuerdo con el propio Evangelio de Mateo.
En síntesis, las fuentes bíblicas de la famosa degollación de los inocentes se reducen pura y exclusivamente al breve relato de Mateo (Mt. 2:16). Pero lo más saliente es que ninguna fuente extrabíblica menciona lo más mínimo respecto de ello.
El argumento de la crueldad de Herodes I, se asemeja a una nota de Giuseppe Segalla, reproducido en LA HISTORIA DE JESUS, Tomo I, Ed. Hyspamérica, (Esp.) 1985, pag. 64. Gloso:
«(...) El episodio de la "matanza de los inocentes", atestiguado por el evangelista Mateo, no lo encontramos en Flavio Josefo. Pero cuadra muy bien con la conducta insensata del último Herodes, y resulta por tanto verosímil.»
El argumento es endeble. A mi criterio, cambia la causa con el efecto. Es como decir: ya que fulano ha consumado tales y cuales crímenes, de paso, se le puede atribuir alguno más; total, una mancha más ¿qué le hace al tigre? Pero lo malo, reitero, es que tal matanza no figura en ninguna otra parte, ni en la Biblia, ni en fuentes profanas, y para colmo, se contradice con el testimonio de Lucas. Gloso a Isaac Asimov (GUIA DE LA BIBLIA NUEVO TESTAMENTO, Ed. Plaza & Janés, Barc. 1990 [3ra.], pag. 115:
«Sin embargo, parece muy probable que la horrible hazaña de Herodes sea apócrifa. Es difícil creer que ocurriera alguna vez. No sólo no vuelve a mencionarse la matanza en parte alguna del Nuevo Testamento, sino que tampoco aluden a ella ninguna de las historias seglares de la época. Es bastante curioso que semejante hecho se pasara por alto cuando acciones mucho menos perversas de Herodes se describían con todo detalle.»
El autor citado aventura una interesante hipótesis para explicar esta curiosidad:
«Sin duda Mateo no habría aceptado esta historia simplemente por su deseo de introducir una cita no muy bien justificada (*).
Quizás haya algo más. Muchos héroes de leyendas paganas sobrevivieron en la infancia tras escapar por poco de algún rey que trataba de matarlos. Esto vale para las leyendas relativas a Ciro, que fundó el imperio persa, y a Rómulo, que fundó Roma. Ciro tenía un abuelo y Rómulo un tío abuelo que, en cada caso, eran reyes y poseían la precognición divina de que algún día los niños recién nacidos los destronarían. Ambas criaturas fueron abandonadas para que murieran; las dos sobrevivieron. En la leyenda judía, el Abraham niño sobrevivió milagrosamente a los intentos del maligno rey Nemrod por quitarle la vida. No es sorprendente que, después de su muerte, surgieran historias similares referentes a Jesús.
Entre muchas leyendas semejantes que circulaban, tal vez escogiera Mateo la que mejor concordaba con la situación. La historia bíblica de la infancia de Moisés incluye la salvación por los pelos del niño después de que el faraón ordenara la matanza indiscriminada de los niños israelitas ... (**).
Moisés escapó a la matanza del faraón y Jesús a la de Herodes. Quizás fuese ese paralelismo en lo que pensaba Mateo. Adoptó esa leyenda en concreto respaldándola con la cita de Jeremías para presentar a Jesús como un nuevo y más grande Moisés.»
Ibídem.
(*) Se refiere al lamento de Jeremías (nota del sucripto).
(**) Aquí reproduce parcialmente Exodo 1:15 y 16 (nota del sucripto).
Ahora bien, si Mateo recoge tradiciones orales relativas al nacimiento de Jesús (como piensan investigadores actuales), corrientes en medios paleocristianos unos 70 años después del suceso, posiblemente se hayan mezclado con leyendas populares sobre la crueldad de Herodes I, originadas por ejemplo, en las ejecuciones de sus hijos y esposas, y en el caso del águila de oro del Templo o la aprehensión de nobles judíos inocentes para su inmolación en coincidencia con su muerte a fin de provocar luto y llanto generales (cf.: Flavio Josefo: GUERRA DE LOS JUDIOS, Libro 1ro.; Ed. Iberia, Barcelona 1948; pp. 112-115).
A mi juicio, el problema radica en que habitualmente se consideran a los Evangelios como obras inspiradas por Dios, y por tanto, rigurosamente verídicas. Sin embargo, tenemos dos versiones del nacimiento y primeros días de Jesús, dadas por Mateo y por Lucas, respectivamente. En las celebraciones navideñas, se combinan ambas versiones acríticamente, pero obviamente, desde un enfoque lógico, no pueden ser simultáneamente verdaderas. Puede ser verdadera la una, o la otra, o ninguna. Mi postura personal se acerca a esta última alternativa. Es posible que Jesús haya nacido sobre el final del reinado de Herodes I, pero quizás en la misma Nazaret; la ubicación de su nacimiento en Belén debe haber sido una necesidad teológica dimanada del carácter mesiánico que comenzó a atribuírsele a Jesús después de su muerte, y de ahí la necesidad de cumplimentar la profecía de Miqueas (Mi 5:1-2). De ahí también, la persecución y matanza de los niños, paralela a Moisés y la inmolación de los primogénitos israelitas durante la estancia en Egipto. Indudablemente, Mateo y Lucas trabajaron sobre versiones diferentes e independientes. Es notorio además, que los otros dos Evangelios canónicos, y demás libros del Nuevo Testamento, desconocen por completo las noticias de Mateo y Lucas (a pesar de que el Libro de los Hechos se atribuye a este último), puesto que en ninguna parte se menciona nada de ellas.
Las historias sobrevivientes hasta nuestros días, presentan a Herodes I como un villano, como el malo de la película. Digamos que tuvo mala prensa. Si existieron versiones laudatorias hacia él, o al menos objetivas en su momento, deben haber desaparecido durante las rebeliones judías de los años 66 a 73 d.C., y de los años 132 a 135 d.C., o bien cuando el cristianismo tuvo acceso al poder en tiempos del emperador Constantino I (306 a 337) en que se preocupó por eliminar todo vestigio de religiones rivales e historias opuestas. Un ejemplo de ello es la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesárea, asesor cristiano de Constantino I. Desde luego, Herodes I no era ningún angelito. Pero sus crímenes y matanzas eran normales en aquella época (y ahora también). Precisamente el llamado primer emperador cristiano Constantino I, hizo ejecutar a su cuñado Licinio, a su madre (de Constantino I) Santa Elena, a sus dos esposas (de Constantino I) Minervina y Fausta, a su hijo (de Constantino I) Crispo, y a su sobrino (de Constantino I) Liciniano. Y eso, sin contar la matanza que sobrevino inmediatamente después de muerto Constantino I, entre sus herederos, parientes y número impreciso de partidarios (que ya no eran paganos), y que aseguró el acceso al trono simultáneo de los tres hijos de aquél: Constancio II (principal beneficiario), Constantino II y Constante. En esta matanza murieron dos de los sobrinos nietos de Constantino I, sus hermanastros (de Constantino I) y los hijos (de estos hermanastros), menos Galo y Juliano (que se salvaron por poco; el último llegó a ser emperador y conocido como el Apóstata). Así se inauguró el cristianismo como religión de estado. Desde luego, nada que ver la fama de Constantino I con la de Herodes I. En las iglesias orientales Constantino I fue exaltado a la santidad. No ocurrió lo mismo en occidente, acaso porque el centro de gravedad del mundo romano se había desplazado hacia la nueva capital, Constantinopla, mientras que la antigua —Roma— languidecía y entraba en un cono de sombras de muchos siglos, rodeada de pueblos bárbaros.
Saludos
Ludoviko
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Iniciado por ludoviko
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