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Tema: En la cafeteria

  1. #11
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    Predeterminado Re: En la cafeteria

    !Uyyyy, UYYYY, Uyyy!. !Qué interesante!. Si se han visto en la cafetería, no están muy lejos el uno del otro. ¿Qué pasará? . No debes reco - ger tus papeles, ni enco-gerte de hombros, sino pensar que a veces la ocasión hay que co- gerla por los pelos. !Ánimo!

  2. #12
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    Predeterminado Re: En la cafeteria

    tutifruti Un relato de la vida misma...Excelente ...Los recuerdos, cuando el pasado vuelve en una mirada, en un fugaz momento.
    Felicitaciones querida amiga.
    Cariñosssss y saludos

  3. #13
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    Predeterminado Re: En la cafeteria

    Tutifruti: Una vez resuelto el enigma de los asteriscos ( habrá que dedicarles un post) veo que esta historia tiene posibilidades. Si se han cruzado en la cafetería será porque quizá la frecuentan. Si se han mirado, quizá él también recuerda aquellos tiempos. Y esa luz en su cerebro... ¿Fue realmente la mejor decisión?... Intrigada estoy. !Sigue, sigue!, que esto parece ya un club literario de alto interés, ja, ja.
    Besitos

  4. #14
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    Predeterminado Re: En la cafeteria

    EN LA CAFETERÍA (confío que este sea de verdad el final de la historia, aunque, no quiero decir DE ESTA AGUA NO BEBERÉ, ya que la vida está llena de cosas imprevistas)

    Personalmente no me gustan las narraciones demasiado largas, salvo raros casos. Por eso cuando escribo algo lo hago de una sola tirada. Esta vez me salto mis propias normas, y sigo adelante. Después de haber desvelado los pensamientos de ella, cuando regresa a su casa, no me parece inapropiado, narrar los de él, en cuanto sale del local, y se levanta el cuello de la gabardina porque hace frío.

    Y aquí os dejo lo que posiblemente pensó al abandonar el lugar.

    “El aire de la noche cargado de humedad, le hizo abrigarse más. Y a pesar del relente nocturno, pensó que le apetecía caminar, para poder pensar con tranquilidad, sobre aquel encuentro inesperado. Se vio a sí mismo buscando una mesa vacía, había ido a comprar un regalo para su sobrino, y finalmente no le sedujo nada de lo que vio, y optó por subir a la cafetería. Mientras sus ojos buscaban una mesa vacía, se tropezó con aquella mirada. Era la misma mirada que durante años le había perseguido. Tuvo un sobresalto por lo inesperado. Ni por un momento pensó que la iba a encontrar precisamente allí, y ahora, cuando ya hacía años había dejado de pensar en ella, la volvía a encontrar. Le pilló completamente desprevenido.

    Los primeros días en la capital, sus noches eran un verdadero martirio. Si cerraba los ojos y conseguía dormirse, sabía que soñaría con ella, que en sueños volvería a revivir la despedida en el recibidor de su casa, que incluso soñando sentiría el calor de su mano menuda entre las de él. Luego venía el desencanto, todas las imágenes pertenecían a una ilusión onírica. Nada era realidad, sólo sus sentimientos, que en todo momento los había encerrado en lo más hondo de su ser, porque ni a él mismo se atrevía a confesárselos. Su actuación era como la del avestruz, tenía la sensación que si escondía la cabeza, todo aquello que le atormentaba dejaría de ser real.

    Luego con el paso del tiempo en la capital, conoció a Maribel.

    Trató de concienciarse que se había enamorado de ella. Sabía que era pura sugestión, y aun sabiendo que aquella manera de proceder no era del todo correcta, continuó saliendo con ella. Nunca se vio capaz de explicarle los verdaderos motivos de su estancia en la ciudad. Y se dejó arrastrar por las circunstancias. Sabía que cuando estaba a su lado no sentía la misma agitación, que cuando permanecía al lado de lo que él, llamaba su amor secreto. Nadie más lo sabía, porque siempre había tenido muy en cuenta, mantenerlo oculto. Otra cosa muy diferente, era que lo podía esconder ante todo el mundo, excepto a él mismo.

    Se casó con Maribel, era una buena muchacha eso nunca lo puso en duda, y su matrimonio se deslizó desde el primer día, por un camino liso, sin altibajos de ningún tipo. Casi diría que con mansedumbre. Se decía que cumplía con todos los requisitos de un buen marido.

    Nunca le fue infiel.

    Rectificó, se lo había sido de pensamiento, y según la religión, se peca de pensamiento, palabra y obra. A pesar de todo no se sentía culpable. Esperó con ansias un hijo, que no llegó nunca. Quizás de haberlo tenido las cosas hubieran cambiado por su parte. Se hubiera volcado con más ansias en las caricias que le prodigaba a Maribel.

    Pensaba que el tiempo todo lo cura, y el olvido se había aposentado dentro de su ser, pero hoy cuando sus miradas se cruzaron hacía pocas horas, sintió que le faltaba el aliento. Allí estaba ella. Claro que había cambiado con el paso de los años. Y se dio cuenta que su corazón empezó a latir aceleradamente. Sintió de nuevo aquella agitación de antaño, algo que supuso sucedería con el paso del tiempo con su mujer, pero que nunca llegó. Y de pronto ahora volvía con fuerzas. Bajó la mirada. Se bebió con prisas el café con leche, y por segunda vez huyó de su lado. Prefería no estar tan cerca, la mesas que los separaban, eran una buena barrera. Y salió a toda prisa con la esperanza que ella no le hubiera llegado a reconocer.
    Había vuelto hacía relativamente poco de la capital. La viudez seguramente fue lo que le empujó a retornar a su lugar de origen. Para conseguir este cambio tuvo que pedir una jubilación anticipada, y no dudó en hacerlo. Añoraba su ciudad natal. Y la soledad de la casa que compartió con su mujer durante años, se le antojó una tumba. Demasiado silencio.

    No quiso acercarse a ella y saludarla, por muchos motivos, uno sin duda era que prefería que le quedara el recuerdo de cuando eran jóvenes los dos. Ambos habían cambiado, los años no perdonan. Las mujeres se cuidan más. Ella le pareció una mujer madura, pero aún conservaba algo de su antigua vitalidad, su manera de reír, y sobre todo su mirada. Esa mirada que nunca pudo olvidar.

    Él, había cambiado más. Unos cuantos kilos, y menos pelo le daban una imagen muy diferente a la de antaño. No pudo evitar sonreírse con coquetería casi impropia de un hombre, al recordar que por lo menos hoy, llevaba lentillas. Decididamente era mucho mejor de esta manera. Mantenerse en la distancia. Poder conservar la imagen de 25 años atrás.

    Apresuró el paso, la humedad propia de la ciudad se calaba en los huesos, cosa que no sucedía en la capital.”

    Abril 2014

  5. #15
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    Predeterminado Re: En la cafeteria

    EN LA CAFETERIA (IV parte)

    Finalmente casi me habéis obligado a buscar un desenlace a esta historia que comenzó, con la intención de escribir un encuentro fugaz de dos personas, que no se habían visto en años. Ante la insistencia - yo también comprendo que la trama da para tomar muchos caminos – la seguiré, aunque sigo pensando que dejar un final ambivalente, con el que cada cual pudiera dejar volar su imaginación, no estaba fuera de lugar. Voy a seguirlo, sin saber si lo subiré al blog. Si no lo hago público. habrá sido para mí un entretenimiento como me ha sucedido en otras ocasiones, con otros temas escritos.
    En primer lugar para no enredarnos, voy a poner nombres a los protagonistas.
    El que “llega tarde” se llamará Jesús.
    Y ella, su amor perdido será de ahora en adelante Carmen.
    = = = = == = = = = =
    Jesús entró en la casa, donde habían nacido él y su hermana. Sus padres estuvieron viviendo en ella como inquilinos pagando un alquiler, cosa muy habitual en aquellos años. Ahora con todo el derecho del mundo podía decir que era “su” casa.

    El propietario decidió vender todo el edificio a un precio muy razonable a quienes llevaban años bajo aquel techo. Ayudó a sus padres en la compra. Al morir éstos, lo habló con su hermana, le correspondía la mitad como herencia, podían ponerla en venta y repartir los beneficios.

    Aunque de mutuo acuerdo decidieron que el comprador sería él. Le daría el dinero correspondiente a ella. Tenía buenos recuerdos, y en aquellos momentos podía permitirse hacerse cargo, de todos los gastos que llevaba esta transacción, no era solo el pago estipulado a su hermana, existían también los producidos por el notario. Valoró si aquel gasto le recompensaba, llegando a la conclusión de que sí.

    Por suerte su mujer estuvo completamente de acuerdo. Tener un piso en el ensanche de Barcelona siempre les podía traer beneficios, aunque fueran a largo plazo. Incluso se llegó a pensar en alquilarla, pero a Jesús la idea no le gustaba. Precisamente si le apetecía quedarse con aquel piso, era para cuando llegara el momento poder disfrutar de los recuerdos, y lo dejó tal cual estaba cuando él, vivía en ella.

    Con Maribel estuvieron en algunas ocasiones, no muchas aprovechando la cercanía del mar, para pasar las vacaciones de verano.

    Cuando se iban, su hermana quedaba al cuidado siendo ella la que de vez en cuando, iba allí para abrir ventanas y balcones, dando un repaso a todo en general.

    Hacía muy poco tiempo que Jesús había regresado a su antigua vivienda. La ausencia definitiva de Maribel, hizo que lo que fue su hogar desde que se casaron, le fue más insoportable. Abandonar la capital no fue ningún disgusto, en realidad siempre añoró volver a su lugar de nacimiento.

    Era consciente que hoy era un día muy especial. Entró en su casa y sin quitarse la gabardina se sentó en el sillón, era el mismo que usaba su padre. Y dejó volar la imaginación, siguió pensando en aquel encuentro fortuito.

    Carmen…aún tenía clavada en la retina su mirada. Seguro que no le reconoció. Y este detalle le tranquilizó.

    Y ahora comprendía que se había precipitado en su huida. Lo más lógico era que se hubiese acercado a ella para saludarla. Una acción de lo más normal entre dos personas que hacía tiempo no se veían. Y sin embargo no lo hizo. Le frenaron un sinfín de sensaciones. Tuvo miedo de no saber disimular el revoltijo de sentimientos que había despertado en él, volver a verla.

    Se dijo que no estaba preparado para afrontar un encuentro. Esta vez no lo esperaba, entró en los grandes almacenes en busca de un regalo, que finalmente no llevó a cabo, tan ensimismado estaba cavilando en qué comprar, que no dedicó ni un momento a pensar en un probable encuentro con Carmen.

    Cosa que en otras ocasiones, en esos mismos Almacenes yendo con Maribel para hacer unas compras, recordaba vívidamente, que sólo pedía no cruzarse con ella. Temía un encuentro estando su mujer delante. Ahora lo recordaba con nostalgia. A Maribel la quería, la respetaba, y procuró ser un buen marido, pero muy dentro de sí mismo, seguía ardiendo una pequeña llama de un amor frustrado.

    Todos los que le rodeaban ignoraban esta circunstancia, y precisamente este detalle era lo que le daba un aparente aplomo que estaba muy lejos de ser verdadero.

    Se levantó del sillón pensando que la casa estaba demasiado fría, debería plantearse instalar calefacción. O quizás el frío que sentía era debido a la soledad, al silencio que le rodeaba. Miró una de las paredes donde estaba colgado un cuadro de un pintor anónimo, que estuvo allí desde que tenía uso de razón. Siempre le gustó, ya desde niño lo miraba con cierta admiración, porque al posar sus ojos en aquel paisaje de colores cálidos, le hacía sentir bien. Ese fue el motivo por el que todavía seguía allí colgado.

    Buscó en la nevera algo para cenar. La mujer que iba tres veces a la semana para limpiar, era también la encargada de hacer unos guisos que dejaba bien tapados en esas fiambreras de plástico tan de moda. Su hermana insistía en que fuera más a menudo a su casa, pero sin tener un motivo de peso, no iba. Le dijo que todavía estaba desorientado por la falta de su mujer, pero que aún seguía siendo un hombre atractivo, y lo que era muy importante hoy en día, bien acomodado. Insistía en que debería ir a esos lugares para gente mayor, donde existían algunas opciones de entretenimiento, los había con mesas de billar, tenían también concursos de petanca, de literatura. Muchas cosas donde elegir. Le insistía en que no debería quedarse en casa, ahogándose en sus propios recuerdos. Tenía que buscarse una compañía, amigos con los que salir y distraerse.

    Jesús le escuchaba en silencio. Ni decía ni que sí, ni que no.

    Y hoy desde hacía unas horas sintió más que nunca el peso de su soledad. Y todo por el encuentro en la distancia con Carmen.

    Ya en la cama estuvo dando tumbos, sin poder apartar de su pensamiento aquella mirada, que duró la fracción de un minuto pero fue suficiente para que desequilibrara toda su ecuanimidad, esa que durante años la había mantenido ante los ojos de los demás.

    Y en un arranque de valentía se dijo que intentaría volver a verla.
    Quién sabe si todavía vivía en el mismo lugar. Haría de detective, espiaría desde lejos, pendiente de si la veía entrar y salir del domicilio.

    Mañana empezaría su tarea, y con esa idea consiguió conciliar el sueño. Su último pensamiento fue para Carmen. Lo hizo adrede, sabía que si lo hacía de esta manera tenía muchas probabilidades de soñar con ella, y era lo que más deseaba. Además ahora sin sentirse culpable por ello.

    Seguirá…
    Última edición por tutifruti; 25/04/2014 a las 15:09

  6. #16
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    Predeterminado Re: En la cafeteria


    ¿ Se atreverá Jesús volver al pasado?
    ¿ Lo reconocerá Carmen de inmediato o lo mirará con ojos diferentes a los que él quisiera?

    Incógnitas...de dos seres que esperan...
    Los recuerdos a veces nos dan expectativas que se cumplen de otras maneras a las que imaginamos.
    ¿ Será este el caso?

    Tutifruti...Tu relato tiene tantas formas de fantasearlo, que hasta me remite a recuerdos... ajenos y propios.
    ¿ Qué pasará en la vida de estos dos seres?
    Saludos y cariñosssssss

  7. #17
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    Predeterminado Re: En la cafeteria

    nunca temas extender o acortar tu historia, el sabor que deja es distinto pero se saborea igual, languidecer, exacerbar, o enlatecer cualquier escena es tu privilegio, como espectador debemos saber apreciar tu voluntad y disfrutarla, gracias por compartirla

  8. #18
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    Predeterminado Re: En la cafeteria



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    Cita Iniciado por Caracolamarina Ver mensaje

    ¿ Se atreverá Jesús volver al pasado?
    ¿ Lo reconocerá Carmen de inmediato o lo mirará con ojos diferentes a los que él quisiera?

    Incógnitas...de dos seres que esperan...
    Los recuerdos a veces nos dan expectativas que se cumplen de otras maneras a las que imaginamos.
    ¿ Será este el caso?

    Tutifruti...Tu relato tiene tantas formas de fantasearlo, que hasta me remite a recuerdos... ajenos y propios.
    ¿ Qué pasará en la vida de estos dos seres?
    Saludos y cariñosssssss
    Gracias Caracola, es verdad que el relato puede tener muchas opciones. Yo he dejado volar la imaginación, ( es de las pocas cosas que poseo) Y lo he pasado bien mientras lo transmitía al teclado. Gracias por comentar. Saludos


    --- Mensaje agregado ---

    Uy, uy seguro que me va a salir todo repetido, quería contestar a cada uno en particular, dando la opción a CITAR, pero a saber porque no ha salido bien. Lo siento.

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    Cita Iniciado por jesus monsivais Ver mensaje
    nunca temas extender o acortar tu historia, el sabor que deja es distinto pero se saborea igual, languidecer, exacerbar, o enlatecer cualquier escena es tu privilegio, como espectador debemos saber apreciar tu voluntad y disfrutarla, gracias por compartirla
    Muchas gracias por tus palabras, y sí es cierto que a menudo temo extendrme demasiado. Total mis relatos, no tienen ninguna aportación destacable. Son pura ficción y me han servido para pasar un rato agradable mientras lo escribía. Gracias a ti, por leer y comentar- Saludos cariñosos.

  9. #19
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    Predeterminado Re: En la cafeteria

    Ah!, Tutifruti; tú sabes que te sigo por tierra , mar y aire. Esto está que arde y nosotros aquí esperando. Besitos

  10. #20
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    Predeterminado Re: En la cafeteria



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    EN LA CAFETERIA (V parte)

    Llevaba dos días de asedio, como él mismo lo había bautizado, iba a primeras horas de la mañana al antiguo domicilio de sus amigos, sin saber a ciencia cierta si vivían allí todavía. Estaba en un puesto de vigilancia privilegiado, un bar casi enfrente, pedía un desayuno y sentado tras los cristales no apartaba la vista de aquella entrada acristalada y con hierros negros como protección, que estaban igual que la última vez que estuvo por allí.

    Fingía leer el periódico pero su mirada no se apartaba del portal, y por unos momentos, le pareció que todo a su alrededor le daba vueltas. Casi se atraganta con el café con leche. En aquellos momentos salía Carmen de su casa. Por unos segundos se quedó paralizado, tenía que salir a toda prisa e ir a su lado, simulando un encuentro casual. Dejó el dinero de la consumición para no perderla de vista. Por unos momentos se imaginó la extrañeza del dueño del local al ver su manera atropellada de salir, pero le importaba muy poco lo que pudieran pensar de él, tenía otras cosas más importantes en las que verter sus pensamientos.

    Salió con paso apresurado detrás de Carmen. Iba a buen ritmo, tuvo que acelerar para ponerse a su mismo nivel.

    Caminó durante unos segundos a su lado, mientras la miraba de soslayo. Allí estaba ella, casi a su lado, dirigiéndose a un coche estacionado un poco más lejos, y comprendió que si no se daba prisa en hablarle, volvería a perderla. Balbuceó un saludo, pero de pronto se dio cuenta de su equivocación.

    Ella le miraba extrañada.

    Jesús, al tenerla delante comprendió lo sucedido. No era Carmen. Pero era su vivo retrato. De pronto le vino a la memoria, los dos hijos del matrimonio. No tuvo ninguna duda, que aquella mujer joven que iba a subir al auto, era aquella niña, casi bebé que recordaba de las veces que había estado en su casa.

    Se excusó diciéndole que la había confundido con otra persona. La chica le sonrió – de la misma manera que solía hacerlo Carmen- disculpándose porque llegaba tarde a la cita.

    Jesús se quedó quieto, como si formara parte del mobiliario urbano, viendo cómo el coche se perdía entre los demás vehículos.

    Se quedó pensativo. De repente recordó el nombre de la chica. Mamen, ella sin duda era la hija de Carmen, y que en su media lengua de trapo cuando niña, decía “Mamen”.

    Calculó los años transcurridos, y todo coincidía. Sintió el galope de su corazón al tenerla frente a frente fueron unos segundos, los suficientes, para recordar el pasado, como si se tratara de una película. Parecían dos gotas de agua.

    Sólo existía una diferencia. Su mirada no era la misma de Carmen. Le faltaba la profundidad con que ella le miraba. Sobre todo, en la que le dirigió cuando él, le dijo que “había llegado tarde”
    Mamen…aquella niñita convertida en una mujer adorable. Una mujer que era como una copia de su madre. Se sintió invadido por una nostalgia enorme al recordar los años pasados. Retrocedió en el tiempo. Sintiendo las mismas emociones de entonces. Y se maldijo por los pensamientos que de manera atropellada le invadían su mente y su cuerpo. En aquel momento hubiera pactado con el diablo para poder rejuvenecer, como lo hiciera Dorian Gray, y conquistar a la mujer joven que tenía delante.

    Había ido en busca de Carmen y se encontraba con una copia casi exacta. Ni por un momento había recordado a los hijos, ni por supuesto de que fueran tan mayores. Por su cabeza cruzó un pensamiento oscuro de esos que vienen sin avisar, y se instalan en un lugar escondido, pero que no dejan de ser un incordio por aparecer cuando uno menos lo espera. Todas estas reflexiones iban abriéndose paso en su cerebro mientras caminaba de regreso a su casa. ¿Podía enamorarse de una jovencita, que muy bien podría ser su hija? Movió la cabeza negativamente. Su amor secreto pertenecía a Carmen. Y desde luego que su hija se le pareciera tanto sólo agravaba las cosas, porque ni él mismo sabía discernir sus sentimientos ante aquella chiquilla, que de repente había aparecido para reafirmar sus sentimientos. En el trayecto había ido reviviendo unas escenas completamente disparatadas. Soñó despierto en aquel corto espacio de tiempo, las cosas más desatinadas para ser factibles. Su primer impulso fue tratar de seducir a la hija de Carmen. Por suerte duró sólo unos instantes, enseguida se dio cuenta de lo absurdo que resultaba todo. No sabía nada de ella, simplemente que al verla, su corazón casi se desbocó de alegría.

    Apartó de inmediato lo que él mismo llamó insensateces. Y sin embargo todo su cuerpo se estremeció al tenerla delante. Conocía algunas parejas en las que el hombre casi doblaba la edad, y tenía referencias que funcionaban bien. Todo eran conjeturas, que trató de apartarlas de su cabeza.

    Estaba llegando a su casa, y comprendió la gran tontería que había alimentado durante un corto espacio de tiempo. Era ridículo se dijo a sí mismo. Y supo que ahora más que nunca necesitaba ver y hablar con Carmen.

    Probablemente con unos cuantos años menos, se hubiera arriesgado. Aunque comprendía que sólo estaría buscando un acercamiento, por el simple hecho de ser el vivo retrato de su madre

    Se detuvo por unos instantes en sus pensamientos. ¿Cómo había podido llegar a pensar semejante desatino?

    Su hermana seguramente tenía razón cuando le insistía en que se inscribiera a cualquier grupo, para llenar las horas de su vida. En lugar de esto, lo que hizo fue buscar en el periódico algún tipo de trabajo para no sentirse un inútil. Haber pedido la jubilación anticipada tenía este inconveniente, cosa con la que por supuesto no contaba. Estaba convencido que lo que más deseaba era descansar, y gozar de ese descanso. Y estaba equivocado. Se hallaba ya buscando alguna representación, un trabajo que le hiciera mantener contacto directo con la gente. Probablemente algo encontraría, pero antes tenía la necesidad de hablar con Carmen. Seguro que si seguía observando desde el bar, llegarían a verse.
    Y empezó a pensar en cómo se podía desarrollar la escena cuando por fin estuvieran frente a frente.

    ¿La saludaría, como si no existieran todos los años que estuvieron alejados? ¿Le diría que la vio en la cafetería?

    Aunque por dentro pensaba, que lo único que le interesaba saber de ella, era si su matrimonio permanecía unido, como cuando trabajaban los tres juntos.

    Y sintió que en su interior estaba rogando para que no fuera así. Su marido ya en aquel tiempo sentía una verdadera obsesión por las muchachas jovencitas que se iban agregando a la Empresa. Les dedicaba unas atenciones extremadamente donjuanescas. Él, lo veía y tenía que hacer esfuerzos para no pararle los pies.

    Comprendiendo que si él, se daba cuenta, seguro que Carmen también. Se abstuvo, no era de su incumbencia se decía entonces, además en aquel tiempo temía que si tocaba este tema, delataría sus verdaderos sentimientos. Eso fue lo que detuvo sus ansias de hablar con el compañero.

    Sigue….

    --- Mensaje agregado ---

    Cita Iniciado por Eburnea Ver mensaje
    Ah!, Tutifruti; tú sabes que te sigo por tierra , mar y aire. Esto está que arde y nosotros aquí esperando. Besitos
    Gracias Eburnea por comentar, sé que estás muy atareada. Tus palabras imagino que se adaptan más a este capitulo. Un abrazo.

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