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Tema: Un enigmático antepasado de jesús de nazaret

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    Predeterminado Un enigmático antepasado de jesús de nazaret

    En el Nuevo Testamento, los Evangelios de Mateo y Lucas, reseñan sendas genealogías de Jesús. De cierto, hay muy pocas coincidencias entre ambas.
    Me atendré a la genealogía de Mateo. Dice el evangelista (Mt 1:17):
    «Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones».
    Se ignora qué significado tuvo para el evangelista ese número catorce. Tal esquema es artificial: la primera serie de Abraham a David, atañe en efecto a catorce generaciones; la segunda división de David a la deportación, importa catorce generaciones correspondientes a los reyes de la dinastía davídica, pero con la curiosa omisión de tres (3) reyes sucesivos, por lo que en realidad esta división abarcaría a diecisiete generaciones; y por último, la tercera división comprendería solo trece generaciones. Las trece generaciones de la tercera serie, tal vez se debieron a que entre los primeros copistas del evangelio, se perdió por accidente un nombre que ya no pudo ser recuperado.
    En la segunda serie, los tres (3) reyes eludidos son Ocozías (841 aec), Joás (841-796 aec), y Amasías (796-781 aec). Es decir: implica un vacío de cerca de setenta (70) años. El evangelista no aclara esta omisión: pudo deberse a la necesidad de limitarlo al misterioso número catorce; o bien a que Mateo dispuso de una lista de reyes incompleta; o acaso a las circunstancias que trataré enseguida.
    Describo el contexto de ese curioso vacío histórico. Durante los reinados de David y Salomón, Judá e Israel integraron un único reino. A la muerte de Salomón (ca. 922 aec), le sucedió su hijo Roboam. Éste fue incapaz de mantener la unión de los dos reinos. Tras la escisión, el reino del norte se conoció como Israel, y luego como Samaria, por el nombre de su capital; era el más fuerte y rico de los dos, aunque solo duró unos doscientos años, y estuvo a cargo de varias dinastías, algunas muy efímeras. El reino del sur se conoció como Judá; era más pobre y pequeño; su capital fue Jerusalén; duró unos trescientos cincuenta años, siempre bajo el gobierno de la dinastía davídica.
    Ya separados, ambos reinos sostuvieron una serie de guerras entre sí y con los pueblos vecinos. Finalmente, hacia el 880 aec, se arribó a un status quo favorable a Israel. La tercera dinastía de Israel fundada por Omrí, un rey muy capaz, llegó a una alianza con los fenicios. El rey Etbaal de Tiro, era también sacerdote del dios Melkart. La alianza se fortaleció con el matrimonio entre Ajab hijo de Omrí, y Jezabel hija de Etbaal. La alianza fue mutuamente beneficiosa para ambos, ya que les permitió enriquecerse con el comercio que discurría a través de sus territorios y del mar Mediterráneo. A la muerte de Omrí, fue sucedido por su hijo Ajab. Éste también fue un soberano muy capaz. Su política le permitió casi reconstruir el antiguo reino unido de Israel-Judá de la época de David y Salomón.
    Por influencia de su esposa Jezabel, Ajab favoreció la implantación de los dioses fenicios (cananeos) Melcart ─conocido como “Baal”: “el Señor”—, El y Aserá. Entonces era muy usual que una princesa extranjera dada en matrimonio a un rey aliado, trasladase consigo a los objetos y sacerdotes de su culto religioso. Así había ocurrido con muchas esposas de Salomón. Además, la fe del dios de Israel aún no se hallaba consolidada. La versión yahvista del reino del sur, era sensiblemente monólatra e icono fóbica, centrada en el templo de Jerusalén, y en la posesión del arca de la alianza; pero ambas condiciones eran recientes y por ende aún no estaban bien sedimentadas. A su turno, la versión yahvista del reino del norte se integraba en torno a los santuarios de Betel y Dan, donde se preservaron al principio el arca de la alianza, la serpiente de bronce y el becerro de oro, vestigios del éxodo por el Sinaí. La población israelita era étnicamente indiscernible de la cananea originaria, adoradora de esos dioses.
    La política religiosa de Ajab y Jezabel chocó con la resistencia de un grupo profético yahvista recalcitrante, liderado por el profeta Elías. Tras varios enfrentamientos feroces entre los seguidores de Baal y de Yahvé, Elías debió huir a Fenicia, de la vengativa Jezabel a quien había maldecido. Posteriormente, fue elevado a los cielos en cuerpo y alma, no sin antes designar como su heredero al profeta Eliseo. Los redactores de los libros del A.T., en los siglos sucesivos, recogieron la versión de Elías, prevaleciente hasta hoy, por lo que Jezabel pasó a la posteridad con la imagen de mujer perversa, fanática, cruel perseguidora de los creyentes de la verdadera fe.
    En el orden internacional, Ajab dirigió una alianza constante con el rey Josafat de Judá. De acuerdo a la costumbre, el hijo de Josafat, Jeoram, se casó con la hija de Ajab y Jezabel: Atalía. Ésta era tan devota de los dioses cananeos como su madre, e intentó por todos los medios fomentar esa fe en Judá. Luego de veintidós años de gobierno, generalmente positivos, Ajab murió en batalla. Fue reemplazado por su hijo Ocozías. Josafat falleció apenas un año después. Jeoram de Judá asumió el trono por siete años, y siguió leal a la alianza con Israel, aunque de cualquier manera favoreció el yahvismo. A su muerte lo sucedió su hijo Ocozías de Judá, quien dominado por su madre Atalía, favoreció al baalismo. Al cabo de un año de reinado, Ocozías de Israel murió por causas al parecer naturales; fue sucedido por su hermano Jeoram. Así en Israel gobernó un hijo de Jezabel de nombre Jeoram, y en Judá un nieto suyo, de nombre Ocozías.
    Durante el asedio de la ciudad enemiga Ramot de Galaad, Jeoram de Israel fue herido, de modo que se trasladó a la ciudad de Jezrael a fin de reponerse. En esa ciudad fue visitado por su sobrino y aliado, Ocozías de Judá. El ejército israelita quedó bajo el mando de su general, Jehú. Éste fue captado por Eliseo, tan ferviente y obstinado como Elías, en la dirección de los profetas yahvistas. Jehú, por simpatizar con el yahvismo, por ambición personal, o por ambas causas, se reveló. Atacó por sorpresa a Jezrael, asesinó a Jeoram de Israel, a Ocozías de Judá. Luego exterminó cruelmente a Jezabel en Samaria, y por las dudas, a todos los miembros supérstites del linaje de Omrí, a sacerdotes y fieles de Baal, a nobles ligados a la corona, y ya que estamos a los hermanos de Ocozías de Judá que lo habían acompañado y trataban de regresar a su tierra. Con esto asumió el trono de Israel. Con su respaldo, Eliseo aprovechó la coyuntura para exterminar a las religiones cananeas en el reino del Norte.
    En Jerusalén, Atalía se encontró en una situación angustiosamente débil. Razonaría que la próxima víctima sería ella. Actuó con rapidez. Según 2 Re 11:1, ordenó la eliminación de «toda la estirpe real». A menos que fuera víctima de un rapto de locura, esta conducta me parece inverosímil. Recuérdese que su estatus real provenía de su matrimonio con un miembro de la dinastía de David. Su suegro Josafat y su esposo Jeoram habían sido tolerantes y amigables con sus padres y el baalismo, y su hijo Ocozías, recientemente asesinado, hasta había favorecido su difusión. Cabría pensar que en la familia, particularmente numerosa, debería haber otros miembros con esas afinidades. De hecho, Jehú como parte de su alzamiento, e inspirado por Eliseo, había asesinado a varios hermanos de Ocozías de Judá, y ello podría haber inspirado deseos de venganza contra los yahvistas del norte en la familia. Otra alternativa es que intentara gestar una nueva dinastía, casándose con el monarca de alguna otra nación. Si ese fue su propósito, no ha quedado reflejado en la Biblia. Me imagino que debería contar con la desaprobación la mayoría de la población, tanto por ser extranjera, cuanto por haber erradicado a la antigua dinastía davídica. En cambio le hubiera convenido contar con aliados para su objeto, y no quedarse sola y aislada como sugiere la Escritura.
    Vislumbro detrás de estas matanzas, la influencia de Eliseo. Este personaje no era particularmente tolerante con sus enemigos, a quienes consideraba por añadidura, enemigos de Yahvé. Por ejemplo, ni bien estrenada su condición de heredero de Elías, al llegar a una aldea, unos niños jugaban en sus las afueras, y le hicieron víctima de sus pullas: «¡Calvo! ¡Calvo!». Como si hoy dijeran: «¡Pelado! ¡Pelado!». Eliseo podría haber ignorado esa tontería, o amonestar paternal o más o menos severamente a los pillastres. En cambio, se volvió y los maldijo. A continuación salieron del bosque, dos osos que destrozaron a cuarenta y dos niños; para que aprendieran a respetar a los enviados de Dios, ¡qué miércoles! (2 Re 2:22-23). Si ante tal nimiedad, Eliseo reaccionaba así, ¡qué esperar de los idólatras y sus abominaciones! ¿Acaso las matanzas que se sucedieron?
    En Judá, de la matanza de toda la estirpe de David presuntamente ordenada por Atalía, se salvó Yehoŝebá, por causas inexplicadas —según 2 Re 11:2—, hija del rey Jeoram y hermana del otro rey Ocozías, es decir también de la estirpe real. Ella tomó a Joás, hijo de Ocozías, y por tanto su sobrino, «y lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y lo puso a él y a su nodriza en el dormitorio, ocultándolo de la vista de Atalía, y no le mataron». Por lo tanto sería hija de la propia Atalía. Nada más se sabe de Yehoŝebá; por algún motivo no aclarado su dormitorio contaba con cierta clase de inmunidad, pues si Joás era tan pequeño que necesitaba una nodriza, su ocultamiento podía ser factible, pero muy difícilmente en conjunto con ésta. El libro segundo de Crónicas (2 Cro 22:11), compuesto unos ciento cincuenta años después de Reyes —o sea, ca. 400 aec—, atribuye a Yehoŝebá el ser esposa del sacerdote Yehoyadá. Si ese hubiera sido el caso, pienso que el sacerdote podría haber entronizado a su esposa, como representante del linaje de David, y actuar él como regente a nombre de su sobrino. Sin embargo, no fue lo que hizo y eso es lo llamativo. Mantuvo oculto al niño durante por los seis años del reinado de Atalía, en el Templo de Jerusalén, amparado por la santidad del lugar.
    Al fin, el sacerdote Yehoyadá reunió a los jefes del ejército, a quiénes presentó al niño como hijo del difunto rey, y logró que se alzaran contra Atalía. Hizo que la mataran fuera de la Casa de Yahvé, donde trataba de refugiarse para no mancillar su sagrado suelo. Desde entonces reinó Joás, el segundo rey soslayado de la segunda serie del evangelio de Mateo, precisamente con la regencia del sacerdote Yehoyadá durante su minoría de edad. Reinó treinta y nueve años, y murió asesinado por una conjuración de sus jefes de ejército y sacerdotes, tal como fuera su comienzo. Lo sustituyó su hijo Amasías, el tercer miembro omitido de la serie de Mateo, quien alcanzó a gobernar por quince años.
    Aquí se plantea un enigma. Joás es el antepasado directo de la subsecuente dinastía davídica, y por tanto de Jesús. Pero si es así, también desciende de los perversos reyes Ajab, Jezabel y Atalía, estas últimas adoradoras de Baal, y a su vez acervas enemigas de Elías. Notablemente, en la época de Jesús, se esperaba el retorno de Elías quien había sido arrebatado en cuerpo y alma a los cielos, y se adjudicó a Juan el Bautista su personificación. Luego, si somos estrictos, un descendiente de idólatras de Baal —Jesús—, termina por ensalzar y ser bautizado por la personificación del archienemigo de aquellas, o sea Juan el Bautista. Pero eso no es todo. ¿Fue realmente Joás, el hijo de Ocozías, el niño presentado como tal a los jefes del ejército? Las extrañas circunstancias de su desaparición y posterior reaparición, inducen dudas acerca de su identidad. Si no lo fue —o sea, si hubiera sido un impostor—, quedaría contradicha la filiación davídica de Jesús. Como sea, hoy sería imposible superar ese enigma.
    Saludos
    Ludoviko

  2. #2
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    Predeterminado Re: Un enigmático antepasado de jesús de nazaret

    Cita Iniciado por ludoviko Ver mensaje
    En la segunda serie, los tres (3) reyes eludidos son Ocozías (841 aec), Joás (841-796 aec), y Amasías (796-781 aec). Es decir: implica un vacío de cerca de setenta (70) años. El evangelista no aclara esta omisión: pudo deberse a la necesidad de limitarlo al misterioso número catorce; o bien a que Mateo dispuso de una lista de reyes incompleta
    Ver :

    http://foros.monografias.com/showthr...e-Mateo-1-11-!

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